lunes, 15 de septiembre de 2008

[NO SÉ SI CANTANDO...]



No sé si cantando se seca el viento
o la voz pierde su humedad. Cuando pienses
que nadie entiende nada, y por qué vuelvo al Sur;
y que hay personas que miran la poesía
como un tiempo perdido, igual que una barba griega.
(Si ellos vieran la sombra debajo de un farol, mutilándose
como una ballesta, y a cada uno de nosotros
en su lucha
por salvarse del odio.)
Mañana cuando vuelva el aire
a cernirse sobre las flores, sobre las altas paredes
que custodian el mundo,
y los ángeles regresen cansados a sus árboles
después de querer ordenarnos sin pan;
cuando el horizonte cante debajo del cielo
y haya hombres que bailen alegres, juntando los brazos vertiginosos,
y las aves del mar se quejen y vuelen alrededor de los mástiles,
yo pensaré: oh, mi hogar del Sur, al Oeste de un río,
y gozaré memorias agradables. — Alguna vez,
el olvido también correrá sobre el mar,
y mi tierra irá callada hacia la otra tierra sin esperanza,
y yo no sé si seré feliz.
Quien no haya oído nunca lamentarse
el viento
en el hielo,
no sabe lo que es el recuerdo. Yo tengo los labios
húmedos de mirar por una ventana.
El olvido debe ser igual que la pampa,
así como un paseo concluido o una cabellera
que ha quedado reposando entre el polvo.
Una rama de naranjas tiene el día
para el que pierde el aliento:
¡quién me pintará a mí una rosa en la oscuridad!
Espada o fresnos, montes de acero, mi soledad es tan parecida al frío,
que ya no tengo sed. (Mañana podría cambiar todo: la gimnasia. Vivir.
Si uno pudiera vivir de nuevo el día
pleno, sin hierros!)
Yo tengo un gran deseo en la garganta
—nostalgia o viento—
clamor que se endurece: ser otra persona,
playa que no quiere ser escuchada.
Víspera sin memoria,
luna sin agua.


Ricardo Molinari (Argentina, Buenos Aires, 1898-1996)





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