sábado, 10 de octubre de 2015

RAZÓN



Levanta tu brazo hacia donde los astros emigran 
Levanta la luz hasta donde el ojo no la alcance 
Y en lo que quede entre tú y la tierra 
Levanta el agua humilde y el pan celeste.

No hay otra forma de comprender al mundo.



LOS DOS

No es posible buscar como la sed al agua 
siempre, siempre, si al bebería ya no es sed 
sino agua buscando al agua, sino 
deseo de beber buscando al puro deseo. 
Si hay algo más que belleza 
¿cómo no lo hemos hallado? Tantos hombres 
tantos, tantos sueños uno tras otro buscando 
¿cómo no lo hemos hallado?

El deseo busca al deseo,
la muerte a la muerte,
el amante busca el amor, siendo un solitario
tras la soledad.
Le belleza es irrenunciable.
Si nos detenemos frente a lo más alto
que hemos logrado, ¿qué queda de esa apariencia
de eternidad? ¿cómo diremos que nada
soporta nuestro peso
si buscamos el buscar, si el conocer es conocer
y nada, nada más tras el constante desear?
La belleza es siempre una existencia prematura.
Y si optamos por una de las máscaras
para preguntar, para intentar salvarnos,
y hallamos otro rostro que es el nuestro
sobre el rostro que adoramos
—el nuestro pero el alejado, el que sufre
con la idea de sufrir
¿cómo no lo hemos hallado aún
si no hacemos más que preguntar?
Sólo tú, Belleza, ciega de luz y de noche,
agua bebiendo agua
antes que el agua naciera.



QUIJADA

Quiero escribir palabras como quijada. 
Destruir los complejos que se tienen al encarar cada palabra, 
como quijada. 
Es decir, señor periodista, 
yo escribo como un mestizo 
o como tal al menos quiero llegar a escribir. 
¡Las palabras tienen a veces una sangre tan confusa! 
Quisiera tener un aparatito en la cabeza que fuera moliendo 
esa misma quijada que estoy usando como ejemplo 
y dejara relámpagos temblando
en la palma de mi mano, sobre esa máquina que allí ve. 
Usted está ahí, con ese perfecto grabador, 
y yo aquí, frente a sus preguntas, 
midiendo con mi otro ojo la distancia que aún me
                                                             / separa del abismo.
Se reiría si le dijera lo que yo realmente pienso de la literatura. 
Apenas estómagos débiles en cuerpos enfermos. 
Nada más.
Por eso busco palabras como quijada 
para que bien mastiquen tanto polvo.



Víctor Redondo (Buenos Aires, Argentina, 1953)







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