sábado, 11 de octubre de 2008

TEORÍA SENTIMENTAL -Fragmento
























Quiero para mí esa belleza, quiero para mí esa confianza, así, del cuerpo

con su cabeza, apropiada como remate, y pensar en eso. Me acerco
y los vestidos no caen pero igual el corazón me late
contra los huesos de estar desnuda: cambiar, tonta muchacha,
pantalón por camisón no es la cosa ni es poner seda dura
de una rosa en la balanza: una jaca está salvada
por olvido -si no corre la carrera, nadie le pierde
el respeto. Me cansa el reto como la cera de vela:
acumulación y olor, laca sobre escultura o la norma
de la rosa y su perfume sin tacha, que es la rosa
ignorante de la espina. Quiero entender, es decir,
quiero la ruina y la altura, esa luz de luna que riela
caída en el Paraná. ¡Ah, más allá, entre las islas,
los vuelos de mangangá! Sé de una que me dice
vivir una vida impune, sin el riesgo de la falla,
es decir,
como tierra sin garganta,
desfiladero o quebrada, y no es insecto que vuela
sino apenas superficie
al sesgo sobrevolada. Pura
molicie de persuasión más oscura: un cero,
es decir, nadie escucha y todo habla en cualquier lenguaje
y laya; a la ocasión la pintan sola v a la muerte, calva. Yo espero
y me muerdo la cola. Depende de qué se espera lo que se lleve a su término:
la salva de la metralla o la absolución que no salva de eso que había que dar.
¡Ay si es que doy, si me diera, ya no queda más que hablar! ¿Quién soy?
¿Miraje de qué mirada? ¿La que me podría amar? ¿Si me esmero?
¡Bah! Lo que diría, dirá: no hay nada. No soy yo ésa
que digo "quiero para mí esa belleza", etc.,
y sigo en la letra.



Mirta Rosenberg (Argentina, Rosario, 1951, reside en Buenos Aires)





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