miércoles, 29 de febrero de 2012

Aquí no vive nadie




III

El calor del aire me espesa el camino
mientras los pasos andan
en cuerpo lento
entre ovillos del cielo y la memoria.

La encrucijada abre distancias
pero los pasos se acercan a otros pasos
y se emparejan como calles idénticas
en sus desvíos.

No se sabe por qué se emprende el viaje,
se busca un padre o se busca un hijo
la sombra de una lengua que diga que existimos.

V

¿Habrá llorado un mediodía
bebiéndose el camino
o en cercanía de un perro
abrazada a sí misma?

¿Habrá rezado en la noche
entremezclada
llena eres de gracia
con los ojos cerrados
bendita
recordando la espesura
entre todas las mujeres
durante lo callado
en casa ajena
sobre un mundo pequeño
el fruto de tu vientre
a punto de caerse?

¿Habrá querido desentrañarse
en todas las lenguas
que antes la dijeron
o habrá sido sola
totalmente
sola
sin ser dicha?


VIII

La niña de madera
se olvida del encierro
cuando tantea la memoria
con sus brazos de ramas
mal podadas.

Añora el pan con chicharrones
de su pobreza feliz
el pequeño jardín con madreselvas
la virgen de plástico que pisa
la serpiente con sus pequeños pies
descalzos.

No la atormenta la celda
ni aquel monstruo.

La devorada entiende
al ser devorada
que el fuego da más calor
cuando está adentro.

XIV

El viento suena y mueve los cordeles
líneas de alambre bajo el cielo
mueve los broches sin ropa
con torpeza.

Nada cuelga de las tiras tensas
ni un solo ahorcado
ni un ala dorada
ni la sangre mía
nada.

El viento hoy mueve cosas invisibles.


(de Aquí no vive nadie,
El suri porfiado, Buenos Aires, 2010).



Sorda y silencio

No te vayas
tu silencio llenará la casa
si te vas

me aturdirá
cuando esté sola
y pueda escucharlo



Inclinaciones del habla I

Cuánto me gustaba esa destreza que tenías
para arrojar palabras por la boca entreabierta,
chiflando entre los dientes y cansado
como un inmortal cuando despierta.

Cuánto me gustaban los indicios en tu cuerpo
cuando afilabas el lenguaje y lo lanzabas
como microbio o como hacha arrojada / al aire
sin darte vuelta a ver la sangre
del herido, el infectado.

Cuánto me gustaba la estridencia de tus manos
cuando escribían sobre la infancia y la belleza
como los santos o los mudos
que huelen a rosas.



(de Crujir el habla,
Botella al Mar, Buenos Aires, 2008).




TUS OJOS I
A Andy

Nada es inocente en este mundo
salvo tus ojos.

Tu cuerpo quemado / incendiado por los años
dibuja dos grandes soles
anillos sabios que te acercan a lo divino.

No exagero, es cierto, todo sobra en mi casa
todo es olvidable
menos los puentes acuosos de tus ojos.

Como aquello que ignoro conociendo
o mejor aún lo insondable de vos.
Te oigo desde lejos.


(de Las niñas del espejo,
Botella al Mar, Buenos Aires, 2006).


Luciana Mellado (Argentina, Buenos Aires, 1975-Vive en Comodoro Rivadacia, desde niña)






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