de René Magritte
Cuando nadie los ve
cuando nadie los oye
los vestidos guardan deseos de otros como heridas abiertas, como sangre /expuesta,
las ajenas miradas de la desdicha, las voces roncas, las fracturadas noches,
las alegrías futuras como perros por nacer.
Los zapatos reflejan el universo, ese Dios que guarda en los cajones toda la /infelicidad del mundo,
las nostalgias que caen del cielorraso
y los pasos que llevan al placer en los dedos y en la punta de los labios.
Les queman los días pasados y los por venir,
tontos de sueños, de esperanza y de hambre,
ellos,
puestos en el lugar de lo viejo,
juegan dulcemente a las trampas.
Hablan a veces con voz de agua jabonosa,
hablan a veces
del perfume de las cosas estancadas, del espejo que los guarda en sus aguas.
Así lastimados
son eternos. No sonríen ni dejan que nadie les sonría.
Recuerdan que es mejor olvidar y como filósofos no creen en lo que se ve,
beben tranquilos las luces de la sombra,
y hasta entienden
por momentos
esa música sin freno
de la muerte.
Liliana Díaz Mindurry (Buenos Aires, 1953)
Gracias por este espacio, tan bello, lo beberè a sorbos pequeños
ResponderEliminarGracias, María, por pasar. Un beso.
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