viernes, 16 de mayo de 2014

MORTAL EN LA NOCHE



JUEGO REAL

Juega a ser la princesa
De un palacio de plástico y cartón.

Nada más le hace falta.

Hasta que su juego termine habrá 
Un poco más de luz entre nosotros 
Y el planeta brillará como un reino 
Que en nada se parece 
Al que despierta cuando 
Se quita la corona.
Para Luz Almudena



CAFÉ Y MANZANAS

Giannuzzi y Saer escribieron 
Casi al unísono y, supongo, sin conocer 
La coincidencia sendos poemas 
Que comparten el mismo nombre: 
Café y manzanas.

Los tengo ante mis ojos y comparo 
La potencia cínica y tristona de Joaquín 
Con el ritmo quebrado y fulgurante de JJ 
En un alto de mis propios balbuceos.

Me sorprendo ante la duda
Que el sospechoso desorden del mundo
(«Saber quién es quién», dice Giannuzzi;
«En equilibrio sobre lo negro», insiste Saer)
Abre como un pérfido secreto
Al oído de ambos poetas. Yo sólo
Tengo una cesta de manzanas frente a mí
Y el café sin preparar se seca
En su bolsa mal cerrada. Estoy
Parado sobre el mismo filo, pero ya
Oscuro y lleno de gusanos,
Sin nada por morder o por tragar.




ARCHIVO JPG
«Yo soy aquel que fue poeta de tiernos amores. 
Tú, que lo lees, si quieres conocerlo, escúchame, posteridad»
Ovidio

Miro una foto y como en aquel cuento 
De Cortázar creo reconocer 
Algo que, fuera de foco, se empeña 
En ser visible. Y pienso en esta noche 
Que ahora llega y en el día perdido, 
En tantos proyectos irrealizables, 
En el jardín de mi casa en que crecen 
Sin descanso los yuyos y las piedras; 
Pienso en la extraña proclama de Ovidio 
(«Escúchame, posteridad») y pienso 
En cómo será pensarse a sí mismo 
Bajo la especie de la eternidad, 
Mientras a empujones apenas somos 
Una mancha gris en el retrato universal.



AQUÍ NO HAY NADA


Hurgo mi cerebro desesperado:
De pronto es de noche y aquí no hay nada,
Ni un breve recuerdo para el futuro
De otro día extinguido por un giro
Repetido en esta mota de polvo,
Morada de trabajos aplacados.
¿Hay tiempo todavía? No, ya es tarde,
Así que pongo a cocer un poema
Al fuego crepitante de la luna,
Como quien escribe frases al margen
Que nadie lee pero contradicen,
Con cierta displicencia, el texto entero.
Luego apago las luces de la casa
Y oigo, sin ver, cómo todo se va.





Fernando G. Toledo (San Martín, Mendoza, Argentina, 1974) 





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