sábado, 26 de diciembre de 2015

ACERCA DE LAS VIOLETAS






















Al ver sus muslos me puse pálido.
Era primavera y automáticamente comencé a seguirla,
no fui el único. Pronto, íbamos todos tras ella en procesión 
por el parque y, cuando la chica se detuvo
de pronto, quedamos petrificados, coagulados,
y cuando se dio vuelta, toda atrevida, nos convertimos
en hierbas, flores de primavera, arbustos, 
reverdecimos todo el parque con nuestra pasión, y la verde, 
esbelta pendeja paseaba por ahí,
sus muslos dirigían nuestro metabolismo,
en su cartera, los cuadernos se reían de nosotros
con sus ángulos doblados, blancos,
y escondimos nuestros globos oculares
entre el follaje y los árboles
y los doctores se olvidaron de sus doctorados,
los peones camineros de sus carreteras,
los profesores de sus conferencias,
los comerciantes de sus beneficios;
todos nos sentimos unidos en una hermandad fatal, peligrosa,
y nos tapábamos implacables con las ramas mutuamente,
nos asfixiábamos con las raíces, nos apartábamos con las ramas,
de modo que las violetas comenzaron a perecer lentamente,
y luego los hierbas y los arbustos,
hasta que sólo quedaron los robles más altos,
la hermosa les hizo guiños con alegría
y también a ellos les estalló el sistema circulatorio
y comenzaron a secarse, descomponerse, derrumbarse,
mientras que la chica se alisó la falda y subió al autobús. 


Alojz Ihan (Ljubljana, Eslovenia, 1961)

(Traducción;Marjeta Drobnič y Francisco Javier Uriz)






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