domingo, 18 de enero de 2009

LA JAULA DE LA SENTENCIA

III

Los que marcan los libros mueren jóvenes,
lo invisible quema nuestros actos con la fuerza del sol.
No hay libertad en la transparencia de las partituras,
no hay libertad a la hora confiscada por el cielo,
tatuamos nuestros días con el dedo de un dios.

Hijo de la paz y las decapitaciones,
hijo de la semilla que derrama el ahorcado,
no hay libertad en los ladrillos rojos,
no hay pureza en la palabra que dicta la noche a los patios.
Escondes tus libros del amanecer,
no pones en ellos tu nombre,
sólo tu luz de animal,
sólo tu caballo en la casa del padre.
No estás a resguardo,
no estás a resguardo.

Temes más a los vivos que a todos los espectros.
Mueren jóvenes aquellos que se van,
los viejos mueren viejos en sus camas,
los que marcan los libros y los que no los marcan,
los que cantan plegarias,
también los que maldicen,
los que esperan en la paz del señor,
los que van a la guerra con traje,
todos, todos.

Sólo tú cuando comes el fuego,
sólo tu caballo en la casa del padre,
sólo tu luz de animal,
hijo proscrito contra mi abecedario,
hijo cojo ante el ramo del sol.

Los que marcan los libros mueren jóvenes,
también los que les rezan,
también los que les ladran.
Cualquier otra verdad es ominosa,
cualquier otra mentira es un campo de alambres,
la palabra que viene, va descalza.



Javier Bello (Chile, Concepción, 1972)





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