viernes, 18 de abril de 2014

El barro que sofoca




CARTAS I y II



a Martín Araujo
I

Querido Martín
andamos palpando en la oscuridad
Entonces
nos cae un pedazo de mampostería y morimos
o nos ataca un virus y nadie nos salva
También el amor roza su pulpa
pero después nos agarra el desenamoramiento
Y rezamos en secreto
¡no se vaya a enterar nuestro íntimo ateo!
Tenemos hambre y comemos
Previas flatulencias
realizamos las tareas corporales menos angélicas
Y de nuevo calientes y enamorados
Es la historia individual que trepida
con regocijos y estremecimientos
escalofríos y fiebre
Mi perrito sufre insuficiencia renal
está muriéndose
y la yegua vieja se apaga en la alcantarilla
Conmueve vivir de todas maneras
a pesar del dolor y del sufrir propio y ajeno
a pesar de las recientes o futuras prótesis
La ayuda del viagra es mi condena
pero no lo tomo porque me las arreglo
Después de todo a mi joven amante 
                        [no le importa 
Goza con este viejo
dejando que explore como lo hizo siempre 
orificios y protuberancias 
durmiéndonos luego abrazaditos

Aún el deseo me provoca incendios 
Pero el agotamiento hace sonar su silencio
                             [y debo oírlo
Queda el gusto opaco de lo provisorio 
y el sabor a pérdida
La plenitud fue siempre un territorio soñado 
y el cuerpo que amamos 
apenas una señal de rumbo



II

Querido Martín
esta mañana es como las mañanas de antes 
Desnudos y brillantes diseños despuntan
                              [con el día
El horizonte pintado de presagios 
parece al alcance de la mano 
y la claridad nos asegura que estamos vivos 
¿A dónde iremos?

Estuvimos estamos ahí y aquí 
juntando señales para un fuego y la necesaria
                                    /ceniza

un engaño nos hace creer que somos 
                     [o que fuimos
Como airecito mañanero o pájaro cantor 
marchamos en un fingido desfile de canciones 
de nítidos olvidos o de presencias memoriosas 
Impostura y utilería desaparecen 
El aire de arriba y el de abajo se mezclan 
La ciudad enterrada despliega sus avenidas 
y las calles como chales al viento 
arrastran colores que suenan 
y vagidos engastados en el aire de la madrugada 
aire entrefino o aire grueso 
o delgado aire cumbreño

Despojado de mercancías y herencias 
el almacén de recuerdos queda con 
               [la estantería muda 
No vale la pena hurgar 
meter la mano bajo las faldas de la madre 
para arrancar el secreto




Leonardo Martinez (Argentina;  Córdoba/ Catamarca, 1937 - Buenos Aires, 2016)





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