sábado, 9 de agosto de 2008

LISTA (al no poseer, enumeramos)


te había dicho que era un libro para leer de pie en el metro,
poemas centavos acumulados: pequeña torre en el velador
para cerveza o un ticket para el cine, algo así
como un paquete de haikúes supuestamente anodinos elaborados
por un espíritu demasiado ansioso para este tipo de templanza,
fijaciones o instantáneas, detenciones en un zapping sin tiempo
como el agujero de los labios que no cierran del todo
y que parecen un convite, soplar un diente de león o avisar una imagen
advirtiendo con un silbido mudo la presencia de las cosas,
sabor y antojo de adjetivos empaquetados primorosamente
en escaparates. Souvenirs, marcas, quizá pequeños hitos,
lugar donde rincón y esquina se juntan para hacer de las suyas
o perfume a fracaso de un transeúnte; un cortapuros que en mi paranoia
imaginé como un aparato diseñado para rebanar dedos
o una lap dancer que se olvida por un momento de su cuerpo
extasiándose con la letra y cadencias de una balada exacta,
un mendigo con armónica de vidrio en las calles de Chicago,
el gorro chilote manchado con yeso de un obrero,
una mujer cruzando en bata y llorando la niebla de una calle santiaguina
o la polilla de vidrio en el gris de mi cerebro al contemplar
a novias y madres en el departamento de decoración de una multitienda.
La lista es zapping arbitrario, es caminar en ciudades-estaciones
y entre un Estado y otro no hay sino maíz que la muerte siega y ciega,
estaciones de una carretera que es devenir y tiempo que asaltamos
apurando los versos muchas veces, exprimiendo el instante o reflejándolo
como la música que intenta volar y violar las agujas del reloj.




Germán Carrasco (Santiago de Chile,1971)







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