A lo largo de su vida, Octavio Paz se ha mantenido libre, sin dejarse tentar por las utopías ideológicas ni por la nostalgia que ha proliferado y aprisionado a tantos de sus contemporáneos.
Alguien dijo —olvido quién— que para soportar nuestra era se requería una constitución heroica. Paz es uno de nuestros auténticos héroes. En la época de la célebre incomunicabilidad de casi todo, él ha pensado y escrito con claridad. Ha comprendido lo que sabe —lo cual lo convierte en alguien excepcional.
Yo caracterizaría su pensamiento como la más coherente y más elocuente defensa que hayamos tenido de la poesía.
¿La poesía necesita ser defendida? Por supuesto. Siempre —y muy especialmente hoy.
Anoche Octavio nos dijo: "La poesía es el presente." Yo no podría estar más de acuerdo. Ésta es la idea más atrevida de la poesía, y tiene una historia larga e interesante de la cual quisiera hablar brevemente.
No estamos seguros de quién fue primero, si Safo o alguno de sus olvidados contemporáneos, pero en el siglo VII antes de Cristo oímos algo nuevo en poesía, una voz solitaria para la cual el momento presente lo es todo:
La Luna y las Pléyades
se han sumergido, es el medio
de la noche, estación, hora, juventud se van
y yo duermo sola.
Antes de eso, desde luego, estuvo la épica, con sus estrepitosas espadas, sus relatos de dioses y héroes, y muchos otros tipos de poemas, pero nada que sonara parecido a Safo. En otro poema, dice:
Recuerdo a Anaktoria
que me ha dejado,
cuyo adorable andar y pálida tez
preferiría tener ante mis ojos
en vez de las cuadrigas de Lidia
en todo su esplendor
preparadas para la batalla.
Repentinamente, en vez de las historias de héroes y dioses tenemos las vidas de los poetas. En otras palabras, no lo que Zeus y Aquiles hicieron sino lo que una mujer en una isla del Asia Menor sintió en una noche en particular en la que no podía dormir. Su voz, su vida, ese momento intemporal resuenan a través de los siglos.
El poema lírico representa un gran cambio en la historia de la conciencia y en la historia de la literatura. Olga Freidenberg observó que marca el paso de una visión mitologizante del mundo a una realista. Y es en la poesía lírica que el universo literario se ve poblado de personas por primera vez. Siempre existieron poemas líricos, canciones folclóricas cantadas por mujeres, pero su hablante era anónimo. Safo inserta la primera persona y convierte en algo personal la experiencia de la canción folclórica. Fueron las mujeres quienes inventaron el poema lírico.
Los filósofos y los teólogos se escandalizaron. La antigua iglesia cristiana quemó los escritos de Safo con una puntualidad fanática. Hoy sólo quedan fragmentos de sus poemas. Casi nada sabemos sobre su vida. Algunos autores antiguos dicen que era una sacerdotisa. Otros, que era una prostituta.
Es curioso que en nuestro siglo se acuda a las mismas palabras al condenar a la poeta rusa Ana Ajmátova. El zar cultural de Stalin, Andrei Zhdanov, dijo: "he aquí una damita burguesa, medio monja y medio puta". Dijo que sus poemas intensamente personales, con su mezcla de erotismo y misticismo, eran ajenos al espíritu del pueblo soviético, que construía el socialismo.
"Oh, conciencia, presente puro donde el pasado y el futuro arden sin brillo ni esperanza. Todo conduce a esta eternidad que no lleva a ninguna parte", escribe Paz en un poema.
La poesía es el momento, la experiencia del momento desnudo. No es tanto que todas las épocas sean contemporáneas, como aseveraba Ezra Pound, sino que todos los momentos presentes en literatura lo son. No obstante, puede decirse mucho más sobre el tema. La proposición "la poesía es el presente" tiene ambiciones filosóficas que ya sospechaban los antiguos filósofos y teólogos y que los marxistas del siglo XX castigaron con severidad.
Esto es lo que dicen los poemas líricos: mientras la filosofía y la teología se preguntan qué es el Ser, la poesía nos brinda la experiencia del Ser. Los poetas, según me parece, recuerdan una y otra vez a los filósofos la desconcertante presencia del mundo.
Desafortunadamente, no muchos filósofos contemporáneos y críticos literarios creen esto. Como me dijo una vez mi amigo Hayden Carruth, "nosotros, los poetas de la segunda mitad del siglo XX, somos en realidad metafísicos del siglo XIX desplazados, la gente aún vive en regiones del pensamiento de las que los filósofos han huido debido a su desconcierto, desesperación y falsa modestia". Y tiene razón, por supuesto. En lo que a alguna gente toca, la poesía no es más que silbar en la oscuridad. "No hay presencia", dice nuestro distinguido crítico Geoffery Hartman, "sólo representación y, peor aún, representaciones". "Fuera del texto, no hay nada", dice Jacques Derrida. Según ellos, los poetas comparten la idea burguesa de que los signos son transparentes, que señalan una realidad auténtica, lo cual, nos asegura Paul de Man, "es una tentación seductora para mentes mistificadas".
Por lo tanto, el verdadero valor de la poesía es nulo.
Triunfalmente se nos dice que todas las metáforas e imágenes de los poetas apuntan sólo al propio lenguaje. Platón nos puso en una cueva para demostrar nuestra ignorancia y el carácter terrorífico de nuestra situación, pero en la actual prisión del lenguaje nuestros filósofos están felices.
El lenguaje no es la única prisión. Estamos encarcelados, se nos dice, en prisiones de clase, raza, género, cultura, etcétera. El paisaje intelectual de nuestros días es uno de prisiones, cárceles de máxima seguridad y gulags filosóficos.
Tales ideas suenan plausibles si olvidamos muchas cosas acerca de la literatura, y especialmente si olvidamos la traducción. ¿Cómo es que nos parece conmovedora la poesía griega antigua si no existen realmente experiencias universales? En traducción, la poesía —como nos dimos cuenta mi amigo Mark Strand y yo hace algunos años— no es lo que se pierde sino lo que se conserva.
Concuerdo con Paz en que es imposible ser poeta sin creer en la identidad de la palabra con su significado. Existe ese algo más allá del lenguaje de lo que depende la existencia de todo poema. La queja de que el lenguaje pretende hacernos las cosas presentes pero nunca lo consigue no es nueva para los poetas. Sí, escribir distorsiona la presencia. Sí, hay un abismo entre las palabras y la experiencia de la presencia que el poema trata de nombrar. Sin embargo, todavía podemos tener una buena idea de lo que dicen Safo y Ana Ajmátova.
"En el momento de tiempo en que se forma la pequeña gota pero aún no cae", dice Theodore Roethke. La poesía norteamericana ha estado obsesionada con los temas de la presencia y la verdad visible desde los días de Emerson y Whitman. "Por verdad visible entendemos la aprehensión de la condición absoluta de las cosas presentes", le dice Melville a Hawthorne en una carta. El tema de gran parte de la poesía norteamericana es la epistemología de la presencia. Tanto Frost como Stevens y Williams dicen algo al respecto. El magnífico poema de John Ashberry, "Autorretrato en un espejo convexo", es una meditación sobre ese enigma, "ese extraño", como lo llama, "el mundo, indivisible presente".
"Desatar el instante, / penetrar sus asombradas habitaciones..." (otra vez Paz). He aquí un punto en el que convergen tiempo y eternidad, Historia y conciencia, un fragmento de tiempo hechizado por el conjunto del tiempo. El presente es el único lugar en el que experimentamos lo eterno. Lo eterno se reduce al tamaño del presente porque sólo el presente puede ser humanamente asido.
En su esencia, un poema lírico trata del tiempo detenido. El lenguaje se desplaza en el tiempo, pero el impulso lírico es vertical. Desde luego, realmente no es posible decir qué es la presencia; sólo es posible tratar de decir a qué se asemeja. A veces —y esta es una paradoja— sólo las imaginaciones más descabelladas pueden tender un puente sobre el abismo de la cosa y la palabra.
La poesía se alimenta de tales contradicciones. Una, por ejemplo, es tanto usar el lenguaje como ser usado por el lenguaje. Adoro el sentido del momento que hay en Safo, pero también los cíclopes de Homero, los monstruos multicéfalos —por no mencionar a esas mujeres que eran mitad pez y que cantaban tan hermosamente que los marineros tenían que ponerse cera en los oídos para no volverse locos, y todas sus otras maravillosas invenciones. Lo mejor acerca de la poesía es que molesta mucho a los maestros, predicadores y dictadores, y a todos los demás nos alegra.
(1991)
Charles Simic (Belgrado, Yugoslavia, 1938-En 1953 emigra a E.E.U.U.)
(Traducción: Rafael Vargas)
"La poesía es el momento, la experiencia del momento desnudo."
ResponderEliminarNada más preciso, gracias por compartir este ensayo.
Gracias, Karol, por pasar y comentar. Un abrazo.
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