1
A veces,
sobre todo en las mañanas,
ella canta.
Y su voz
es un murmullo
que rebota
contra las paredes de la casa,
se pierde entre la ropa de los hijos,
en la cama tendida,
enorme, inmaculada.
Canta
bajito, quedamente,
para
no despertar a los fantasmas.
A veces,
sobre todo en las mañanas,
desde la ventana
mira el cielo.
Y no sabe
si esta herida en el pecho
es angustia
o son alas.
6
Amé
a unos cuantos hombres
que me amaron
con breve terquedad.
Parí hijos.
Los quise
con instinto de fiera.
De pequeñas muertes
hice vida,
fui triste algunas veces,
otras,
feliz por vocación
o por inercia.
Entregada al destino
me atrapó la madurez
en pleno vuelo.
Ahora
no encuentro
las líneas
de la palma de mis manos.
8
Ya sé
que es mi destino de mujer
esperarte
con paciencia en los
andenes,
con un bolso marrón,
sucio y ajado
que contraste
con mi cara de esperanza.
Ya sé
que te subís a trenes
que tienen
seguro de regreso.
Pero debo confesarte
que no tengo vocaciones
de Penélope,
y hay un tren,
en la estación
que está partiendo
con destinos inciertos.
Yo te quiero.
Prometo
enviarte una postal
de cada puerto.
10
Amar a un hombre bueno
es entregar
el lado más inocente
del corazón.
Los hombres buenos
no son piadosos
en el amor.
No les bastan
las miradas de Gorgona,
las noches desmesuradas,
las palabras
de fuego.
Los hombres buenos
no quieren
otra cosa
que quedarse
con lo más puro
que tenemos.
20
¿Adónde van
estas ganas de reír,
de escapar corriendo
por los montes,
descalza y sin aliento?
¿Adónde va
este salvaje impulso
de vivir,
deslumbrada de sol?
¿Adónde se esconde
el ansia
de ser más
que esta mujer
que cierra las ventanas
cada noche?
30
No quedan palabras
en la noche inmensa.
Sólo un tibio
silencio perfumado
como el que precede
al amor
y a las tormentas.
37
Ya no quiero
escribir sobre el amor
ni sus sórdidos
espejitos de colores,
deslumbrantes baratijas
de algún genio maligno
Ya no quiero
escribir del desamor,
ni de la loba herida
que desgarra mi carne
cada noche
que el insomnio
me derrota.
Me bebí de un trago
las grandes palabras
y ahora
sólo quiero
sentarme a la orilla de un
verso
que me sane.
Mariana Finochietto
Mariana Finochietto nació en 1971 en General Belgrano, un pequeño pueblo de Argentina. Actualmente vive en City Bell. Estudió Bibliotecología y cursa, de vez en cuando, Filosofía. Publicó el libro Cuadernos de la breve ceguera ( La Magdalena Editora, 2014).
Brillante ¡¡¡
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