jueves, 17 de julio de 2014

como un iceberg





















el perfume

en la calle
esta mañana
compré un ramito
con tres varas de nardo.
por la tarde
al escribir
noté su perfume
que intenso y sutil
se esparcía por el cuarto.

asi quiero estar
rodeando
las tardes de tus manos
intensa y sutil
presente
como tres varas de nardo.




iceberg

sorprendente y hermoso
como un iceberg
descubrir
una nueva forma del amor
en la maravilla del cuerpo:
cuando él llora
de la punta de los pechos brota
una forma
perfecta de consuelo
una leche
blanca y dulcísima.



el viento entre los árboles

¿y si el amor no fuera sino 
una conversación infinita 
sólo interrumpida de vez en vez 
por el viento entre los árboles?






la espera

dice que va a venir
esta tarde
a visitarme
-a tomar unos mates-
dice.

lavo mi cuerpo
lenta y cuidadosamente.

por la noche
los jazmines que corté
con la última luz
del atardecer perfuman
como otra variante del rocío
el gesto
inútil de la espera.



agua

si me preguntaras por que
insisto en pasar
las tardes juntos y desnudos
me reiría en silencio
mi corazón está en calma
pero no quiero confesarte
que cada vez que te toco
y mi cuerpo sigue
con movimientos lentos
las ondulaciones del tuyo
y de tu voz y de tu risa
como los capullos de los árboles costeros
siguen el ritmo del agua en su fluir

sin sombra de duda
que hay otra tierra y otro cielo
más allá de este mundo pequeño.



las manos

no es por esa voz tuya
que oigo
franca y directa cada semana
cuando te llamo a la oficina
ni por el perfume
de tu pelo y de tu sexo
que atraviesa mis dedos
después de las visitas
sino por el desliz satinado de mis palmas
por la superficie lisísima de tus pechos
y tus nalgas
llenas y redondas y además nuevas
nunca antes tocadas por otro cuerpo de mujer
por lo que te deseo
tanto,
mujer casada.



la canción

sueña con un hombre y en el sueño
él es perfecto
él es un hombre de ésos que
después de besarte largamente
te da un beso chiquito
de ésos hombres que
mientras te acarician
te hablan en susurros
y te muerden la oreja.

el hombre del sueño era alto 
de pelo oscuro y ojos claros 
de voz tenue y armoniosa

ese hombre insistía 
él insistía con su amor 
y ella insistía con el sueño 
en soñarlo.

cuando se despertó
su cuerpo estaba húmedo y feliz
y ninguna mirada
ni siquiera
la mirada severa del marido
de pie
al borde de la cama
pudo enfriar
la calidez tangible
de ese amor
verdadero
que exhalaba todo el cuerpo
como una canción que nunca
va a pasar de moda.





Anahí Mallol (Argentina, La Plata, 1968) 




IMAGEN:  Flores de Nardo.



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