jueves, 21 de agosto de 2008

PRELUDIOS


I


La tarde de invierno se asienta
Con olor a carne asada en los pasillos.
Las seis.
Las colillas consumidas
De humosos días.
Y un ventoso chaparrón envuelve ahora
Los sucios fragmentos
De hojas marchitas
Y diarios de los baldíos en torno a tus pies;
Los aguaceros golpean
En rotas persianas y el casco de chimeneas,
Y en la esquina de la calle
El solitario caballo de un coche de alquiler, resopla y patea.
Y entonces las lámparas se encienden.



II

La mañana recobra la conciencia
De olores algo rancios de cerveza
Que vienen de la calle con aserrín pisoteado
Por pies embarrados
Que se apuran a tempranos puestos de café.
Con las otras mascaradas
Que el tiempo recomienza,
Uno piensa en las manos que levantan
Sucios visillos en un millar
De amoblados cuartos de alquiler.



III

Arrojaste una manta de la cama,
Te echaste de espaldas, y esperaste;
Dormitaste, y observaste la noche
Revelar las mil sórdidas imágenes
Que componían tu alma;
Vacilaban contra el cielo raso.
Y cuando el mundo entero volvió
Y laluz trepó entré los postigos
Y oíste a los gorriones en los desagües,
Tuviste una visión tal de la calle
Que !a calle no llega a comprender;
Sentada en el borde de la cama,
Donde rizabas tu pelo con papel
O apretabas en la palma de las manos
sucias, la amarilla planta de tus pies.



IV

Su alma extendida tensamente por los cielos
Qué se diluyen detrás de una manzana en la ciudad,
O pisoteada por obstinados pies
A las cuatro, las cinco y las seis;
Y cuadrados dedos cortos llenando pipas,
Y diarios de la tarde, y ojos
Seguros de ciertas certidumbres,
La conciencia de una calle ennegrecida
Impaciente por asumir el mundo.

Me conmueven fantasías que se enroscan
Y se aferran en torno a estas imágenes:
La noción de algo infinitamente afable
Infinitamente sufrido.

Friega tu boca con la mano y ríe:
Los mundos giran como ancianas
Recogiendo qué quemar en los solares vacíos.



T.S. Eliot (E.E.U.U./Inglaterra, Saint Luis, 1888- Londres, 1965)

(Traducción de Gerardo Gambolini)

PRELUDES

I

The winter evening settles down
With smell of steaks in passageways.
Six o'clock.
The burnt-out ends of smoky days.
And now a gusty shower wraps
The grimy scraps
Of withered leaves about your feet
And newspapers from vacant lots;
The showers beat
On broken blinds and chimney-pots,
And at the corner of the street
A lonely cab-horse steams and stamps.
And then the lighting of the lamps.



II

The morning comes to consciousness
Of faint stale smells of beer
From the sawdust-trampled street
With all its muddy feet that press
To early coffee-stands.
With the other masquerades
That time resumes,
One thinks of all the hands
That are raising dingy shades
In a thousand furnished rooms.



III

You tossed a blanket from the bed,
You lay upon your back, and waited;
You dozed, and watched the night revealing
The thousand sordid images
Of which your soul was constituted;
They flickered against the ceiling.
And when all the world carne back
And the light crept up between the shutters
And you heard the sparrows in the gutters,
You had such a visión of the street
As the street hardly understands;
Sitting along the bed's edge, where
You curled the gapers from your hair,
Or clasped the yellow soles of feet
In the palms of both soiled hands.



IV

His soul stretched tight across the skies
That fade behind a city block,
Or trampled by insistent feet
At four and five and six o'clock;
And short square fingers stuffing pipes,
And evening newspapers, and eyes
assured of certain certainties,
The conscience of a blackened street
Impatient to assume the world.

I am moved by fancies that are curled
Around these images, and cling:
The notion of some infinitely gentle
Infinitely suffering thing.

Wipe your hand across your mouth, and laugh;
The worlds revolve like ancient women
Gathering fuel in vacant lots.



No hay comentarios:

Publicar un comentario