jueves, 28 de mayo de 2009

UNA PLAZA, UNOS PUENTES



Son los puentes. Ahora

como entonces. Siempre los puentes o sus cercanías
en torno a la Ciudad, sobre las aguas
injuriadas, oscuras. ¿Qué país avanzaba
por los puentes? ¿Qué rostros
de la historia? ¿Qué antigua
condición ofendida regresó por el aire
reclamando su espiga y su corola,
su parcela de luz en el regazo de la tierra y del cielo,
su preterido sitio en el convite fraterno de la vida?

Los puentes y la plaza se mancharon
de sangre, se mancharon
de muerte. No hay lejía
que lave ese sudario. Vano será que frieguen
esas losas, que pulan esa piedra hasta gastarla
para borrar el crimen,
que baldeen los patios con ácidos de olvido,
o nos aturdan radios y periódicos con la turbia hojarasca del instante continuo.

Vano será. Las manchas
en la plaza, las manchas en los puentes percuden la memoria,
hieren el sueño, escriben
con letras de pasión un nombre nuevo,
un viejo nombre. El nombre
de este país saqueado a ras de expolio,
despierto al fin a filo de futuro,
a corazón en claridad crecido.

Las manchas, indelebles.



Edgar Morisoli


(sugerido por Marisa Negri)


Edgar Morisoli. Nació en Acebal, pcia de Santa Fe, en 1930. Reside en La Pampa desde 1956. Obra publicada: “Cuatro cantatas”, “Salmo bagual”, “Solar del Viento”, “Tierra que sé”, “Al sur crece tu nombre”, “Obra callada”, “Cancionero del Alto Colorado”, “Bordona del otoño/ Palabra de intemperie”, “Hasta aquí la canción”, “Cuadernos del rumbeador”, “La lección de la diuca” entre otros.





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