viernes, 21 de noviembre de 2008

NADA





















Tranquilízate, hijo mío, nada existe,
y todo es como ves: el bosque, el humo y la fuga
de los rieles.
En alguna parte, muy lejos, en un país lejano
hay un cielo más azul y un muro con rosas
o una palmera y un viento más tibio-
y es todo.
No hay otra cosa que la nieve en la rama del abeto,
No hay nada para besar con cálidos labios,
y todos los labios con el tiempo, se tornan fríos.
Pero tu dices, hijo mío, que tu corazón es poderoso,
y que vivir en vano es menos que morir.
¿Qué querías con la muerte? Sientes el asco que
esparcen sus vestidos,
y nada es más repugnante que la muerte por las
propias manos.
Nos es necesario amar la vida con sus largas horas
de enfermedad
y sus años oprimidos de deseos
como los cortos instantes en que el desierto florece.



Edith Södergran (San Petersburgo, 1892 -Vivió en Finlandia-; Raivola, 1923)



(Versión de Javier Sologuren)


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