CRECIDA
Sabemos que los muertos flotan, pero no sabíamos que el agua
tuviera tanta fuerza. Arrancó de los cuerpos las raíces, las flores. Se
fue tragando la tierra.
Desde entonces, nosotras velamos la orilla, hundimos los brazos en
la corriente. Y el río, cada tanto, nos devuelve algunos restos.
MAREA BAJA
Estos hijos que pariste sin llanto descienden de las piedras del mar,
por eso son fríos y no saben hundir la boca en tus pezones. Dejalos
morderte. Que traguen el aire de tus pulmones maduros. Si das todo
de una vez, pasa más rápido.
LOS SECRETOS
Un rayo me quema el borde de la boca. Busco las flores del estanque
como bálsamo. No me hundo. Me entrego al vaivén de las raíces.
Hace frío y ya no hay animales cerca. Parece imposible alojar tanta
agua en un espacio así de oscuro. Pero es cierto.
LAS PIEDRAS
Los perros alzan su llanto al cielo como nosotras buscamos la razón
de las piedras que nos hunden. Todo lo que está cerca es puro. El
agua es tibia. Flotar debía ser fácil, abrir las manos y entregarse.
Pero el que podía enseñarnos sobre la profundidad arrojó su peso
sobre nuestro peso y nos mira desde el borde junto a otros animales.
LA CERTEZA
Como cuando en la oscuridad los ojos se adaptan a ver en las
sombras el contraste de grises y texturas para adivinar los filos y
las puntas de las cosas, así nosotras, envueltas en la noche de nuestro
cabello, nos entregamos a los hijos siempre hambrientos con la
certeza de que un día va a pasar un hilo de luz que volverá la casa a
su antiguo espesor.
CACERÍA
Nos dijeron que heredamos la lengua y las marcas de la piel, pero
nada dicen todavía del silencio que crece en nuestra casa como un río.
Afuera andan sueltas las palabras con los tigres y en el jardín sólo
hay piedra.
Nosotras no queremos esperar lo que es incierto. En cuanto baje la
luz, soltaremos los perros.
NO ES UN JUEGO
Es como si cada pulso de la materia hubiera encontrado su sonido,
la cuerda única que vibra con la sombra del aire.
Es la madera que cruje, me decían cuando era hija. Pero ahora sé que
hay más entre el ruido y lo que escucho. Me aferro a este trance. Ya no
voy a dormir hasta encontrar las correspondencias.
TODOS DUERMEN
El viento y la lluvia han montado por sorpresa una ópera ciega. Bajo
la tierra nacen ríos oscuros.
Yo escucho cómo los árboles se arrancan las ramas para seguir de
pie y vigilo que no se nos suelten las raíces de la casa. Los demás,
todos duermen.
EL ARTE DE TEJER
Estoy con mis abuelas. Las peino, les pongo flores de colores en el
pelo y collares de oro blanco. Las cargo en brazos y las llevo al sillón
frente a la ventana. Es un solo cuerpo pero son las dos. Cada una
con su peso.
Antes de irme, les arreglo la ropa y dejo las agujas cerca. Todavía no
recuerdan cómo hablar. Entonces, tejen.
Soledad Castresana
Soledad Castresana nació en Int. Alvear, La Pampa, Argentina, en 1979 . Es Licenciada en Letras y se ha desempeñado como docente universitaria e investigadora en Buenos Aires. Ha vivido en Bogotá, en Medellín y, ahora, en Ciudad de México. Publicó los libros de poemas Carneada (Alción, 2007), Selección natural (Fondo editorial pampeano, 2011) y Contra la locura (El Ángel Editor, Quito, 2015). Textos suyos integran las antologías Poetas argentinas (1961-1980) (Ediciones del Dock, 2008), Última poesía argentina (en Danza, 2008) y Un libro oscuro (Bajo la luna, 2012). Junto a Victoria Schcolnik, Claudia Masin y Marcelo Carnero, creó y dirigió la editorial de poesía Curandera. Coordina talleres de escritura creativa y académica.
Bellísimo "El arte de tejer".
ResponderEliminarSaludos desde el sur