martes, 21 de abril de 2009

EL DULCE PAÍS



Entonces,

tus ojos eran caramelos de miel
y hablabas de las bicicletas
que regalaba el Niño Dios
a los que no podíamos comprarlas.
El río se callaba
para que tú contaras figuritas.
Yo era alegre,
y eran alegres los nísperos del patio.
Y tú eras otro,
no el hombre de hoy,
lejano como todos.
Cada domingo era una sorpresa de ciruelas,
de plaza con hamacas.
Tu padre cantaba en el taller
mientras tu madre
lavaba mamelucos de amor y aceite.
El mío no había partido todavía
y llegaba al hogar con dulces y regalos.
Yo oía con asombro tus mentiras
y creía en gigantes voladores
y en ángeles guardianes
que cuidaban tu ropa y mis zapatos.
Por cada diente
el ratón nos compraba mandarinas.
La abuela, abría el gran ropero
y sacaba turrones
envueltos en papeles crocantes.
Si vuelves, como entonces,
con sombrero de piel
y las manos con barro
verás, que guardo aún
el corazón de las manzanas.


(De El corazón de las manzanas)

Susana Cabuchi (Argentina, Córdoba, Jesús María, 1948)



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