jueves, 29 de enero de 2009

LE DONNE



























Hubo mujeres serenas
con claros ojos, infinitas
en su silencio
como las comarcas
llanas donde corre un río;
hubo mujeres bajo luces
de oro émulas del estío
y del incendio,
similares a mieses
lujuriosas
que la hoz no ha rozado
pero devora el fuego
de los astros bajo un cielo cruel;
hubo mujeres tan leves
que una palabra
las volvió esclavas
como copa invertida
aprisiona a una abeja;
hubo otras con pálidas manos
que disiparon duros pensamientos
silenciosas;

y otras con manos exiguas
y flexibles cuyo lento
juego parecía insinuarse
dividiendo las venas
como hilos de urdimbre
tintas de ultramarino;
otras pálidas, laxas,
devastadas por besos,
resecas por amor
hasta la médula,
confundido el ardiente
rostro entre los cabellos,
con las narices como
intranquilas aletas,
con los labios como
palabras pronunciadas,
con los párpados como
las violetas.
Y hubo más todavía,
y maravillosamente
yo las he conocido.

Conocí el cuerpo desnudo
ante ía voz, la risa,
el paso y el perfume. El sonido
de un paso nunca oído
me volvió ansioso
como música que se oye
filtrarse en el remoto
cuarto por cerradas puertas
de tanto en tanto, y el corazón ansia.
¡Hermosas bocas, yo dije ya vuestras
virtudes, yo os alabé diversas
como surgente
de la tierra, como las lluvias
de las estaciones!


Gabriele D'Annunzio

(Traducción de Horacio Armani,
en su Antología de la Poesía
Italiana Contemporánea, para
Litoral- Ed.Unesco, no bilingüe)



Gabriele D'Annunzio (Pescara, 1863 - Gardone, 1938). Escritor italiano de extraordinaria precocidad y vida extravagante, clasificado por los críticos dentro del decadentismo y cuyas obras ocuparon un lugar central en la literatura de su país. Gracias a la colaboración de su padre publicó a los dieciséis años sus primeras poesías, Primo vere (1879) con el seudónimo de Floro Bruzio. Alumno brillante pero indisciplinado, no terminó los estudios universitarios que empezó en Roma en 1881. Comenzó, en cambio, una intensa vida social y literaria, la frecuentación de salones y damas, las tumultuosas relaciones amorosas y los beneficiosos contactos intelectuales que construyeron ese "vivir inimitable", en palabras del propio protagonista, que se prolongó hasta su muerte. Su matrimonio con la duquesa Maria di Gallese, los amores exhibicionistas, las huidas de los acreedores, el vuelo sobre Viena, la "beffa di Buccari" (un episodio de heroísmo bélico) o la reconquista del Fiume construyeron una existencia de escándalos y proezas. No menos aparatosa resulta su biografía literaria. Si a los dieciséis años había sido recibido por el crítico Giuseppe Chiarini como "el nuevo poeta de Italia", por igual clamorosas son las críticas y debates que provocan sus obras posteriores. Sin embargo, debajo de la increíble rapidez de su escritura, de las libertades barrocas y de la habilidosa capacidad de capturar todas las tendencias modernas, hay una sutil repetición de modelos y numerosas acusaciones de plagio que llevaron a Mario Praz a definirlo como "una monumental enciclopedia del decadentismo europeo". Su producción suele agruparse en poesía, narración y teatro, aunque también escribió diversas obras en prosa: discursos, memorias, guiones de cine y cartas que forman parte de su obra completa. Su poesía revela el influjo inicial de Carducci que se atenúa en Canto novo (1882) y se expande hacia el horizonte lírico de la tradición italiana en Intermezzo di rime (1883 y 1894) y Poema paradisíaco (1893). Este ciclo juvenil deudor de los parnasianistas franceses, de los prerrafaelistas ingleses y de los poetas italianos de los siglos XV y XVI evoluciona en una segunda etapa, de irresistible vitalidad, hacia el tema del superhombre nietzscheano y los mitos griegos. Entre 1896 y 1903 desarrolló el ciclo de los Laudi, dividido en tres libros, que publicó como Laudes del cielo, del mar, de la tierra y de los héroes (1903), al que se añadió después un cuarto volumen: Merope (1912). En el segundo de estos libros se encuentra Alcyone, considerada su obra maestra. Esta suerte de "tregua" de la ascención del héroe es una inmersión en la sensualidad alegre y cálida del verano, hecha solamente de sensaciones y de atmósfera. La falta de construcción, de núcleo lógico, la han convertido en una de las cumbres de la poesía "decadente" y en una anticipación del lenguaje de las vanguardias. Después de primeros relatos de Terra Vergine (1882), recogidos en Novelle della Pescara (1902), D´Annunzio publicó El placer (1889), novela con la que inauguró su ciclo de relatos crepusculares y kitsch, extraños repertorios de amores perfumados y exageraciones de la sensualidad burguesa. A El inocente (1892), llevada al cine por Visconti, y El triunfo de la muerte (1894), publicadas con tanto éxito como escándalo, le siguieron Las vírgenes de las rocas (1895) y Quizás sí, quizás no (1905). Acosado por los acreedores, huyó a Francia, donde publicó en francés El martirio de San Sebastián (1911), al que puso música Debussy. Este drama, junto con las tragedias Francesca da Rimini (1902), La hija de Iorio (1903) y La nave (1908) forman parte de su teatro, construido como precioso y artificial arabesco, sin mayores tensiones dramáticas. Quizás su mejor tragedia sea La ciudad muerta (1896) que, escrita para Eleonora Duse, terminó por representar Sarah Bernhardt, en 1898. D´Annunzio, que tuvo mucho éxito con las mujeres, a las que seducía no tanto por su aspecto físico como con su voz y su conversación, representa un ejemplo típico de los escritores que convirtieron su biografía en parte de su creación literaria. En la actualidad, los estudiosos afirman que debajo de tanta verborrea real y literaria no había una auténtica sensibilidad estética ni una sincera emoción poética. Los pactos con Mussolini, del que fue "poeta oficial", le permitieron pasar tranquilamente los últimos años de su vida en la villa de Cargnacco, sobre el lago de Garda. Su apoyo al régimen a cambio de prebendas económicas le permitió mantener esa mansión, llamada Vittoriale degli italiani, a la que convirtió en museo y oscuro centro de peregrinaje de exaltación patriótica. La "venta" de su nombre podía servirle para cobrar una fortuna como guionista de Caviria (1914), un filme de gran éxito de Giovanni Pastrone, o para darle un barniz culto al fascismo que le pagaba espléndidamente su colaboración. Muerto y enterrado con todos los honores, poco de su obra pudo sobrevivir a la crítica implacable del tiempo.


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