LUZ DEL BORDE
¿Es la memoria
que hace humo
o son sólo
formas del fuego
las que golpean
la puerta
esta noche?
DOBLE EXPOSICIÓN
No preguntés cómo vine.
Estoy aquí, detrás tuyo,
caminando siempre.
Preguntás igual cómo vine.
No vengo, estoy.
Te sorprende lo mismo verme
del otro lado de la mesa,
aveces con tu ropa.
Así soy,
no preguntés porqué.
Soñás conmigo,
es inevitable, pero no me recordás
sino que tenés la sensación
de estar solo dentro tuyo
pero también estoy yo.
Me preguntás porqué, te digo:
hay otra habitación u otra cara,
sobre todo, otra voz.
Y te asombrás, ¿pero de qué?,
quizás de mi sombra, que te recibe.
Lo sabés, uno se mueve
a través de cosas olvidadas,
de recuerdos de otros.
No se te ocurra preguntar
qué forma de locura es ésta,
yo solo visito lugares inexistentes,
canto canciones que no sé,
bebo de tu taza,
me encuentro con restos de conversaciones,
palabras salvajes.
¿Qué es esto? preguntás,
yo no sé, las frases son siempre
dichas por nadie,
sólo puedo ver imágenes en el silencio,
paisajes en un vaso, ciudades en el viento,
infinidad de pasillos en tus ojos: ese es mi poder.
Así y todo, es mi propio cuerpo
el que te duele.
Es tu propia voz
la que me calla.
OFELIA EN EL PARANÁ
Dicen al filo del río, en los sueños: ahí pasa, señalan.
Ofelia pasa, manjar húmedo del sacrificio.
Anochece, la novia de la inundación
se desliza, en vértigo, sobre el canto de los camalotes.
Materia de natación, fantasma mojado,
flota, traza, escribe sobre el techo de las palometas
con el misterio del cuerpo de las niñas,
su canción de amores vegetales y enaguas muertas.
La chica silenciosa, una canoa de niebla que nunca llega,
con pulseras de plástico, dones de la tristeza.
Sus muslos, desayuno de bagres, enredados,
hierven de amor en la belleza de un agua enferma.
Naútica del beso, remar en la voz es amar en el vacío
a un príncipe ciego bajo las sombras de los juncos.
Aquella voz serena, ahora acuática, mimando el olvido,
agitando la insurrección de las cosas muertas y sumergidas.
El río está aprendiendo sobre el sexo de las niñas,
escupe el fuego de los nombres, su filiación húmeda en los ceibos.
Padre de las aguas, padre mudo, con su abrazo de cadáver del amor,
Ofelia acunada, acariciada, por los sauces del abismo.
Esa chica loca que pisaba el viento,
un bolsito marrón, una naranja en la mano
y en la piel un nido de tormentas.
La Ofelia ahora flota, infinita, flor de un barro que quema.
Pablo Fuentes
Pablo Fuentes es poeta, ensayista y psicoanalista. Nació en Buenos Aires en 1960. Ha colaborado con ensayos, artículos, poesía y ficción en diversos diarios, revistas y ediciones colectivas en la Argentina y el exterior. Desde hace años trabaja en investigación sobre los cruces de la literatura y el psicoanálisis. Ha sido docente en diversas instituciones psicoanalíticas y, como invitado, en la Universidad de Buenos Aires. Coordinó talleres de lectura en forma privada. Integró el colectivo Reanudando con Joyce que se especializó en la investigación y difusión del lugar de James Joyce en la obra de Jacques Lacan. En materia de la publicación de libros propios de poesía, una mezcla de neurosis grave e infortunios personales lo mantienen implacablemente inédito por el momento.
ResponderEliminarMe encantaron estos poemas.
Gracias.
Susana Tosso
Este rio , el de tu ofelia no se porque me recuerda al rio se Saer, de Conti, hermoso e intenso poema
ResponderEliminarA pesar de ser casi exclusivamente lector de narrativa me animo a decir lo que más me gusta.
ResponderEliminar"formas del fuego las que golpean la puerta esta noche"
Y "Ofelia en el Paraná"
Omar
Por supuesto El poema "Ofelia en el Paraná" no sólo la línea de su título.
ResponderEliminarOmar
Provocan amor y desolación al mismo tiempo...
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