domingo, 14 de diciembre de 2008

QUIETUD AÚN INQUIETA






















Una noche mientras estaba sentado con la cabeza entre las manos se vio a sí mismo levantarse y partir. Una noche o día.

Porque su propia luz al extinguirse no lo dejó en la oscuridad. Una especie de luz entró entonces a través de la única ventana alta. Bajo ella aún el banco sobre el cual hasta que no pudo o quiso otra vez solía montar para ver el cielo. El no haber estirado el cuello para ver lo de abajo fue quizá porque la ventana no estaba hecha para abrirse o porque no pudo o quiso abrirla. Quizá porque conociendo demasiado bien lo de abajo no deseaba verlo otra vez. De modo que simplemente solía pararse allí elevado sobre la tierra y veía a través del cristal nublado el cielo sin nubes. Su luz débil inmutable como ninguna otra luz que pudiera recordar de los días y noches en que el día seguía de cerca a la noche y la noche al día. Esa luz exterior entonces cuando su propia luz se extinguió fue su única luz hasta que también se extinguió y lo dejó en la oscuridad. Hasta que también se extinguió.

Una noche o día entonces mientras estaba sentado con la cabeza entre las manos se vio a sí mismo levantarse y partir. Primero levantarse y quedar de pie aferrado a los bordes de la mesa. Luego sentarse otra vez. Luego levantarse y quedar de pie aferrado a los bordes de la mesa otra vez. Luego partir. Comenzar a partir. Sobre invisibles pies comenzar a partir. Tan despacio que sólo el cambio de lugar mostraba que partía. Como cuando desapareció sólo para reaparecer más tarde en otro lugar. Luego desapareció otra vez sólo para reaparecer otra vez más tarde en otro lugar otra vez. Así otra vez y otra vez desapareció otra vez sólo para reaparecer otra vez más tarde en otro lugar otra vez. Otro lugar en el lugar donde estaba sentado con la cabeza entre las manos. El mismo lugar y mesa que cuando Darly por ejemplo murió y lo dejó. Que cuando otros también por su parte antes y desde entonces. Que cuando otros también por su parte dejándolo hasta que él también por su parte. La cabeza entre las manos casi esperando que al desaparecer otra vez no reaparecería otra vez y casi temiendo que no. O meramente preguntándose. O meramente aguardando. Aguardando para ver si él mismo también o no. Se dejaría o no solo otra vez aguardando a que nada otra vez.

Visto siempre de atrás adonde quiera que fuese. El mismo sombrero y saco que entonces cuando marchaba por los caminos. Los caminos solitarios. Ahora como quien en un lugar desconocido busca la salida. En la oscuridad. En un lugar desconocido ciegamente en la oscuridad de la noche o el día busca la salida. Una salida. A los caminos. Los caminos solitarios.

Un reloj a lo lejos anunciaba las horas y las medias horas. El mismo que cuando entre otros Darly esa vez murió y lo dejó. Campanadas ahora fuertes como traídas por una brisa ahora débiles en el aire quieto. Gritos a lo lejos ahora débiles ahora fuertes. La cabeza entre las manos casi esperando que cuando la hora sonara la media hora no y casi temiendo que no. Igualmente cuando la media hora sonaba. Igualmente cuando los gritos por un momento cesaban. O meramente preguntándose. O meramente aguardando. Aguardando escuchar.

Hubo un tiempo en que a veces solía levantar su cabeza lo suficiente como para ver sus manos. Cuanto de ellas había para ver. Una sobre la mesa y la otra sobre la una. Descansando después de todo lo que habían hecho. Levantar su pesada cabeza un momento para ver sus pesadas manos. Luego apoyarla sobre ellas para que descansara también. Después de todo lo que había hecho.

En el mismo lugar dejado día tras día por los caminos. Los caminos solitarios. Recobrado noche tras noche. Recorrido de pared a pared en la oscuridad. La entonces pasajera oscuridad de la noche. Ahora como desconocido para quien ve que se levanta y parte. Desaparece y reaparece en otro lugar. Desaparece otra vez y reaparece otra vez en otro lugar otra vez. O en el mismo. Nada para mostrarlo como no el mismo. Ninguna pared hacia la cual o desde la que. Ninguna mesa vuelta a la cual o más lejos de la que. En el mismo lugar que cuando recorridos de pared a pared todos los lugares eran como el mismo. Ninguna pared hacia la cual o desde la que. Ninguna mesa vuelta a la cual o más lejos de la que. En el mismo lugar que cuando recorridos de pared a pared todos los lugares eran como el mismo. O en otro. Nada para mostrarlo como no otro. Donde nunca. Levantarse y partir en el mismo lugar de siempre. Desaparecer y reaparecer en otro lugar que nunca. Nada para mostrarlo como no otro donde nunca. Nada sino las campanadas. Los gritos. Lo mismo de siempre.

Hasta que tantas campanadas y gritos desde que fue visto por última vez que quizá no sería visto otra vez. Entonces tantos gritos desde que las campanadas fueron oídas por última vez que quizá no serían oídas otra vez. Quizá así el fin. A menos que un intervalo de calma. Entonces todo como antes. Las campanadas y gritos como antes y él como antes ahora allí ahora habiendo partido ahora allí otra vez ahora habiendo partido otra vez. Entonces la calma otra vez. Entonces todo como antes otra vez. Así otra vez y otra vez. Y paciencia hasta el único fin seguro del tiempo y el pesar y el yo y el segundo yo el verdadero.

Como alguien en sus cabales cuando finalmente estuvo afuera otra vez aún no sabía por qué no estaba desde hace tiempo afuera otra vez cuando comenzó a preguntarse si estaba en sus cabales. ¿Acaso puede alguien no en sus cabales razonablemente decirse que se preguntaban si estaba en sus cabales y utilizaba lo que le quedaba de razón en esas perplejidades del modo en que debe decirse de él si es que algo debe decirse? Fue por lo tanto como un ser más o menos razonable que emergió finalmente sin que supiera cómo al mundo exterior y no había estado allí más de seis o siete horas por reloj cuando no pudo sino comenzar a preguntarse si estaba en sus cabales. Por el mismo reloj cuyas campanadas eran aquellas oídas innumerables veces durante su confinamiento mientras anunciaba las horas y medias horas y así en cierto sentido al comienzo motivo de tranquilidad hasta que finalmente de alarma por no sonar con más fuerza ahora que en el principio cuando su sonido era amortiguado por las cuatro paredes. Entonces buscó consuelo pensando en alguien que se apura hacia el oeste al atardecer para obtener una mejor visión de Venus y no encuentra ninguna. Del único otro sonido los gritos que aliviaba su soledad mientras extraviado en el sufrimiento estaba sentado con la cabeza entre las manos lo mismo era cierto. De su procedencia vale decir la del reloj y los gritos lo mismo era cierto vale decir tan imposible de determinar ahora como naturalmente tampoco entonces. Utilizando en todo eso lo que le quedaba de razón buscó consuelo pensando que su memoria del interior estaba quizá en un error y no encontró ninguno. Para aumentar la ansiedad su paso tan silencioso como cuando descalzo pisaba el suelo. Así todos los oídos de mal en peor hasta que al final cesó si no de oír de escuchar y se puso a examinar los alrededores. Resultado finalmente estaba en un campo cubierto de pastos lo cual ayudaba a explicar si no otra cosa su paso y luego un poco más tarde como para comenzar aquello de algún modo para aumentar su desazón. Porque no podía recordar ningún campo cubierto de pastos desde el mismísimo corazón del cual no se divisara algún límite de cierto tipo sino siempre en algún rincón y otro algún confín a la vista como una cerca u otro tipo de barrera desde la cual retornar. Ni al mirar con mayor atención para empeorar las cosas era este el corto pasto verde que le parecía recordar masticaban los rebaños y manadas sino largo y de un color gris claro que viraba aquí y allí al blanco. Entonces buscó consuelo pensando que su memoria del exterior estaba quizá en un error y no encontró ninguno. Así todos los ojos de mal en peor hasta que al final cesó si no de ver de mirar (a su alrededor o con mayor detenimiento) y se dispuso a pensar. Con este fin y a la falta de una roca sobre la cual sentarse como Walther y cruzar las piernas lo mejor que pudo hacer fue detenerse y quedarse inmóvil cosa que hizo tras un momento de duda y por supuesto bajar la cabeza como alguien que está meditando profundamente cosa que hizo tras un momento de duda también. Pero pronto cansado de remover vanamente esos restos mentales avanzó a través del pasto largo y grisáceo resignado a no saber dónde estaba o dónde estaba yendo o cómo iba a regresar al lugar de donde no sabía cómo había venido. Así sucesivamente sin saber y sin una meta a la vista. Sin saber y lo que es más sin deseos de saber ni en realidad deseos de ningún tipo ni por lo tanto ningún pesar excepto que hubiera deseado que las campanadas cesaran y los gritos de una vez por todas y lamentaba que no lo hicieran. Las campanadas ahora débiles ahora fuertes como traídas por la brisa aunque ni un soplo y los gritos ahora débiles ahora fuertes.
Así sucesivamente hasta detenerse cuando a sus oídos desde el profundo interior de una palabra que él incapaz de atraparla terminara donde nunca hasta entonces. Descansar entonces antes de que otra vez desde no mucho hasta tanto tiempo que quizá nunca otra vez y entonces otra vez débil desde el profundo interior oh cómo y allí esa palabra perdida otra vez que terminara donde nunca hasta entonces. De todas formas cualquiera que fuese terminara y así sucesivamente ¿no estaba él ya mientras parado allí tan encorvado y a sus oídos débil desde el profundo interior otra vez y otra vez oh como un algo y así sucesivamente no estaba él por lo que lejos como podía ver ya allí donde nunca hasta entonces? Porque cómo podría incluso alguien como él habiéndose encontrado una vez en tal lugar no sentir el escalofrío de encontrarse en él otra vez cosa que no había ocurrido ni habiendo sentido el escalofrío buscar consuelo en vano en el así llamado pensamiento de que habiendo de algún modo escapado antes podría de algún modo escapar otra vez cosa que no había ocurrido. Allí entonces todo ese tiempo donde nunca hasta entonces y por lo que a él concernía no podía ver en ninguna dirección cuando levantaba la cabeza peligro alguno o esperanza por así decir de poder alguna vez escapar de allí. Iba entonces ahora a seguir adelante sin que importara en una dirección y ahora en otra o por otra parte ahora no inquietarse más como bien podía ser vale decir como aquella palabra perdida podría ser que si para avisarle que evitara tales cosas por tristes o malas por ejemplo entonces desde luego pese a todo lo primero y si lo contrario entonces desde luego lo otro vale decir no inquietarse más. Tales cosas y muchas otras del mismo tipo el rumor de su mente así llamada hasta que nada hubiera del profundo interior sino cada vez más débil oh que terminara. No era cosa de cómo ni dónde. El tiempo y el pesar y el yo así llamado oh que terminara.



Samuel Beckett (Dublín, 1906-París, 1989)



(Traducción: C.E. Feiling -, Babel Nº15, marzo 1990)






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