VERANO
Mi padre, antes de hacer la siesta,
ponía sobre la mesa del velador
su reloj de bolsillo y su llavero;
se quitaba la ropa, sus botas de gigante,
y tendido en la cama se ofrecía desnudo
a las caricias del ventilador.
El sueño iba cerrando sus puños suavemente
y desaparecía su ceño de león.
Era verano: recostada a la sombra
de la higuera del fondo,
la perra en celo de ojos de gacela
olisqueaba su sexo con unción.
Gorriones alevosos picoteaban las brevas.
Juan José Hernández (Argentina; San Miguel de Tucumán, 1931 -Buenos Aires, 2007)
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