sábado, 30 de marzo de 2013

Ay

http://youtu.be/Z4kVW6Y4f2Q








Yorgos Duatzis



(Traducción: Miguel Chiovetta)






jueves, 28 de marzo de 2013

Pronto todo arderá y se iluminarán tus ojos


http://youtu.be/YoLw0xP8zBA









Nikos Erinakis


(Traducción: Miguel Chiovetta)




martes, 26 de marzo de 2013

Yo, la incesante nieve



















A LO LARGO de mi vida
construí muchas casas.
De todas me fui, las dejé vacías,
plenas. Entre una y otra fui encontrando
una soledad donde mi alma aprendió
que lo que amamos no tiene protección.

Ninguna de ellas me pertenece.
Para mí, las paredes, los cuartos de baño,
las piezas, responden sólo -ahora lo veo-
a la tenue organización de la nada.
¿Cómo dejar intactos los cimientos
de mi errancia,
si todas las puertas están abiertas
para que llegue a cualquier punto
de su encierro ?
                  Pero si no hay adonde ir 
en rigor, no podemos ser prisioneros.

Bajo cada techo
pienso con tranquilidad y malicia: 
Estos refugios que amparan mi desvarío 
no saben hasta dónde podría llegar.




NO HAY un sólo lugar de este patio 
que yo no haya recorrido 
por equivocación o por juego.

El césped está muy desgastado
y cuando llueve me embarro,
y al volver al día siguiente
examino unas huellas que yo no dejé.
Alguien anda detrás de mí,
alguien que da pasos largos y pausados
como los míos, y por lo que veo

siempre sale acompañado pero preguntándose:
¿De quién serán estas huellas?




LA IDEA era hundir los pies en la arena caliente
cerrarlos ojos
y desaparecer, dejar sólo los pies
como se deja la mirada
frente al mar.

Se tiene que mantener la atención
suelta entre el pie y la arena,
confundida con el calor que va
perdido y concentrado
en un lugar y en otro
de la sensación
que me exalta y me saca
de la playa donde estoy parado.




SÉ que por algún lugar 
no muy lejos de acá 
estuvo mi casa.

Quizá no la alcance 
nunca más. A lo mejor 
ya la pasé sin haberla

reconocido. Pero me consuela 
pensar que, aunque sólo 
queden un par de vigas

y paredes que apenas
se sostienen, allí había luces
que nunca se apagaban.

Pero no existe más, 
por fin lo entiendo. 
¿Se habrá volado con el mal

tiempo, o la tierra
se la habrá tragado ? No lo sé.
Ahora que llegué al lugar exacto

y ya no está, me doy cuenta: 
estoy infinitamente cerca 
de lo que me falta

y a la vez, si lo pienso, estoy 
más alejado que ninguno 
como para volver a perderla.

Por eso, la miro por última vez
hasta que se pierde de vista.
Y sonrío porque en medio de este

páramo, hay algo que me colma 
como si, finalmente, 
hubiera encontrado mi lugar.



         ***


EN LA SEMIOSCURIDAD de una música 
que nadie parece estar tocando 
hay dos personas que bailan

una danza inspirada en la quietud 
del mundo cuando se detiene 
un instante a mirar lo que ama.

Tan cerca bailan uno del otro 
en esta hora de la madrugada 
que no se sabe cuál de los dos

-si la noche o el día-
tomará primero la decisión 
de separarse e irse.



          ***


1. ESTAMOS de acuerdo, entonces, 
en que soy un sujeto normal. 
Pero a despecho de esto
a veces de noche escribo poemas
y digo "yo" como defendiéndome de algo
o de alguien que viniera a rendirme cuentas.

2. Yo: esa extraña sílaba 
sin significado
y que no le pertenece a nadie, 
a veces no puede tomar la palabra 
porque no sabe más quién es 
como un actor que balbucea 
en un escenario vacío 
tratando de leer un parlamento 
cuyas palabras están en su contra.

3. Yo: eso es lo que queda 
del poema cuando no hay 
nada más que agregar.
Es el escenario que todos usan
y nadie barre, la luz que permanece
encendida como a punto
de mostrar algo,
y que no deja un solo espacio
donde poder escondernos
de nosotros mismos.

4. Pero no se queda atrás, 
me rodea y no me deja salida,
me pide que me explique, 
que la haga corta,
está bien, ya va, digo por decir algo, 
pero se apresura a sofocarme, 
me palpa de armas, 
quiere que sea yo y nadie más,
se me mete en los ojos como una basurita
y en esa distracción
no me encuentra más en mí
y el poema queda girando
como un faro enloquecido
repitiendo yo yo yo
no sé si estúpidamente
o pidiendo disculpas.




Tom Maver (Argentina, Buenos Aires, 1985)






domingo, 24 de marzo de 2013

Estado de gracia

















I

una plegaria al cielo llena mi boca


II

el viento levanta el polvo de las tumbas
y tus huesos ya no están


III

la danza de las bocas mudas se extinguió
al alba de tu partida


V

de mi tierra fértil
sólo sequía


VIII

el brillo del ocaso
enceguece a los amantes pávidos


IX

en este ahora en que el barro salpica mi lengua
sólo esta escritura dice lo que no puedo hablar


XV

siempre tendremos el azar a nuestra merced

esperando agazapado
un encuentro fortuito de miradas





XXII

en la caída libre
se despedazan los cuerpos
la tierra deglute mis miembros


XXV

antes de partir
concédeme la voz que cure lo incurable


XXVII

porque en la espera de la luz
la sombra ya es cotidiana
los ojos velados aguardan


XXXIII

la  música amansa las bestias
quieta        prisionera

acaricia el deseo


XLIV

saberme sin espaldas donde recostar mi peso
que arrastro como cadenas de palabras pesadas
impronunciables


XLVII

no perdono el silencio
no perdono la ficción de tu boca


XLVIII

resiste los días de noches largas
hasta la próxima primavera de nuevas flores




LVI


es aquí mismo
en este lecho
que dos cuerpos caían uno sobre otro
entre besos de labios y piernas
aquí mismo
donde los pájaros mueren


LXXIII

como una mosca
me poso sobre la comisura de tus labios
cuando hace instantes estuve sobre el estiércol


XC

arrojé mis plegarias al viento
y los dioses cosieron mi boca


XCVIII

vimos los picotazos ahuyentando al ángel
y me rogaste con los ojos

¡no pude espantar los pájaros!


CIX

quizás el agua bendita en la frente
incite a creer en algo


CXX

quieta
en silencio
esperando que pase la muerte
y no me vea y no me llame
                       

CXXIV


y saber que una palabra tuya
no bastará para sanarme


CXXXVI

del mutismo eterno
la alquimia de la palabra


CXLIV

decir con esta mudez
tragando lengua y palabras
la tierra seca

la calma de la ausencia


CXLV

fugaz la caricia
aroma a voz tibia rozando mi boca

más tarde    resplandor


CLII

una última mirada
de ojos abiertos

saltamos  del  barco
a la deriva      se lo llevan las aguas
como a nosotros


CLIII
                     
nos mece un océano infatigable


CLIV

siempre habrá una orilla donde descansar




Carolina Massola





Carolina Massola nació en 1975 en Buenos Aires,  ciudad donde reside. Estudió francés en la Alianza Francesa y se perfeccionó en Francia – Sorbona (París IV). A su regreso cursó estudios de Letras en la Universidad Nacional de Buenos Aires. En el 2006 codirigió la revista Eripio, Poesía Circulante, donde publicó traducciones de poemas de Baudelaire. Ha colaborado en distintas publicaciones del país como así también en la Revista de poesía de Madrid El Alambique, en el proyecto online Palabras errantes  y fueron publicados algunos de sus poemas en la revista Prisma N°12 de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges. En 2009 publicó Estado de gracia, libro de poesía incluido en la colección “Fénix” de Ediciones del Copista. Varios poemas de ese libro han sido traducidos al inglés y al francés. Actualmente cursa el Traductorado Literario-Técnico y Científico de Francés en el I.E.S. en Lenguas Vivas “J.R.F.” y trabaja en la producción y corrección de dos novelas y cuentos, traducciones, como asimismo en nuevos trabajos poéticos.





viernes, 22 de marzo de 2013

PÁJAROS SOBRE EL SOMBRERO DE VINCENT VAN GOGH



Ah, no me olvido,
no olvidaré jamás.

Pero miro estos campos
este fulgor sobre los trigos
este terrón de sorgo
esta sonrisa de agua que oculta el mar.
                                  Aquí en la patria,
                                  digo, esta provincia,
                                  la eternidad
                                  se mueve como el mundo.

Yo lo he visto a Van Gogh
sembrando en estos surcos.
He visto su sombrero campesino
entre los girasoles de Victoria
y su oreja ardida en el atardecer
convocando el vuelo de los pájaros.
Aquí lo he visto.
                      Lo veo todavía.

Ah, no me olvido,
                         no olvidaré jamás
aquella tarde de Berlín
cuando me suicidé en el canto de un mirlo
sin saber que los caballos azules de Frank Marc
estaban para salvarme 
de un naufragio en tus ojos lejanos
ya perdidos para siempre.

Ah, no me olvido, 
                         no olvidaré jamás
aquel estanque,
intimidad azul de la belleza
agua dormida de Monet
donde me ahogué de inocencia y delirio.

Ah, no me olvido,
                         no olvidaré jamás
aquel portal, aquella aldaba,
aquel cielo de siglos de Toledo
precipitado por el Greco.

Ah, no me olvido,
                         no olvidaré jamás.
Pero Van Gogh
                         no estaba en los museos.

Yo lo he visto flotar 
sobre los Girasoles de Victoria.
Liviano más que el aire.
Reconciliado con la dicha.
Definitivo de fulgores.

Lo he visto entre los sorgos.
Lo he visto entre los trigales.
Y el viento levitaba su sombrero
y cardenales amarillos de las islas
cantaban sobre su cabeza
y miles de pájaros
picoteaban los granos de oro de su corazón.



Marta Zamarripa (Argentina, Gualeguay, Entre Ríos)



IMAGEN: Girasoles de Victoria, Entre Ríos (Foto de archivo)

jueves, 21 de marzo de 2013

REINO DE ARENA



Pregunto por el ala del verano

por levísimas garzas
que no están
por el solo de flauta de la tarde.

                Llueve un aguaribay
                sobre la pena 
                del lento exilio
                en las fragantes islas
                que perdieron el rumbo
                hace ya lejos.

Dónde el ausente, insomne,
el olvidado,
huella breve del pie
en el reino invisible de la arena…

Dónde, dónde las garzas
su vuelo tul neblina
bordado en el basalto.
Dónde, dónde los sauces
los biguaes
el martín pescador a ras de espuma
dónde la orilla de luz
dónde rostros que amé
los perros, dónde…

Infatigable
bordo mapa de agua…

Una mujer se fuga
en navío de escarcha.
Apenas voz.
Apenas nada.



A Rafael Torres, I.M




Marta Zamarripa (Argentina, Gualeguay, Entre Ríos)








martes, 19 de marzo de 2013

En el 504 de mi abuelo




Introducción a la memoria
A la memoria de Pipo, mi abuelo

De carga en carga va.
Lustrando atardeceres pierde el día.
Nadie ha visto su boina
torcida por un rayo, dando lo que no tuvo.

Su corazón es un galpón
donde la siesta pasa y pasan carros
y el trigo se descuelga de su espalda
y nadie quiere verlo.

Es demasiado abrirse al horizonte,
dejar la mano en el temblor y cerrar los pulmones.
Romper con la costumbre
de estar siempre esperando.
Él lo sabía, por eso es que lo nombro.
Ahora: los álamos vuelven sobre sus ojos
y sé que está más lejos.  Allá en el campo.





En el 504 de mi abuelo


Aún puedo ver desde la ventanilla
todo el horizonte
las nubes anunciando el nuevo día,
digo que puedo ver
los rastros de un pasado reciente,
la estrella de aquel pueblo
que tanto visité.
Aún puedo ver el horizonte limpio
surgiendo de los campos
que dan al sur,
apreciar desde el auto la ternura del viento
mientras mi abuelo viaja junto a mí
mostrándome el arroyo
y sus secretos
enseñándome a ser la palabra no dicha.
Los rastros del camino nos acercan,
nos ponen mano a mano buscando el sol.
Vamos los dos en esta travesía
juntos como entonces.
El cielo no es el mismo desde la ventanilla,
mi abuelo se sonríe
y estira la mano para acariciarme.
Nuestra distancia viaja en un 504






Martín Carlomagno (Argentina, Entre Ríos, Concepción del Uruguay, 1978)






domingo, 17 de marzo de 2013

Iemanjá





















Ramitos a lemanjá
llevábamos como raíces de la luna.
El mar espeso, errante,
confitado por nuestras flores repentinas.
¿Su número? No importa.
(Flotan, son pequeñas mamilas celestes,
una suerte de enagua instantánea
que deshilacha el murallón.)
El mar. ¿Y la Diosa del mar?
¿Subió donde tu boca, hecha rocío?
¿O acaso agradecer
significó abrigarte con espuma,
mientras de la extraña, oscura plegaria
huían trozos de cielo?

Demasiada atención había entonces 
merodeando tus ojos. 
Y una divinidad sin sacrificios. 
Y un rezongo en el mar.




ESCENA FAMILIAR

Sé que negamos algo, hijo,
y nos reímos:
jueguitos de video hasta las doce.
Una madeja de reflejos antes de dormir
y, claro, tu deseo es quedarte,
como yo, en el living,
a la espera de algunas palabras.
Me pregunto qué rostro considerarás
del tipo que lo impide.
Fría, la noche enciende imágenes estables,
y este vistazo rutinario
me demuestra que en sueños todavía ríes,
como si desde lejos te arrullaran
los callados objetos de la habitación
y los asuntos de tu alma.



(de: El arreo y la fuga,
Ed. del Dock, 2000)

José Emilio Tallarico



José Emilio Tallarico. Nació en Buenos Aires en 1950. Su obra poética comprende Huésped y testigo, 1986; Siglonía, 1988; Ese espacio que tiembla, 1993; El arreo y la fuga, 2000 y Andariveles, 2006. Publicó artículos y poemas en varias revistas literarias del país. Fue traducido parcialmente al portugués, al catalán, al italiano y al neerlandés. Reside en su ciudad natal en la que ejerce su profesión de médico.




viernes, 15 de marzo de 2013

Travelling desde ventanilla de casa rodante


























DESAYUNO

Mirá, mi amor, dijo, un poema de Prévert. Y comenzó a llover sobre la taza de café con leche.



MUSEUM

También Monet. Y en tus tiempos libres, la luz en las paredes de mi casa.



MAGDALENA

llorás. Y tu llanto es la medida de todas las cosas.



POSTERIDAD

¿Quién escribirá sobre mí la inverosímil ficción de mis días?



SATORI

-Me temo que ésta será la noche más larga de mi vida, pensó Mishima. La luna, como una espada filosa, brilló sobre su pálido rostro; iluminándolo.



LEIBNIZ

"Este es el mejor de los mundos posibles", reflexionó compungido desanudando la soga de su cándido cuello. Y desde entonces empuñó la fe como argumento.



TAO TÊ CHING

"Pero es preciso que el árbol para florecer, pierda primero sus hojas", me enseñaste. Y para sonreír, sonreí.



CARNAL

Nos mandábamos besos y abrazos por mensajes de texto. Nuestro único contacto físico.



ARITMÉTICA

Te has ido más veces de las que pudiste volver.



IMPERFECTO

Era extraño verte llegar. Siempre te ibas.



EXHORCISMO

Yo quisiera alguna vez que la lluvia te moje. Que hunda, imprevisible, tu pie en las baldosas, y te salpique.  Yo quisiera para vos la vil, corrosiva, perentoria materia de lo vivo. La verosímil versión de tus días y tus noches, también querría. Y tu rostro verdadero. Un espejo reflejándote. No la abstracción. No. Para entelequias, tengo ya un dios que libo en horas muertas.



FEMINISTA

Pocos hombres han mirado con éxito más allá de sus narices, dijo; y se tropezó con un hombre.



PARAÍSO

Bastará muy poco. Bastará tu nombre.



HIJA

Y ahora escribo para vos un cuento que no tiene fin.



PIEDAD

Los bocetos que trazás en la distancia, también me narran.



GODOT

-Ya viene siendo hora de dejar de esperar.




María Belén Aguirre




María Belén Aguirre (Argentina, Tucumán, 1977). Escritora. Guionista. Gestora cultural independiente.  Editora. Estudió cine en la Escuela de Cine de la Universidad Nacional de Tucumán. Ha fundado y desde 2009 dirige la Biblioteca Parlante Haroldo Conti, destinada a difundir literatura en formato de audio a personas que por padecer ceguera, disminuición visual o relegamiento socio-cultural por razones económicas, no pueden acceder a los libros de modo convencional. Publicó poemas, cuentos y artículos literarios en revistas nacionales y latinoamericanas.  Sus poemas y microrrelatos fueron publicados en “Voxlocális”, (Managua, Nicaragüa),  Plesiosaurio (Lima, Perú) y  en Cali (Colombia).
Desde marzo de 2012, dirige junto a Gabriel Amos Bellos el sello editorial Ediciones de La Eterna, dedicada a difundir la obra de los escritores del Noroeste Argentino.
Ha publicado la novela “Viaje a Lituania” (Brillovox, 2009).  Durante el año 2012 ha publicado el libro de microrrelatos ilustrados  “Travelling desde ventanilla de casa rondante” Su obra ha sido traducida al alemán, al francés, al italiano y al portugués. Están en proceso de edición sus obras en esos idiomas. 






miércoles, 13 de marzo de 2013

Vieja del agua





Destornillador tornillo música y un pececito
nadando bajo el agua, visto a través de antiparras,
por arriba pasa la corriente, el pececito, vieja del agua,
nada en un remanso redondo,
un hoyo basáltico, por arriba pasa la correntada
que viene así cristalina del brasil de hace dos meses.


Escucho el ruido de los chorros, el agua cae constante
en el tanque redondo que hay arriba del techo,
veo a la vieja nadar adentro del hoyo,
prenderse a los musgos y chuparlos,
la correntada me resbala por el cuerpo,
me infla la maya, millones de globos blancos
salen de abajo de las piedras:
aire que embucha la cascada y acá abajo revienta,
busca salir desesperadamente para arriba,
abro las orejas abajo del agua y escucho
el martillazo acuático de dos piedras que se tocan.


Palito Pusterla viene y me arranca del fondo de los pelos,
no ves que todos te andan buscando,
y como voy a ver si estoy abajo del agua
viendo como la vieja del agua chupa barro del fondo.


Pasa el helicóptero de prefectura
mostrando toda la zona de afloración basáltica,
abajo del helicóptero el agua pasa,
desde arriba no se ve que el agua es correntada
adentro de la correntada los dorados cruzan
remontando la corriente; abajo casi en el fondo, estoy
viendo como la vieja del agua chupa barro del fondo
con su ventosa redonda y bigotuda.


Viene Palito y me dice sacándome la antiparra
no ves boludo que todos te están buscando,


llora mi madre,
del miedo que tuvo y de la rabia que tiene,
mi hermana llora porque llora mi madre,
el perro ladra porque llora mi hermana,
los pájaros se vuelan porque ladra el perro,
los hijos de Pusterla le tiran piedras a los pájaros,
una piedra cae al agua y la vieja se espanta,
se muda de comedero.


Teo rema,
pasa en una chalana por la superficie del agua,
va a pescar a los arenales de la Isla de los Lobos,
yo miro a la vieja del agua, está chupando unas babas
que envuelven una piedra marrón,
apenas coletea para que el agua no la saque del lugar,
succiona, me prendo con las manos a las piedras de abajo
y avanzo por el fondo en contra de la corriente,
después saco la cabeza más adelante y la gente se impacta,
cómo puede ser que el agua no lo arrastre y le gane a la corriente,
será el mismo, se preguntan, pero hago trampa, avanzo por el fondo
agarrándome con las manos a las salientes de las piedras,
los turistas vienen de visita a ver la correntada,
es muy fácil ilusionarlos,
engañados los turistas, como un lector.


La vieja del agua se fue dos días y después apareció
en el mismo redondel de piedra del fondo, anda un poco más rápido;
en el chorro más hondo hay anzuelos, torcedores y piedras luminosas.


El agua es energía dice uno que explica
porqué es que todo esto va a desaparecer.


miro a la vieja chupar y arriba llueve, me paro de un salto,
me bajo las antiparras, vino de golpe un viento fuerte, vuela arena,
me da frío y me hundo en el agua caliente,
el mundo de la vieja no cambia con el viento,
me asomo apenas a la superficie, pongo media antiparra
fuera del agua, veo el temporal que tienen los que están afuera,
mi madre corre atrás de una conservadora de tergopol,
a la Tálerman se le vuela la carpa,
los que vinieron a pasar la tarde corren a los autos,
algunas gotas revientan en mi cabeza y me quedan picando,
me hundo en el agua caliente
y me prendo a la piedra del fondo.


Daniel  Durand (Argentina, Entre Ríos, Concordia, 1964)
Más poemas: Aquí allá.





martes, 12 de marzo de 2013

Luz y oscuridad













Llego, entro, prendo la luz de la cocina
y sorprendo a las hormigas coloradas 
puliendo los platos y cargando 
todos los restos de comida.
No me molestan, pero mentalmente
les advierto sobre la superpoblación:
hasta ahora el ecosistema se mantiene.
Sin embargo, si consigo trabajo, 
comeré más, vendrán amigos y mujeres,
habrá más restos, ustedes crecerán
y tendré que echar insecticida.
Solo esta pobreza puede mantenernos
delicadamente unidos.





Daniel  Durand (Argentina, Entre Ríos, Concordia, 1964)