martes, 4 de noviembre de 2008

ESTIRPE





















Los grandes mendigos nada dicen ni nada hacen.
Saben que es inútil y extenuante. Se dejan estar.
Se dejan estar.
Se dejan estar al sol y bajo la lluvia, con el
mismo aire de íntegro coraje,
lejos del cuerpo, que está donde está.

Se entretienen extendiendo la vida por el
pensamiento.
Si alguien habla, su voz huye como un pájaro
que cae.
Y a tal punto es ella algo imprevisto, innecesario
y sorprendente
que, para escucharla, tal vez hasta llegasen
a gemir.

Pero no, no gemían... Los grandes mendigos
son todos estoicos.
Depositaron su miseria junto a los jardines del
mundo feliz
y no quieren que, del otro lado, se difunda la
extraña suerte
que los recorre como un río a un país.

Los grandes mendigos viven fuera de la vida: se
excluyeron.

Abrieron sueños y silencios y espacios desnudos
a su alrededor.
Su reino está vacío de altas estrellas que no
codician.
Su mirada ya no mira, y su boca no llama ni ríe.
Y su cuerpo no sufre ni goza. Y su mano no
toma ni pide.

Y su corazón es una cosa que, si existió, ya fue
olvidada.
¡Ah! los grandes mendigos son un pueblo que
se va convirtiendo en piedra.
Ese pueblo es el mío.




Cecilia Meireles  (Río de Janeiro, Brasil,  1901- id., 1964)

(Traducción de Santiago Kovadloff)


ESTIRPE

Os mendigos maiores nâo dizem mais, nem fazem
nada.
Sabem que é inútil e exaustivo. Deixam-se estar.
Deixam-se estar.
Deixam-se estar ao sol à chuva, com o mesmo
ar de completa coragem,
longe do corpo que fica em qualquer lugar.

Entretêm-se a estender a vida pelo pensamento.
Se alguém jalar, sua voz foge como un pássaro
que cai.
E é de tal modo imprevista, desnecessária e
surpreendente
que, para a ouvirem bem, talvez gemessem
algum ai.

Oh! nao gemiam, nâo... Os mendigos maiores
sâo todos estoicos.
Puseram sua miséria junto aos jardins do mundo
feliz
mas nâo querem que, do outro lado, tenham.
noticia da estranha sorte
que anda por eles como um rio num país.

Os mendigos maiores vivem fora da vida:
fizeram-se excluidos.
Abriram sonos e silêncios e espaços nus, em
redor de si.
Tem seu reino vazio, de altas estrelas que nâo
cobiçam.
Seu olhar nâo olha mais, e sua boca nâo chama
nem ri.

E seu corpo nâo sofre nem goza, E sua mâo
nâo toma nem pede.
E seu coraçâo é uma coisa que, se existiu, já
esqueceu.
Ah! os mendigos maiores sâo um povo que se vai
convertendo em pedra.
Esse povo é que é o meu.





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