Pensad pues, tú, bella Guantera
que mi alumna solías ser
y tú, Blanca la Zapatera,
que a vivir debéis aprender.
Tomad a izquierda y a derecha
—hombre que pase, Dios lo puso—
que a la vieja se la desecha
como moneda fuera de uso.
Y tú, bellísima Fiambrera
que danzando quitas el sueño,
y Guillerma la Tapicera:
¡los caprichos haced del dueño!
Pronto este tiempo se irá lejos,
feas seréis como una lechuza,
no serviréis ni a curas viejos,
como moneda fuera de uso.
Tú, Juanita la Sombrerera:
que ningún amor te detenga;
tú, Catalina la Bolsera:
no desprecies a aquel que venga;
pues aunque yo, por recordarme
les sonrío a veces y azuzo
sé que nadie vendrá a tomarme,
como moneda fuera de uso.
Sabed, muchachas, que si estallo
en tan triste llanto y profuso
es que quien me requiera no hallo,
como moneda fuera de uso.
LVII
Esta lección dio la que fuera
muy requerida y bella un tiempo;
sea cual fuere su valía,
ha registrado sus consejos
Frémin, Etourdi, mi amanuense,
que es igual que su dueño atento.
Si se durmió maldito sea,
que el empleado hace a su dueño.
LVIII
Veo en ellos el gran peligro
que corre todo enamorado.
No faltará quien me critique
este temor diciendo: "¿Vamos!
La doblez de esas mujerzuelas
si de Amor te tiene alejado
te diré que tu miedo es tonto
pues la mentira es su trabajo.
LIX
Ellas te aman por tus dineros,
las amas menos de una hora,
breve amor reparten a muchos,
ellas ríen, la bolsa llora,
pero después, se las evita
y se va con mujeres de honra
como es debido a hacer la corte
si la cabeza no está loca".
LX
Imagino que así me hablan
y yo sigo con mi recelo,
"Solamente el amor se aplica
—así discurren, según creo—
a un objeto virtuoso y puro":
habrá que ver, en otros tiempos,
esas mozas amigas mías
si también virtuosas no fueron-
LXI
Y lo fueron, claro que sí,
sin merecer el menor reto.
Antes de ser mal reputadas,
un monje, un laico o bien un clérigo
al principio tomaron todas
para apagar de Amor los fuegos
que más arden que los granitos
de San Antonio a los enfermos
LXII
Ocurrió tal vez que sus hombres,
siguiendo en ello al buen Graciano,
—más no con toda la prudencia—,
amor secreto practicaron.
Y ellas, que amaban a uno solo,
segundo amor también desearon,
después tercero, cuarto, quinto
y del primero se alejaron.
LXIII
¿Qué las empuja a ello? Pienso,
y sin ánimo de ofender,
que la Natura femenina
quiere amar todo, en todo arder.
Y agregaré sólo este dicho
que se oye en Lille, en Troyes, en Reims
y en Saint-Omer: que tres obreros
hacen siempre menos que seis.
LXIV
Así, si un tonto abre la mano
la pájara ha de alzar el vuelo:
tal es el premio del que ama,
vanas son promesas y besos,
en amor no hay fidelidades.
Trátase de aves, armas, perros
o del amor ¿quién no lo sabe? :
por un placer, mil sufrimientos.
François Villon (Francia; París, 1431-1464)
(Traducción de Ruben Abel Reches)
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