martes, 31 de marzo de 2015

EL MURO DE LA TIERRA


PALABRAS   (TRAS  EL  ÉXODO)   DEL   ULTIMO DE  MOGLIA


Quien haya sido el primero,
no se sabe. Le siguió un segundo. Un tercero.
Luego, uno tras otro, todos
tomaron el mismo camino.
Ahora no queda nadie.

                 La mía

es la única casa 
habitada.


Soy viejo.
¿Qué hago yo aquí
arriba, donde dentro de poco
ni siquiera yo estaré
para hacerme compañía?


Mejor -lo sé- es que parta
antes de que me vaya yo.
Y sin embargo, no me decido. Me quedo.
Me ata la hierba. El bosque.
El río. Aunque el río es un rumor
apenas y un frescor
tras las hojas.


De noche
me siento en esta piedra, y espero. 
Espero no sé qué, pero espero. 
El sueño. La muerte, diría, si también ésa 
-desde hace mucho- no se hubiera ido 
de estos parajes.


             Espero
y escucho.


          (El agua,
¿hace cuántos millones de años que el agua 
tiene este mismo sonido 
sobre las piedras?)


               Me siento 
perdido en el tiempo.

                 Fuera
del tiempo, quizás.


             Pero estoy
conmigo mismo. No quiero 
dejarme a mí mismo -salir 
de mí mismo como, 
por la noche, 
el alacrán en busca 
de otra oscuridad.


      El trébol
de la ciudad es demasiado 
denso. Y yo estoy ya ciego. 
Pero aquí veo. Hablo. 
Aquí dialogo. Yo 
aquí me respondo y tengo 
a mi interlocutor. No quiero 
tapiarlo en el silencio sordo 
de un bullicio sin sombra 
de alma. De palabras 
sin más alma.


      Claro que
(es el viento de los años que entra 
en la mente y turba 
las hojas) a veces
el corazón se me sube a la garganta si pienso 
en cuánto he perdido. En toda 
la alegre camarilla
de ayer. En los abrazos. Las bofetadas. 
En las risas locas, 
la noche, en la hostería 
tras las mujeres. Altas 
hasta quebrar los cristales.


Pero yo no me rindo. Aún 
no me he perdido. 
No estoy del todo solo 
cuando estoy conmigo.


        Y sólo
cuando esté tan solo 
que ni siquiera a mí me tenga 
como compañía, 
tomaré, también yo, 
mi decisión.


         Descolgaré 
la lámpara del muro 
una madrugada, y diré adiós 
al vacío.


Paso a paso 
bajaré hasta el valle.


Y entonces, ¿en nombre
de qué, y dónde
encontraré un sentido (que otros,
parece, no han encontrado)
si dejo este peñasco mío?


Giorgio Caproni


(Traducción: Juan Carlos Reche y Juan Antonio Bernier)

PAROLE (DOPO  L'ESODO) DELL'ULTIMO DELLA MOGLIA


Chi sia stato il primo, non
è certo. Lo seguì un secondo. Un terzo.
Poi, uno dopo l'altro, tutti
lian preso la stessa via.

Ora non c'è più nessuno.

                    La mia
casa è la sola 
abitata.

Son vecchio.
Che cosa mi tratengo a fare, 
quassù, dove tra breve forse 
nemmeno ci sarò più io 
a farmi compagnia?

Meglio - lo so - è ch'io vada
prima che me ne vada anch'io.
Eppure, non mi risolvo. Resto.
Mi lega l'erba. Il bosco.
Il fiume. Anche se il fiume è appena
un rumore ed un fresco
dietro le foglie.


La sera
siedo su questo sasso, e aspetto. 
Aspetto non so che cosa, ma aspetto. 
Il sonno. La morte direi, se anch'essa 
- da un pezzo - già non se ne fosse andata 
da questi luoghi.


          Aspetto
e ascolto.

        (L'acqua, 
da quanti milioni d'armi, l'acqua,
ha questo suo stesso suono 
sulle sue pietre?)

              Mi sento
perso nel tempo.

               Fuori 
del tempo, forse.

                Ma sono
con me stesso. Non voglio 
lasciar me stesso - uscire 
da me stesso come, 
la notte, dal sotterraneo 
il grillotalpa in cerca 
d'altro buio.


Il trifoglio 
della città è troppo 
fitto. Io son già cieco. 
Ma qui vedo. Parlo. 
Qui dialogo. Io 
qui mi rispondo e ho il mio 
interlocutore. Non voglio 
murarlo nel silenzio sordo 
d'un frastuono senz'ombra 
d'anima. Di parole 
senza più anima.


               Certo
(è il vento degli anni ch'entra 
nella mente e ne turba 
le foglie) a volte
il cuore mi balza in gola se penso 
a quant'ho perso. A tutta 
la gaia consorteria 
di ieri. Agli abbracci. Gli schiaffi. 
Alle matte risate, 
la sera, all'osteria 
dietro le donne. Alte 
da spaccar le vetrate.

Ma non m'arrendo. Ancora 
non ho perso me stesso. 
Non sono, con me stesso, 
ancora solo.

        E solo
quando sarò così solo 
da non aver più nemmeno 
me stesso per compagnia, 
allora prenderò anch'io la mia 
decisione.

       Staccherò
dal muro la lanterna 
un'alba, e dirò addio 
al vuoto.


A passo a passo 
scenderò nel vallone.


Ma anche allora, in nome 
di che, e dove 
troverò un senso (che altri, 
pare, non han trovato), 
lasciato questo mio sasso?




Giorgio Caproni, poeta, crítico literario y poeta italiano. Nació en Livorno en 1912. En marzo de 1922 la familia se trasladó a Génova, donde el joven terminó sus estudios y asistió a la Facultad de Educación, al mismo tiempo dedicándose al estudio del violín y siguiendo las lecciones de filosofía de Giuseppe Rensi. En 1936 publicó su primera colección de poesie. Fue empleado, y, finalmente, maestro de escuela primaria, en 1938 se trasladó con su esposa Rina, a Roma, donde continuó ejerciendo el magisterio hasta 1973, manteniéndose alejado del ambiente literario. Después de la guerra y la resistencia, también empujado por la necesidad económica, colaboró en numerosas revistas como "La Unidad", "Trabajador Mundial", "Next!", "Socialista italiano", etc., con artículos, cuentos, traducciones. Intenso fue también su trabajo como traductor de prosa y  poesía, especialmente de los franceses, traduciendo, entre otras: "El tiempo recobrado" de Proust; "Las flores del mal" de Baudelaire, y obras de Celine, Maupassant, Genet y Apollinaire. En 1984 recibió un título honorario en Literatura y Filosofía en la Universidad de Urbino, y en 1985, fue declarado ciudadano de honor de Génova, una ciudad que influyó profundamente en su espíritu y su producción poética. Obtuvo numerosas distinciones a lo largo de su vida. Murió en Roma, en 1990. Su estética se mantiene en un punto equidistante entre el hermetismo y el neorrealismo. Publicó: Come un'allegoria, 1936; Ballo a Fontanigorda, 1938; Finzioni, 1941; Cronistoria, 1943; Il passaggio d'Enea, 1956; Il seme del piangere, 1959; Congedo del viaggiatore cerimonioso, 1965; Il muro della terra, 1975; Il franco cacciatore, 1982; Il Conte di Kevenhuller, 1986; Res Amissa, 1991; Poesie (1932-1991), 1995.


(Daniela Manzini)


3 comentarios:

  1. Gracias, mil gracias. No había leído nunca un poema de Giorgio Caproni.

    Después de leer estos poemas que has publicado de él, nada ha quedado en su lugar.

    ResponderEliminar
  2. Impresionante este poema. Gracias, Mar.
    Compartiría tu blog todos los días (o casi) si no resultara problemático.

    ResponderEliminar
  3. Gracias a vos, Argénida, me halaga y conmueve profundamente a ver podido ser un puente para que te pase lo que te pasó como lectora y más agradecido aun, que lo comentes por acá. Un beso.

    ResponderEliminar