viernes, 10 de junio de 2016

ARK



















VIGA 4


El ojo humano, esfera de aguas y tejidos, absorbe una energía que ha viajado noventa y tres millones de millas desde otra esfera, el sol. Podría decirse que el ojo es un sol adoptando una forma.

Forma parte de un espectro de receptores, y si tan sólo pudiéramos "ver" más ampliamente, el cielo nocturno sería más "brillante" que la luna. Aquella materia más pequeña que la más corta longitud de onda de la luz no puede ser observada.

La presión sobre la superficie de un ojo crea la visión, aunque lo que estas mismas presiones enfocan de la interioridad de una libélula en vuelo es inimaginable. Es también por medio de la presión que lo que está de cabeza se endereza, tanto en el ojo como en la cámara. (Resulta posible tomar el globo ocular de una vaca  y raspar la pared posterior con un cuchillo, insertarlo en un tubo con la parte anterior hacia el frente, y si el tubo apunta hacia un olmo producirá la imagen de un olmo de cabeza.)

La parte frontal del ojo es un cristal convexo, vivo, y la luz que se curva en su circunferencia choca con una lente. Esta lente se encuentra detrás del iris, que la oprime dándole la forma de un volcán. Cuando hay luz, el iris parece un estriado núcleo de color, su orificio central dilata la oscuridad en día, transformándose al instante en aquello que el par de hemisferios  interiores del hombre llaman vista.

La cara posterior con forma de cuenco es la retina -los conos en el centro retiniano se extienden a través de las intersecciones con bastones, hacia los bastones que se encuentra en el borde. Es a través de esta malla que un rayo se engancha con otro para ver. En los bastones se encuentra una molécula dividida en dos partes que la luz desenlaza. Un quántum de luz desenlaza una molécula, y resultan necesarios cinco bastones para poder percibir la diferencia. En este umbral hay algunas estrellas, y
éstas sólo pueden ser vistas por el rabillo del ojo. El ojo es capaz de distinguir un alambre de .01 pulgadas de diámetro a una distancia de 100 yardas. La retina misma busca el equilibrio.

Aunque ver directamente el sol produce ceguera, la vista es el extremo intrincadamente preciso de una energía ramificada que ha hecho factible medir la carga de una tormenta solar, o calcular las novas. Es posible que el universo entero posea una forma similar.

Nuestros ojos son azules por la misma razón que lo es el cielo, una dispersión de reflectores: los ojos humanos sólo poseen un pigmento café.

En el embrión, dos tallos se abren paso desde el cerebro a través de una serie de intraplegamientos para formar las copas ópticas. En el sitio en el que la copa óptica alcanza la superficie, la superficie se dobla hacia adentro y se propaga tomando la forma de un hongo encarnado. Las últimas células nerviosas en formarse son aquellas que están más lejos de la luz.

Si me siento en mi mesa y miro el haz de luz que penetra un vaso de agua -y sale convertido en arco iris- y luego giro mi cabeza hacia la izquierda, tanto el haz de luz como el vaso se mueven a la derecha, y la ventana que está detrás de ellos, a la izquierda. Si me pongo de pie y camino hacia la mesa, el vaso en el borde se mueve hacia abajo, mientras que el extremo más lejano de la mesa, y con él la ventana, se elevan en línea recta por el aire.

Nadie sabe quién fue el primer hombre en mirar por largo tiempo una cascada y luego volver la vista hacia la pared del acantilado junto a ella, para así descubrir que al instante las piedras comenzaban a fluir hacia arriba. Pero siempre hemos sabido que el ojo no duerme, y que todos los hombres son Visionarios que recorren la noche sin párpados. Mente & Ojo son una espiral logarítmica que se enrosca desde la periferia. A esto se le llama "barrido sin espiral" -una forma biológica que (como las galaxias) combina la economía con la belleza. (Definimos "la belleza" a partir de percepciones simétricas:los sujetos que han observado una pulsación de luz parpadeante han visto algo parecido a una girándula que invierte su rotación, con un centro de finos detalles). Los hombres han descubierto células fotosensibles en el corazón de los caracoles.

La lente humana se aplana cuando se mira una pradera, y el gorrión puede ver la semilla bajo su pico -y al mismo tiempo divisar al halcón que desciende. Un gato ve al gorrión-en-el- fin-del-mundo en una algodonosa luminosidad de infrarrojos, púrupuras enormes.

Luego de largo tiempo de la luz, comenzaron a haber ojos, y la luz comenzó a ver a través de sí misma. Al momento de morir  las pupilas se abren al máximo.



(Del libro: ARK, 1996)

Ronald Johnson

(Traducción: Ricardo Cázares)





Ronald Johnson (Ashland, Kansas, Estados Unidos- Topeka, Kansas, Ibidem, 1998), poeta norteamericano graduado en la Universidad de Columbia; vivió en Nueva York a finales de 1950, recorrió los Apalaches y el Reino Unido por un largo período, después se radicó en San Francisco, unos veinticinco años, antes de regresar a Kansas, donde finalmente murió. Puede considerárselo en gran medida un poeta experimental, cultivó la poesía concreta y la poesía del borrado (sobre todo con El Paraíso Perdido de Milton); su obra considerada por la crítica como más relevante se llama ARK (de la que publicamos uno de sus poemas), y la estuvo escribiendo durante 20 años, desde 1970. Se lo considera dentro de la tradición de la epopeya americana, en la misma vertiente de los Cantos de Pound o del Paterson de Williams.







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