sábado, 12 de mayo de 2012

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Las emociones comunes a todos cambian
con el desarrollo de la sociedad.
1937      Las tribus primitivas, dedicadas
a la caza y a la pesca, se proyectan 

en la naturaleza y hallan en ella sus mínimos 
deseos. Cambia la tribu para amoldarse 
a la índole del lugar. De ahí que el arte, 
algunas veces, sea naturalista, añadiendo 
el olfato a un silencioso giro argentino, tal 
como ocurre con los garabatos del paleolítico, 
o las danzas que imitan animales, pájaros, 
polinizaciones entre los nativos australianos. 
Es el signo del tótem, el hombre siempre 
naturaleza, su religión es el maná. Después, 
la admisión de la naturaleza en la tribu lleva 
a la división del trabajo y así surgen los jefes, 
luego los sacerdotes y más tarde la clase dirigente. 
Los miembros del coro se alejan de los ritos 
y se transforman en actores. Así, el arte 
se refiere tanto a los dioses como a los personajes 
nobiliarios. Broquel. Y el coro se torna épico; 
más tarde lírico. El hombre se hace consciente 
de sus diferencias al existir por única vez 
condiciones para su realización. 
1936      De esa manera, la poesía se irá
segregando lo mismo que la técnica
de la cosecha, y el poema adaptará el corazón 

a esos nuevos fines. Broqueles, donde el agua 
pasa —y mucha- bajo el puente. Más tarde, algunos 
poetas, cada cual a su manera, traducirán 
toda revuelta ideológica como una asonada romántica. 
Menos mal, podría haber sido peor, aunque 
el efecto será el mismo. John Donne expresará 
a su modo la transición, a pesar que ésta logra 
por fin desgarrarlo y en más de un sentido 
mantenerlo pendiente, como peatón ante sirena 
de ambulancia. Así sea. Un Robespierre cede
su lugar a un directorio, luego 

2000         a un Napoleón; en una fase anterior,
Mr Cromwell abre camino a un Monk, 

a un Carlos Segundo. El trapiche nunca da giro 
completo, para después volver al punto de partida. 
Los mejores momentos siempre suceden antes, 
porque lo demás es desaliento y eternorretorno. 
Qué duda cabe, si el mundo se ha movilizado
sin dificultades en sus noventa grados (magnífica

posición, de acuerdo a la estética dominante)

                                                                                                (De Guatambú, 2003)



Mario Arteca (Argentina, La Plata, 1960)







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