lunes, 20 de junio de 2016

De cómo el sujeto histérico aprende el error de memoria y repite (Esa eterna cicatriz al portador) o Poema C*






































“Estar solo
era dos cigarrillos encendidos
en la oscuridad”
WILLIAM IRWING
Dramatismo de facto



Siguen esos dedos soltándose
convertidos en mirada de soslayo
como cuando el aire libre
respiraba por nosotros
y la lluvia era mi boca seca
de un cielo clavado a tus pies
la encía muerta de hambre
tu nombre creciéndome
en las orejas acostumbradas
al eco de una saliva que ya no está
la memoria de una transpiración
todavía dando sombra.

Mi mano dentro tuyo buscaba un país libre
el salvavidas de un fuego
que ya no se parece
a un Dios arrepentido en la cruz

tener olor a vos
debe ser una ignorancia de la sábana
(todavía caliente)
el dolor a croché
como un viento sabido
pero tan nuevo
que todavía lleva el plástico.

Se veía venir la esponja mojada
la multitudinaria soledad
con su metejón de tierra firme
y toda esa nada paternal
abrigando al bebé recién violado

una vez más el pasto solo
una vez más el caracol
soñando con kilómetros por hora,
el dedo haciendo yo en medio de la ruta
la postal de mis brazos esperando acertar
y vos hacia fuera
por centímetros.

Se me fueron cayendo tus pechos de los labios
ya no estaremos juntos como los agujeritos de la nariz
ni estaremos solos como ese cigarrillo sin pasado
que irá poniendo nombres de mujer sobre tu nombre

tu recuerdo cubierto con una lona
sigue en el lugar del accidente
y otra vez habrá que reemplazar tu retrato
por el de San Lorenzo en la B

sé que estarás siempre a mi lado
como el vacío que dejaste
y que este miedo comiéndose las uñas
no es más que tu foto cansada
redondeando ceros
en la cantidad de veces que no volverás
ya no me darás sol

en eso me parezco a Dios
ejerciendo de niebla junta
no tocarte de lejos
ser nada con ganas de rocío

lo único que podía darte eras vos
la versión femenina de un silencio
que tiembla.

Cómo olvidar la cajita feliz
que se te cayera al salir
tu cuchara revolviendo la fe matada
nuestra vez esperando
la nube con forma de elefante

en este amor
ya no hay manos en los ojos
y de la sed no le queda
si quiera un camello de soberanía

en cada fotocopia de tu pelo
guardé el último trasplante de distancia
el reflector que alumbra la piel abandonada
la jabalina con la soga sin nadie.

Tal vez un fleco de amor
quede a salvo de la tijera
y el Charleston del baterista arree
a este silencio bilingüe
pero balística no va encontrar nunca
una bala con tu nombre
y si bien las condiciones
un tanto objetivas estaban dadas
me hubieras dejado el miedo de perderte
o al menos
una herida vigente
para hipotecar.


* Anula los poemas A y B.


Javier Saleh (Boedo, Buenos Aires, 1976) 




IMAGEN:  Géométrie conjugale (d'après Paul Klee (2005), fotografía de Gilbert Garcin




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