miércoles, 6 de mayo de 2009

CATATAU



(Un fragmento)

Los antiguos abrían bueyes para ver un futuro en estructura de tripa: ejércitos huyendo, granizo, ríos desbordados, gente sangrando, espadas fuera de la vaina, cosechas, ciudades quemadas. Más recientemente, corté algunos trozos para que me admitieran en los círculos más próximos a las intimidades de la vida. La ciencia llegó allí, se paró: fueron necesarios cuchillos. Ya disequé un montón: la lama cortó por donde la cabeza debía comprender, dividí los menudos para estar contento. Adelanto que no hay bicho que yo entienda. Cuanto más grande el ojo, más denso se vuelve, el oso hormiguero se hormigueriza del todo: queriendo captar su verdad en un abrir y cerrar de ojos y en un cambiar de lente, pescar en el aire. Pero quizá no valga la pena. Ninguno vale un cuadrado, un círculo, un cero. ¿Y a mí que me importa? De aquí a lo infinitamente grande o a lo infinitamente chico la distancia es la misma, tanto da, poco importa. Canta la máquina-pájaro, pasta la máquina-tapir: caza la máquina-bicho. No soy máquina, no soy bicho, soy Rene Descartes, por la gracia de Dios. Al enterarme de esto me vuelvo entero. Fui yo el que fabricó esta selva: salgan de ella puentes, fuentes y mejoras, periplos de indios bravos o aldehuelas de Baviera. ¡Expendo Pensamientos y extiendo la Extensión! Pretendo una Extensión pura, sin la escoria de vuestros corazones, sin el menstruo de esos monstruos, sin las heces de esas reses, sin la brutalidad de esas tesis, sin la bosta de esas bestias. ¡Abajo las metamorfosis de esos bichos, camaleones robando el color de la piedra! Polvos en seco: en el huevo, ¿quién encontró primero al otro, un ala parecida a un gajo o un tirón en busca de agasajo? No saben qué hacer de sí mismos, los insectos toman la forma de la hoja: ¿Y la forma? ¡Cosas de la vida! ¡Venid a mí, geometrías, figuras perfectas, Platón, abre el corral de arquetipos y prototipos; Formas geométricas, embestid con vuestras aristas únicas, ángulos imposibles, filos invisibles a simple vista, contra lo bestial de estas bestias, sus barbillas barbudas, cuerpos retorcidos, picos difíciles de explicar, cifras embarazadas de mutaciones, ojos de rodaja de cebolla! ¡Venid, círculos contra los osos hormigueros, cuadrados en lugar de tucanes, losanges en vez de tatús, bienvenidos, ¡Mi ingenio contra esos ingenios! ¡La sed que se suma a la fe que hambrea! Me falta realidad. Ahí cabalga la pereza más parecida a mí, pero no vence a la arcilla humana, que sabe decir no. Desde los años más verdes, me tentaron el eclipse y la economía dé los esquemas. Eximio, con la mayor habilidad para manejar ausencias, busqué apoyo en los últimos reductos del cero. Fue la época en que más prestigié el silencio, el ayuno y el no. La geometría. El casi no pensar. El cuadrado es casi nada. Un círculo prácticamente falta, traza una línea al borde del ocio: pensar un problema de geometría es desviar de un vuelo sin decir pío. Para el geómetra, el ser se reduce a la mínima nada. ¿Quién soy yo para alterarlo? Esa araña geometriza sus caprichos en la Idea de esa tela: enmarañada la fábrica de líneas y está esperando que le caiga a ciegas un bicho: ahí trabaja, ahí cela, ahí descansa. Anda por el aire, se sustenta del éter, obra a partir de la nada: no vacila, no duda, no erra. Organiza el vacío por delante, palpa, papa y palpita, resplandece en la nada donde se engasta y se agarra de la alhaja en que pena, desierto de rectas donde la geometría no corre riesgos pero es cagada. Esa desolación del verde en este desierto atiborrado se está nutriendo de mis hechos de armas y pensamientos. ¿Sabes con quién estás hablando? Cultivé mi ser, me hice de a poco: me constituí. Las letras me alimentaron desde la infancia, mamé en los compendios y me abrevé en las nociones de las naciones. Consulté índices y comparé episodios. Desaté el nudo de las actas, manoseé manuales y saqueé tomos. Ojo nocturno y diurno, empalmé las letras formando calles: tropecé en las comas, caí en el abismo de las reticencias, yací en las cárceles de los paréntesis, hice rodar las piedras de molino de las mayúsculas, adelgacé el nudo gordiano de los signos de interrogación,el florete de las exclamaciones me traspasó, encallecí la mano hidalga pasando páginas. Por descifrar enigmas tiii un Edipo: por hacer rodar cogitaciones un Sísifo: por multiplicar hojas en el aire un otoño. Entré en guerras y en tolderías: asiduo en el atrio de las basílicas, crucé mares, me encaramé al palo de los navios,sobre el mármol de los palacios y la cabeza de las cobras, me quedo con Parménides, fluyo con Heráclito, trasciendo con Platón, disfruto con Epicuro, me privo estoicamente, dudo con Pirro y creo en Tertuliano, porque es más absurdo. Linterna en mano golpeé a la puerta de los volúmenes, mendigándoles un sentido. Y en la noche oscura de las bibliotecas me iluminaba el cíelo la luz de los asteriscos, Maté uno a uno los bichos de la biblia. Me dixit magister quod ipsi magistri dixerunt: Thyphus degli Odassi, Whilem Van der Overthuisen, Bassano di Alione, Ercole Bolognetti, Constantin Huyghens, Bernardino Baldi, Cosmas Indicopleustes, Robert Grosseteste et ceteri. Estoy en el latín como esos bichos en casa de fieras, golpeo la cabeza contra las paredes, camino de muro a muro, sumando millas. Diviso. Me senté a la mesa de los notables, acompañé a varones insignes, así soy yo, nacido y hecho. Un hombre hecho de armas y de pensamientos. Mis virtudes, coartadas, inmunidades y potencias: la náutica, la cinegética, la haliéutica, la políorcética, la patrística, la didascalia, el pancracio, la exégesis, la heurística, la ascesis, la óptica, la cabala, la bucólica, la casuística, la propedéutica, fábulas, apoteosis, partenogénesis, exorcismos, soliloquios, panaceas, metempsicosis jeroglíficos, palimpsestos, incunables, laberintos, bestiarios y fenómenos. Me curvé con ceremonia ante reyes y damas. La piedra de los templos me hirió en la rodilla derecha, horas mías en el oro de relojes perfectos. Me incliné sobre libros a ver pasar ríos de palabras. Todos los ramos del saber me cautivaron, Sebastián flechado por las dudas de los autores. Navegué con fortuna entre la higiene y el bautismo, entre el catecismo y el escepticismo, la idolatría y la iconoclastia, el eclecticismo y el fanatismo, el pelagianismo y el quietismo, el heroísmo y el egoísmo, la apatía y el nerviosismo y emergí incólume frente al sol naciente de la buena doctrina, entre el precipicio y su borde. Sin haber renunciado aún a los brincos en que la infancia consume sus días, me di al florete, los juegos de espada me absorbieron del todo. Extenué a maestros duchos en tal arte. Mi pensamiento afilaba láminas día y noche, trabajaba posturas y estocadas, desgarrado en una maraña de espadines, un florete recogió las flores del aire- Habité aposentos diversos del palacio de la espada. El primer florete esgrimido exhibe el peso de todas las confusiones, el onus de un huevo, estertores de bicho y una lógica que adivinan cinco dedos. En los florilegios de las posturas de las primeras prácticas, Vuestra Merced es bueno. La espada se da, la mano florece naturalmente en florete, primavera a flor de piel. Pero de repente el florete vira y te muerde la mano. Nada más incierto; Vuestra Merced se pierde en un laberinto de posiciones, tajos, punzadas, deposiciones, puntos y formas. A partir de ahí lo menos que puede suceder es que uno se dé vuelta y arroje lejos el florete: se abre un abismo entre la mano y la espada. Sin embargo hay que mantenerse firme. Muchos se echan atrás, pocos perseveran. Vencido este lance comienza la verdadera práctica. Es la segunda morada del palacio: muchos trabajos, poco consuelo. Pero entonces el florete ya es un instrumento. Largo, se prolonga. Un día, lejos de la espada, la mano se contorsiona al comprender y toca la primera punta del filo, la Lógica. Vuestra Merced ya es de la casa, admitido a la cuarta morada. La conversación con el estilete ya es sin reservas. Lo característico de esta morada es el menguado pensar: una geometría de mínimo discurso. La mano sostiene la espada como si fuera un huevo, dedos tan flojos que no lo quiebren y tan firmes que no caiga. De que Vuestra Merced y la espada contemplan el mismo destino, usted se entera: entero está ahora. Aquí se multiplican los corredores, ¿quod vitae sectabor iter? Al no pensar en mi persona elegí mal: di en pensar que yo era una espada sin entender que precisaba de ella. Las luces del entendimiento parpadeaban. Pero el remedio para mis males no estaba lejos. Redacté el tratado de esgrima en que expuse los resultados de mi industria. Pero al escribir, dejé de entenderme a mí mismo en aquella artimaña. Entonces, ya que me encontraba en edad del servicio militar, puse mi espada al servicio de los príncipes gemelos, y de los Heeren XIX de la Compañía de las Indias. Pero arrojé los floretes para empuñar la pluma. Porfían discretos: si la flor o la pluma nos autorizan mejor a las eternidades de la memoria. Hoy ya no florecen en mi mano. Hice números con el cuerpo y fue esgrima, números con las cosas y fue ciencia, números con el verbo y fue poesía. Anclé la cabeza llena de humo en el mar de este mundo de humos donde moriré de tanto mirar. ¿Jugar duele? Aunque los charlatanes se batan acalorados, hoy en día ya no existe la guerra, que así mal llamo a esas prestaciones de mercenarios cuya bravura se compra por diez centavos y vale diez centavos. Ni a ese conjunto cada vez más mayor de gente que, venciendo combates más por el número que por el denuedo o los altos compromisos, llamaré guerrero. ¿Acaso ese concurso de cañonazos no borró el dibujo de los blasones, insignias y divisas en un báratro de estrépitos donde se confunden las personas, las cualidades y los estados?


Paulo Leminski (Brasil, Curitiba, 1944- 1989)
(Traducción de Roberto Echavarren)



Os antigos abriam bois para ver futuro em estrutura de tripa: exércitos em fuga, granizo, rios na cheia, gente sangrando, espadas fora das bainhas, colheitas, cidades incendiadas. Mais recente, separei em pedaços para me admitirem nos círculos mais chegados às intimidades da vida. Ciência é isso, chegou ali, parou: facas foram precisas. Já dissequei muito: a lâmina cortou onde a cabeça devia entender, dividi em miúdos para me dar por satisfeito. Adianto que não há bicho que eu entenda. Maior o olho, mais denso fica, o tamanduá se tamanduíza com toda a força: querendo captar sua verdade num piscar de olho e num cambiar de lente, apanhá-lo na primeira. Talvez, porém, não vale a pena. Nenhum vale um quadrado, um círculo, um zero. E a mim que me interessa? Daqui ao infinitamente grande ou ao infinitamente pequeno, a distância é a mesma, tanto faz, pouco me importuna. Ali canta a máquinapássaro, ali pasta a máquina-anta: ali caga a máquina-bicho. Não sou máquina, não sou bicho, eu sou René Descartes, com a graça de Deus. Ao inteirar-me disso, estarei inteiro. Fui eu que fiz esse mato: saiam dele, pontes, fontes e melhoramentos, périplos bugres e povoados batavos. Eu expendo Pensamentos e eu extendo a Extensão! Pretendo a Extensão pura, sem a escória de vossos corações, sem o mênstruo desses monstros, sem as fezes dessas rezes, sem a besteira dessas teses, sem as bostas dessas bestas. Abaixo as metamorfoses desses bichos,— camaleões roubando a cor da pedra! Polvos no seco: no ovo quem deu antes no outro, uma asa na linha do galho ou um pulo em busca de agasalho? Não sabem o que fazer de si, insetos pegam a forma da folha; mimeses. E a forma? Coisas da vida! Vinde a mim, geometrias, figuras perfeitas, — Platão, abri o curral de arquétipos e protótipos; Formas geométricas, investi com vossas arestas únicas, ângulos impossíveis, fios invisíveis a olho nu, contra a besteira dessas bestas, seus queixos barbados, corpos retorcidos, bicos embaraçosos de explicar, chifres atrapalhados por mutações, olhos em rodela de cebola! Vinde círculos contra tamanduás, quadrados por tucanos, losangos verso tatus, benvindos! Meu engenho contra esses engenhos! A sede que some fede que fome! Falta-me realidade. Lá cavalga preguiça quem se parece mais comigo, mais não pôde a argila humana. Apenas alguém que sabe dizer não. Desde verdes anos, tentaram-me o eclipse -e a economia dos esquemas. Exímio dos mais hábeis nos manejos de ausências, busquei apoio nos últimos redutos do zero. Foi a época que eu mais prestigiei o silêncio, o jejum e o não. A geometria. Quase não pensar. Quadrado é quase nada. Um círculo praticamente falta, traçar uma linha beira o ócio: pensar um problema de geometria é desviar dum vôo sem dar um nulo pio. Quando geômetra, ser se ao que há de mais nada. Quem sou eu para mudá-lo? Essa aranha geometrifica seus caprichos na Idéia dessa teia: emaranha a máquina de linhas e está esperando que lhe caia às cegas um bicho dentro: aí trabalha, aí ceia, aí folga. Caminha no ar, sustenta-se a éter, obra de nada: não vacila, não duvida, não erra. Organiza o vazio avante, apalpa, papa e palpita, resplandecente no nada onde se engasta e agarra-se pela alfaia em que pena, deserto de retas onde a geometria não corre riscos mas se caga. Esta desolação do verde neste deserto cheio está se prevalecendo de meus feitos de armas e pensamentos. Sabe (1) com quem está falando? Cultivei meu ser, fiz-me pouco a pouco: constitui-me. Letras me nutriram desde a infância, mamei nos compêndios e me abeberei das noções das nações. Compulsei índices e consultei episódios. Desatei o nó das atas, manuseei manuais e vasculhei tomos. Olho noturno e diurno, palmilhei as letras em estradas: tropecei nas vírgulas, caí no abismo das reticências, jazi nos cárceres dos parênteses, rolei a mó das maiúsculas, emagreci o nó górdio das interrogações, o florete das exclamações me transpassou enchi de calos a mão fidalga torcendo páginas. Em decifrar enigmas, fui Édipo; enrolar cogitações, Sísito (2); em multiplicar folhas pelo ar, outono. Freqüentei guerras e arraiais; assíduo no adro das basílicas, cruzei mares, pisei o pau dos navios, o mármore dos paços e a cabeça das cobras. Estou com Parmênides, fluo com Heráclito, transcendo com Platão, gozo com Epicuro, privome estoicamente, duvido com Pirro e creio em Tertuliano, porque é mais absurdo. Lanterna à mão, bati à porta dos volumes mendigando-lhes o senso. E na noite escura das bibliotecas iluminava-me o céu a luz dos asteriscos. Matei um a um os bichos da bíblia. Me dixit magister quod ipsi magistri dixerunt: Thyphus dégli Odassi, Whilem Van der Overthuisen, Bassano di Alione, Ercole Bolognetti, Constantin Huyghens, Bernardino Baldi, Cosmas Indicopleustes, Robert Grosseteste et ceteri. Estou em latim como esses bichos na casa de feras, bato a cabeça nas paredes, caminho de muro a muro somando milhas. Diviso. Sentei-me à mesa dos notáveis, particularizei a companhia de varões insígnes, isso tal eu mesmo nato e feito. Um homem feito de armas e pensamentos. Minhas virtudes, álibis, imunidades e potências: a náutica, a cinegética, a haliêutica, a poliorcética, a patrística, a didascália, o pancrácio, a exegese, a heurística, a ascese, a ótica, a cabala, a bucólica, a casuística, a propedêutica, fábulas, apoteoses,partenogêneses, exorcismos, solilóquios, panacéias, metempsicoses, hierooglifos, palimpsestos, incunábulos, labirintos, bestiários e fenômenos. Cerimônias me curvaram ante reis e damas. A pedra dos templos feriu-me o joelho direito. Horas minhas no ouro de relógios perfeitos. Debrucei-me sobre livros a ver passar rios de palavras. Todos os ramos do saber humano me enforcaram, sebastião flechado pelas dúvidas dos autores. Naveguei com sucesso entre a higiene e o batismo, entre o catecismo e o ceticismo, a idolatria e a iconoclastia, o ecletismo e o fanatismo, o pelagianismo e o quietismo, entre o heroísmo e o egoísmo, entre a apatia e o nervosismo, e saí incólume para o sol nascente da doutrina boa, entre a aba e o abismo. Mal emerso dos brincos em que consome puerícia seus dias, dei-me ao florete, os exercícios da espada absorviam-me inteiro. Mestres suguei escolados na arte. Meu pensamento laborava lâminas dia e noite, posturas e maneios, desgarrado numa selva de estoques, florete colhendo as flores do ar. Habitei os diversos aposentos das moradas do palácio da espada. O primeiro florete que te cai na mão exibe o peso de todas as confusões, o ônus de um ovo, estertores de bicho e uma lógica que cinco dedos adivinham. Nos florilégios de posturas das primeiras práticas, Vossa Mercê é bom. A espada se dá, sua mão floresce naturalmente em florete, a primavera à flor da pele. Todavia de repente o florete vira e te morde na mão. Não há mais acerto; Vossmercê não se acha mais naquele labirinto de posições, talhos, estocadas, altabaixos, pontos e formas. Passa-se a onde o menos que acontece é o dar-se meiavolta e lançar de si o florete: abre-se um precipício (3) entre a mão e a espada. Agora convém firmeza. Muitos desandam, poucos perseveram. Vencido este lanço, a prática verdadeira começa. E a segunda morada do palácio: muitos rabalhos, pouca consolação. Aí o florete já é instrumento. Longo dura. Um dia, longe da espada, a mão se contorce no seu entender e pega a primeira ponta do fio, a Lógica. Vosmecê já é de casa, acesso à quarta morada. A conversação com o estilete é sem reservas. O próprio desta morada é o minguado pensar: uma geometria, o mínimo de discurso. Tem a mão a espada como a um ovo, os dedos tão frouxos que o não quebrem e tão firmes que não caia. De que o mesmo destino contempla vosmecê e a espada — você se inteira: inteiro está agora. Aqui se multiplicam corredores, quod vitae sectabor iter? No concernente à minha pessoa, escolhi errado: dei em pensar que eu era espada e desvairar em não precisar dela. As luzes do entendimento bruxuleavam. Não estava longe a medicina dos meus males. Compus o papel de esgrima em que meti a palavreado o resultante de minha indústria passada. O texto escrito, não mais me entendi naquela artimanha. Em idade de milícia pus então minha espada a serviço de príncipes, — estes gêmeos e os Heeren XIX (4) da Companhia das Índias. Larguei de floretes para pegar na pena, e porfiam discretos se a flor ou a pluma nos autorizam mais às eternidades da memória. Hoje, já não florescem em minha mão. Meti números no corpo e era esgrima, números nas coisas e era ciência, números no verbo e era poesia. Ancorei a cabeça cheia de fumaça no mar deste mundo de fumos onde morrerei de tanto olhar. Julgar dói? Arapongas batam ferros no calor, no presente, já não há mais guerra, que assim mal (5) chamo a esses préstimos de mercenários cuja bravura se compra a dez tostões e dez tostões vale. Nem a essa cópia cada vez maior de gente que vencendo combates mais pelo número que pelo denodo ou altos cometimentos — chamarei guerreiro. Esse concurso todo de bombardas por ventura não borrou as linhas dos brasões, insígnias e divisas, num báratro de estrépitos onde se embaralham pessoas, qualidades e estados?



(1): Você sabe com Houve um decréscimo na 3a lição.
(2): Sísifo.
(3): abismo
(4): Nassau era do signo de Gêmeos. Os Heeren XIX eram a suprema assembléia da Companhia das Índias Ocidentais.
(5): assim não chamo





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