domingo, 14 de agosto de 2011

La enamorada del muro


















I

La enamorada del muro

no sabe cómo es el muro.

Pero seguro siente su humedad

cuando ha llovido.

Su aridez

en tiempo seco.

La enamorada del muro

depende del muro.

A él se aferra.

Si el muro cae

ella se desparrama

como una cabellera sin cabeza.

A veces es tímida

y cubre sólo la base

como una mujer arrodillada

que abrazara las piernas de un hombre.

Y a veces —qué deseo

y qué orgullo caben en ella—

cubre no sólo el muro

sino toda la casa.

II

Todo amor nace

a partir de una pequeña confusión.

Nadie puede decir con certeza

si es el muro el que sostiene a su enamorada

o es la enamorada

la que sostiene al muro.

Y todo amor crece

a partir de pequeñas carencias:

la enamorada del muro no florece.

Tampoco el muro.

III

Visto desde afuera

la impresión general es de una gran belleza.

¿Pero quién puede alejarse para mirar

cuando está enamorado?

El muro no ve el hermoso conjunto.

Ve pequeños tentáculos

que se clavan en él.

La enamorada ve el muro descarnado.

“Él es el hueso que me da forma.

Yo soy la carne que le da vida”.

IV

Vampiro en el jardín

Ningún jardinero

la recomendaría.

La enamorada del muro

tan pródiga con el muro

tiene un rol muy cruel en el jardín.

Está en su naturaleza apropiarse

de toda la humedad del terreno.

De modo que mientras ella se expande

y se demora tiernamente en el abrazo

las otras plantas mueren.

¿Qué puede importarle?

Una mujer enamorada es capaz

de atravesar sin ver una ciudad bombardeada.

Los ojos fijos en los labios de su amor.

No hay culpa

en la pasión.

“No permitiré que nada

ni nadie

te haga daño

amor mío”.

En sí misma

Sólo una loca pudo

enamorarse de un muro.

Un muro no habla.

No escribe cartas.

No florece.

Cubierto totalmente por las hojas

deja de ser visible.

Hasta se puede dudar de su existencia.

“No es eso

hija

lo que te enamora.

No es el muro.

Es tu esplendor”.



Estela Figueroa




Estela Figueroa. Poeta argentina, nacida en 1946 en Santa Fe, ciudad donde reside. Ha publicado los libros de poemas “Máscaras sueltas” (1986, traducido al italiano). “La forastera” (2007) fue editado en la ciudad de Córdoba, con el sello de Ediciones Recovecos y el apoyo de la Secretaría de Cultura de la provincia de Santa Fe. Figueroa trabajó en talleres literarios con menores alojados en la cárcel de Las Flores —experiencia que volcó en la revista “Sin alas”— y publicó también “El libro rojo de Tito”, sobre un personaje popular de Santa Fe, y “Un libro sobre Bioy Casares”, donde compiló una serie de estudios. Actualmente dirige la revista La Ventana, que publica la Dirección de Cultura de la Universidad Nacional del Litoral.





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