ALBERTO CAEIRO
1
Yo nunca cuidé rebaños,
pero es como si los cuidase.
Mi alma es como un pastor,
conoce el viento y el sol
y de la mano de las estaciones
acompaña y va mirando.
Toda la paz de la Naturaleza sin gente
viene a sentarse a mi lado.
Pero yo me pongo triste como una puesta de Sol
para nuestra imaginación,
cuando al fondo de la llanura refresca
y se siente que ha entrado la noche
como una mariposa por la ventana.
Pero mi tristeza es sosiego
porque es natural y justa
y es lo que debe haber en el alma
cuando ya piensa que existe
y las manos recogen flores sin que ella se dé cuenta.
Como un ruido de cencerros
tras la curva del camino
mis pensamientos están contentos.
Sólo me apena saber que están contentos
porque, si no lo supiese,
en vez de estar contentos y tristes
estarían alegres y contentos.
Pensar incomoda como andar bajo la lluvia
cuando arrecia el viento y parece llover más.
No tengo ambiciones ni deseos.
Ser poeta no es una ambición mía.
Es mi manera de estar solo.
Y si deseo a veces,
por imaginar, ser corderito
(o ser todo el rebaño
para andar desperdigado por toda la ladera
siendo mucha cosa feliz al mismo tiempo),
es sólo porque siento lo que escribo a la puesta del Sol
o cuando sobre la luz pasa la mano una nube
y corre un silencio por la hierba.
Cuando me siento a escribir versos
o, paseando por los caminos o por los atajos,
escribo versos en un papel que está en mi pensamiento,
siento un cayado en la mano
y veo una silueta mía
en lo alto de un otero,
mirando mi rebaño y viendo mis ideas,
o mirando mis ideas y viendo mi rebaño,
y sonriendo vagamente como quien no entiende lo que dice
y quiere fingir que entiende.
Saludo a los que me leen
quitándome el sombrero ancho
cuando me ven a mi puerta
no bien la diligencia asoma por el otero.
Los saludo y les deseo sol,
y lluvia cuando lluvia hace falta,
y que sus casas tengan
junto a una ventana abierta
una silla predilecta
donde se sienten a leer mis versos.
Y que al leer mis versos piensen
que soy algo natural
- por ejemplo el árbol viejo
a la sombra del cual de pequeños
se derrumbaban cansados del juego
a limpiarse el sudor de la cabeza ardiente
con la manga del delantal rayado.
Fernando Pessoa
Fernando António Nogueira Pessoa (Lisboa, 1888- id., 1935)
(Traducción de Marcelo Cohen)
O Guardador de rebanhos
Ser poeta...
ResponderEliminar...es mi forma de estar solo.
magnífico
saludos de un nuevo vecino
Hannibal
Bueno, pasá cuando quieras. Así vale
ResponderEliminarla pena tener vecinos, aunque vengan
de tan lejos.