jueves, 3 de junio de 2010

Los amuletos























Este es un lugar, donde nosotras las antiguas mujeres
del viento
guardábamos las piedras coralinas, lavadas con las plantas
del desastre.

Oh, cuando el mar traía riñones de unicornios
con el solo conjuro de la sal
y el aceite de iguana y el pan de los leprosos
eran los comestibles de nuestras grandes barcas, cuando
íbamos cantando, como ardientes tormentas de flores
al crepúsculo,
viendo llegar la noche por las playas ansiosas con negros
remadores.


Este era el lugar para los amuletos.
Lejos de los tumultos, de los hombres que ignoran su
antípoda celeste,
de ciudades pobladas de banderas, letrinas, narradores,
con los ciegos orfebres de la magia,
los buscadores de árboles de niebla y de piedras alquímicas,
con niños que nacieron de las perlas
en ostrales de náufragos antiguos, acostumbrados a los
sortilegios.

¿Acaso tú no guardas, junto a tu corazón, bajo calientes
ropas sudadas por los siglos,
esa piedra jerárquica que mudará tu sombra en ardiente perfume ?

¿No llevas por ventura un anillo de hierbas
que te sofocará con su lujuria y gozarás la muerte?

¿No conoces acaso este lugar que cambia de mirada en
un mar tembloroso
donde está el ascendiente del origen con lenguaje de
cielos?
¡Tuya es la eternidad en un ramo de flores del azufre
que comerás cantando!

Así dice el cronista del mar con amuletos, a la raza
reciente que ignora sus augurios.


Romilio Ribero (Argentina, Capilla del Monte, Córdoba, 1933; Id., 1974)

(Selección: María Teresa Andruetto)


IMAGEN: Seis cartas del tarot


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