miércoles, 16 de julio de 2008

EN MEMORIA DE W. B. YEATS (muerto en enero de 1938)















1

Desapareció en lo más crudo del invierno;
helados los arroyos, casi vacíos los aeropuertos;
desfiguraba la nieve las estatuas públicas;
se hundió el mercurio en las fauces del moribundo día.
Los pocos instrumentos que tenemos confirman
que el día de su muerte fue muy oscuro y frío.

Lejos de su enfermedad
rondaban los lobos el bosque siempre verde;
el campesino río no se tentaba con muelles elegantes;
las lenguas enlutadas
ocultaron al verso la muerte del poeta.

Para él fue la última tarde como él mismo,
una tarde de enfermeras y rumores;
se rebelaron las provincias de su cuerpo,
se vaciaron las plazas de su mente,
el silencio invadió los suburbios,
falló la corriente de sus sensaciones
y se fundió el poeta en sus admiradores.

Ahora está desparramado en cien ciudades,
dado por entero a desconocidos afectos;
deberá ser feliz en un bosque distinto
y ser castigado por un código ajeno de conciencia.
Las palabras de un muerto
se modifican en las entrañas de los vivos.

Pero en la importancia del ruido del mañana
cuando los agentes rujan como bestias en la Bolsa
y los pobres sigan con su sufrimiento acostumbrado,
y cada cual en su prisión casi se convenza de que es libre,
unos pocos millares pensarán en este día
como se piensa en un día en que se hizo algo apenas desusado.

Los pocos instrumentos que tenemos confirman
que el día de su muerte fue muy oscuro y frío.


2

Fuiste, como nosotros, un tonto; tu talento supo sobreponerse a todo:
la parroquia de mujeres ricas, el deterioro físico,
a ti mismo. La loca Irlanda te hirió, y tú hiciste poesía de tu herida.
Ahora Irlanda sigue con su misma locura y con su mismo clima,
porque la poesía no hace que sucedan cosas; sobrevive
en el valle que ella misma se crea, donde los ejecutivos
no se aventurarían; sigue fluyendo al sur
desde chozas de soledad y atareados dolores,
por las toscas ciudades en que nacemos y morimos; sobrevive
como forma de acontecer, como una boca.

3

Tierra, recibe a un huésped honorable:
bajan a William Yeats a su descanso eterno.
Que la urna irlandesa quede vacía de poesía.

El tiempo que es intolerante
con el audaz y el inocente,
y en solo una semana indiferente
ante un hermoso físico,

adora los idiomas y perdona
a quienes les dan vida;
perdona vanidades, cobardías,
y pone sus honores a sus pies.

El tiempo que con esta extraña excusa
perdonó a Kipling sus ideas,
y habrá de perdonar a Paul Claudel,
perdona a los que escriben bien.

En la pesadilla de la oscuridad
ladran los perros de Europa,
y esperan las naciones vivas,
cada cual secuestrada en su rencor;

la desgracia intelectual
clava los ojos desde el humano rostro,
y en la mirada yacen congelados
los mares de la lástima.

Sigue tu senda, poeta,
hasta el fondo de la noche;
con tu voz inconstreñible
convéncenos de la necesidad del regocijo;

con el cultivo de un verso
convierte la maldición en un huerto;
cántale al fracaso humano
en un rapto de aflicción;

en el corazón desierto
deja que surja la curativa fuente.
En la prisión de sus días
enséñale a alabar al hombre libre.




W.H.Auden
( Inglaterra/E.E.U.U.; York, Reino Unido, 1907-Viena, 1973)


(De las traducciones de Rolando Costa Picazo
y J.R.Wilcock)



IN MEMORY OF W. B. YEATS (d. Jan. 1939)

1

He disappeared in the dead of winter:
The brooks were frozen, the air-ports almost deserted,
And snow disfigured the public statues;
The mercury sank in the mouth of the dying day.
O all the instruments agree
The day of his death was a dark cold day.

Far from his illness
The wolves ron on through the evergreen forests,
The peasant river was untempted by the fashionable quays;
By mourning tongues
The death of the poet was kept from his poems.

But for him it was his last afternoon as himself,
An afternoon of nurses and rumours;
The provinces of his body revolted,
The squares of his mind were empty,
Silence invaded the suburbs,
The current of his feeling failed: he became his admirers.

Now he is scattered among a hundred cities
And wholly given over to unfamiliar affections;
To find his happiness in another kind of wood
And be punished under a foreign code of conscience.
The words of a dead man
Are modified in the guts of the living.

But in the importance and noise of tomorrow
When the brokers are roaring like beasts on the floor of the Bourse,
And the poor have the sufferings to which they are fairly accustomed
And each in the cell of himself is almost convinced of his freedom;
A few thousand will think of this day
As one thinks of a day when one did something slightly unusual.

O all the instruments agree
The day of his death was a dark cold day.



2

You were silly like us: your gift survived it all;
The parish of rich women, physical decay,
Yourself; mad Ireland hurt you into poetry.
Now Ireland has her madness and her weather still,
For poetry makes nothing happen: it survives
In the valley of its saying where executives
Would never want to tamper; it flows south
From ranches of isolation and the busy griefs,
Raw towns that we believe and die in; it survives,
A way of happening, a mouth.


3

Earth, receive an honoured guest;
William Yeats is laid to rest:
Let the Irish vessel lie
Emptied of its poetry.

In the nightmare of the dark
All the dogs of Europe bark,
And the living nations watt,
Each sequestered in its hate;

Intellectual disgrace
Stares from every human face,
And the seas of pity lie
Locked and frozen in each eye.

Follow, poet, follow right
To the bottom of the night,
With your unconstraining voice
Still persuade us to rejoice;

With the farming of a verse
Make a vineyard of the curse,
Sing of human unsuccess
In a rapture of distress;

In the deserts of the heart
Let the healing fountain start,
In the prison of his days
Teach the free man how to praise.




IMAGEN: El poeta irlandés W.B. Yeats.




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