viernes, 30 de abril de 2010

Hasta que la muerte los separe





Después de convertirte de un momento
a otro en un extraño, te paraste
súbitamente de la silla y fuiste
al dormitorio, con apuro, a hacer
en nervioso silencio la valija
que te iba a acompañar cuando te fueras
a dormir por un tiempo en el sofá
o en el cuarto de huéspedes de alguien.
Mientras te oía desde el comedor
revolver el placard y los cajones
con tu silla vacía frente a mí,
me acordaba de nuestro casamiento:
demasiada atención reconcentrada
en un único punto; ambos borrachos,
sobrellevando el afectuoso asedio
de parientes, amigos e invitados,
cumpliendo uno por uno los rituales
que nos permitirían, tras la fiesta,
ir a dormir y ser al día siguiente
ligeramente iguales que antes. Pero
me acordé sobre todo de los votos
que formulamos ante el sacerdote,
y pensé en sus palabras, tantas veces
repetidas: “…en la prosperidad
como en la adversidad, en la salud
como en la enfermedad…”; y me acordé,
la vez que te operaron del apéndice,
que cuando te llevaban al quirófano
levantaste el pulgar y me sonreíste
confiado: esa confianza es nuestro amor
y acabás de quebrarla. “A quienes Dios
ha unido…”, repetía el sacerdote,
“…no los separe el hombre”, aunque también
dijo “…hasta que la muerte los separe”,
y ahora no dudo que las almas son
al fin solteras en la eternidad.



Marie-Amélie Benoit nació en Montréal, Québec, en 1977, pero se trasladó con su familia a Los Angeles, en 1989. Reside desde 1996 en Nueva York. Publicó Rush Hour, en 2007.

TRADUCTOR:

Ezequiel Zaidenwerg. Poeta y traductor argentino. Nació en la Ciudad de Buenos Aires, el 25 de marzo de 1981. Publicó Doxa, en Vox (2007). Dirige un blog de poesía traducida, que puede visitarse aquí.



No hay comentarios:

Publicar un comentario