CUARTO CRECIENTE
Había tres cuartos de luna
y cómo deseaba tener el valor
de hundirme de cabeza en ese
fingido manantial
imaginado azul y transparente,
la fuente negra de barro diluido
pendiente abajo sin reflejar
los tres cuartos de luna creciendo
al paso de los días a un lleno
que no iba a aclarar el agua opaca
y mucho menos a ensuciarse
en un espejo de aceite quemada
adonde nadie tendría el valor
de zambullirse y mirar desde abajo
la brillante luna en tres cuartos, la
esfera amarilla o platinada
al paso de los días, ni
soñar que fuera
un luminoso manantial azul y transparente.
Susana Cella (Buenos Aires, Argentina)
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