jueves, 28 de octubre de 2010

LOS OJOS DEL CORDERO



Desperté...
atravesé un largo pasillo.
Detrás de sus cuatro puertas duermen:
mis abuelos,
mis hermanos,
mi tío y mi padre.
El baño es grande...
casi tanto como un espacio vacío.
Desamparado entre azulejos blancos
dejo el espejo detrás de mis espaldas...
no quiero mirarlo,
tengo miedo de verme otro.


Debajo del alero las calandrias...
a pocos metros
la abuela domestica una garza blanca
como lo lo hiciera con el abuelo...
ayer hicimos jabón
con grasa de cerdo a falta de alas,
trabajamos en la huerta...
hay pulgones blancos, rojos y negros;
tratamos de exterminarlos
con una solución de ortigas en agua
(un kilo en diez litros).



Cosechamos melones escritos...
(Berguer los venderá en el cruce de rutas).
Por la noche,
después de los malhechos
miramos las estrellas...
uno al lado del otro
todos
menos el tío
que se fue para el pueblo
a encontrarse con Diana.





Germán Arens (Argentina, Buenos Aires, 1967)



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