lunes, 20 de julio de 2009

EN LOS DÍAS DE LOS COLORES DEL PRISMA


pero no en los días de Adán y Eva sino cuando sólo existía
Adán; cuando no había humo y los colores
eran puros, pero no por el refinamiento
del arte primitivo
sino por su originalidad; sin nada que los alterara

salvo la niebla que subía, lo oblicuo era una variante
de lo perpendicular, simple de ver
y explicar. Ya
no lo es, ni tampoco el espectro azul, rojo y amarillo
de los colores conserva su secuencia. También

se trata de una de esas cosas en las que se puede interpretar
mucho de particular; la complejidad no es un crimen pero,
llevada al extremo de la oscuridad,
nada resulta simple. Además
la complejidad, que se ha aliado con la oscuridad,

en vez de reconocer que es como una peste, se mueve
por todas partes para confundirnos con la funesta falacia
de que la insistencia
es la medida del éxito y de que toda verdad
debe ser oscura. Principalmente de paso, la sofisticación está

donde siempre ha estado, en las antípodas
de las grandes verdades primeras. "Una parte estaba a rastras,
otra a punto de arrastrarse y el resto
se encontraba aletargado en su guarida". En el andar irregular
y paticorto, en el gorjeo y en todas las trivialidades tenemos

la clásica multitud de pies. ¡Con qué propósito! La verdad no está
en el Apolo Belvedere, ni en lo formal. La ola puede cubrirla si
quiere.

Sabed que estará allí cuando diga:
"Seguiré allí cuando la ola haya pasado".




Marianne Moore (EEUU -Saint Louis- Missouri, 1887 - Nueva York,1972)


(Traducción de Lidia Taillefer
de Haya)
IN THE DAYS OF PRISMATIC COLOR

not in the days of Adam and Eve, but when Adam
was alone; when there was no smoke and color was
fine, not with the refinement
of early civilization art, but because
of its originality; with nothing to modify it but the


mist that went up, obliqueness was a variation
of the perpendicular, plain to see and
to account for: it is no
longer that; nor did the blue-red-yellow band
of incandescence that was color keep its stripe: it also is one of


those things into which much that is peculiar can he
read; complexity is not a crime, but carry
it to the point of murkiness
and nothing is plain. Complexity,
moreover, that has been committed to darkness, instead of

granting itself to be the pestilence that it is, moves all a-
bout as if to bewilder us with the dismal
fallacy that insistence
is the measure of achievement and that all
truth must be dark. Principally throat, sophistication is as it al-


ways has been—at the antipodes from the init-
ial great truths. "Part of it was crawling, part of it
was about to crawl, the rest
was torpid in its lair. "In the short-legged, fit-
ful advance, the gurgling and all the minutiae—we have the classic
multitude of feet. To what purpose! Truth is no Apollo
Belvedere, no formal thing. The wave may go over it if it likes.
Know that it will be there when it says,
"I shall be there when the wave has gone by."



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