La salamandra sorprendida se inmoviliza
y se finge muerta.
Ése es el primer paso de la conciencia en las piedras,
el mito más puro,
el gran fuego atravesado que es espíritu.
La salamandra estaba a mitad
del muro, en la claridad de nuestras ventanas.
Su mirada no era sino piedra
pero yo veía latir su corazón eterno.
Oh mi cómplice y mi pensamiento, alegoría
de todo lo que es puro,
cómo amo a quien encierra así en su silencio
la fuerza única de la alegría.
Cómo amo a quien se ajusta a los astros con la inerte
masa de todo su cuerpo,
cómo amo a quien espera a la hora de su victoria,
y retiene el aliento y se aferra al suelo.
Yves Bonnefoy pero yo veía latir su corazón eterno.
Oh mi cómplice y mi pensamiento, alegoría
de todo lo que es puro,
cómo amo a quien encierra así en su silencio
la fuerza única de la alegría.
Cómo amo a quien se ajusta a los astros con la inerte
masa de todo su cuerpo,
cómo amo a quien espera a la hora de su victoria,
y retiene el aliento y se aferra al suelo.
(Traducción: Miguel Ángel Flores
y Mercedes Córdoba Magro)
Yves Bonnefoy. Escritor francés (Tours, 1923- París, 2016). Influida por Baudelaire, Mallarmé, Jouve y Sartre, su obra poética se caracteriza por su dimensión filosófica (Del movimiento y de la inmovilidad de Douve, 1953; Dans le leurre du seuil, 1975). Es autor de ensayos sobre arte y poética (Un rêve fait à Mantoue, 1967; Le nuage rouge, 1977; La Poésie et l'Humanité, 1984). En 1981 recibió el Gran premio de poesía de la Academia francesa. En los años noventa ha publicado muchas obras y diversos generos, entre las que destacan Entretiens sur la poésie 1972-1990 (1990), Alechinsky, les traversees (1992), La journée d'Alexandre Hollan (1995) y L'arriere-pays (1998).
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