sábado, 11 de febrero de 2017

EL LARGO ALIENTO




COMPOSICIÓN

En un rincón exterior de la casa, las paredes lucen 
sus lamparones de musgo. Una pequeña ventana se insinúa
tras un mosquitero corroído en sus extremos. A su lado,
la herrumbre de la bomba descubre sus capas de pintura.
Un tacho de cincuenta litros, que linda con una chapa
suelta y algunos caños inclinados, mezcla aceite,
escombors, cal y agua de lluvia. Entre la bomba y el tacho,
una pila de cajones amarillos de cerveza, puestos de canto,
entronizan a un gallo rojo, con el brillo perenne del plástico.
Porque también hay luz en lo que se corrompe.




SE VIENE EL AGUA

Un cielo de porlan parece. Que se cae. Ya está tronando. 
El abuelo cava una zanja con la pala de punta. Quiere
que se vaya esa agua porfiada. Rezonga cuando hace fuerza.
No le importa que las abejas, que tomaban agua del charco,
se le peguen como enjambre en un zapato. Yo las espanto 
con un palito cuando se acercan. Pero me quedo en cuclillas,
arriba de los ladrilos cachados de la entrada. No quiere 
que se le ahoguen las gallinas, dice. Tampoco que me embarre,
que mamá nos va a retar. Yo pienso que no: las gallinas
saben flotar como los patos. Aunque estén encerradas. 
Muy despacio, un cauce de barro chirle supura para un costado.
Cuando se larga, ya estamos en la cocina. Y afuera
no se ve nada.




CARNE CRUDA

Se abandona. En el contagio del fuego. En el último
culito de ginebra. Una sensación de paz lo embriaga.
Por eso aguanta los grumos de sol en la cara. Inspirado,
golpea con la hoja afilada en la madera. Los teros oyen.
Desde lejos. Corren con el ala mocha. Como hijos a los
brazos de un padre. Picotean los pedazos.




EL EROTISMO

Una galería derruida, con ostensibles manchas de humedad,
culmina frente a una puerta de madera. El revoque de la pared
que la rodea se descascara. Bajo las chapas verdes del techo,
un vestido rojo con puntillas cuelga solitario de un alambre,
tocado por la luz natural. De en cuando se agita
con la brisa de la mañana.




AIRE DE FAMILIA

Ahora que llevo la barba ensortijada
encanecida desde la nuez hasta el mentón
a una edad en que papá también encanecía
al frente de su familia numerosa
que mi mujer ha encontrado mi rostro enrojecido
mientras bebíamos bajo el cielo pintado de gris
que brotan las várices de mis piernas huesudas
que el vientre abulta y los ojos se hinchan
y el despachante ha sentenciado en otro idioma
que se trata de la última botella por venir
las distancias hablan por sí solas.



(Envío de Valeria Cervero)


Diego Colomba (San Nicolás, Buenos Aires, 1972). Vive en Rosario desde 1990








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