viernes, 17 de febrero de 2017

VICENTE LUY





Mi vida de joven fue extraordinaria, como la de
todo joven. Descubrí, amé; penetré lo que amé,
y pagué por ello. Ahora otra vez soy joven. Puede
parecer poco. Pero eso es todo. Suben a pedal los
toros a mi mano llena de pimienta.

***

En enero, en este enero que pasó,
traté de suicidarme.
Me tomé 30 Nozinan 25 mg.:
En relación a los excesos el prospecto decía:
síndrome parkinsoniano gravísimo, coma, coma.
Pero ni el Parkinson ni el coma
se hicieron presentes.
Las reboté.
¿Qué sentí mientras esperaba dormirme?
Que ni estaba más lúcido ni más en contacto.
El desinterés cósmico; eso sentí.

***

5' de risa equivalen a una hora de aerobics. O sea;
con 5' de risa diaria uno estaría en forma, diría
que hasta entrenado.
Entonces, uno no está bien porque no puede.
Si nada te causa gracia
si no podés hacerte reír...
bueno, no podés.

***

No leí a Platón.
No leí a Kant - Hegel - Marx.
No leí a Nietzsche.
No leí la Divina Comedia ni el Quijote ni el Ulises.
No leí a Sartre, no leí a Freud.

LEÍ A SÓCRATES
y me va como el orto.



Vicente Luy




Vicente Luy es un poeta argentino que nació en Cóordoba en 1961 y se suicidó en Salta, en 2012 (saltando desde un séptimo piso).Signado por una desesperante lucidez, vivió hasta los 50 años con manías suicidas, como un huérfano extraviado en un desierto sin fin, huésped de neuropsiquiátricos, carne de electroshocks, medicado al extremo, rotulado como bipolar, o simplemente como portador de un trastorno obsesivo compulsivo.  Sobre ello comentaría: “Los últimos psiquiatras a los que fui a ver, todos dijeron que yo debía estar internado. Un bajón. Y a mí me cambiaría la vida un golpe de suerte, una sonrisa. ¿Está todo mal acá? Está todo mal. Y me van las cosas mal. En lo económico, me va pésimo. En mi trabajo, me va mal.  tengo reconocimiento. Yo quiero que, a cada lugar que vaya, que me inviten un trago, loco. ¿Entendés? Aspiro a poco. A un poco de amor humano, un poco de relajarnos, tener una mujercita que me quiera y a la cual yo poder amar. Tengo el corazón bastante cerrado.” En vida, publicó ocho libros. Y póstumamente la editorial CrackUp ha presentado en un solo volumen dos títulos inéditos: Plan de Operaciones (libro en el que trabajó entre febrero y mayo de 2010) y La única manera de vivir a gusto es estando poseído (que recoge poemas escritos en el lapso que va desde su última publicación en 2009 hasta sus últimos días en Salta). Caratulados así: poesía express (haikus políticos), casi prosas, documentos familiares, recortes, fútbol por tv, mucho rock, pinturas, fotos y poemas de amigos. Vicente Luy usó todos los medios a su alcance para dejar “la imagen de un ser real” en su obra. Perversos como todo buen pop, los libros de Vicente, Caricatura de un enfermo de amor, La vida en Córdoba, Aviones, No le pidan peras a Cuper, La sexualidad de Gabriela Sabatini, Vicente habla al pueblo, ¡Qué campo ni campo! y Poesía Popular Argentina muestran su proceso psíquico, con todos sus altos y bajos.  Su biografía estándar narra que dos finales abruptos, los de sus padres, signaron su trayectoria vital (era todavía un bebé cuando ellos murieron en un accidente de aviación). Fue criado por su abuelo, Juan Larrea, escritor español inscripto en corrientes de vanguardia, fugitivo de la agónica cultura europea.Larrea falleció en 1980, cuando Vicente tenía 19 años: nunca se repuso de esa pérdida. La herencia fue suculenta, bastante dinero y una casa. Se afincó en Salsipuedes, y como una especie de dandy, iba y venía a la capital cordobesa, en taxi. Vivía rodeado de amistades, novias y admiradores, fiestas delirantes. Empapeló la capital cordobesa en base a un provocador afiche con desnudos. Y desde su residencia seguía obsesivamente tres pasiones nacionales: el fútbol, el tenis y el rock nacional. En Buenos Aires se insertó en el mundo rockero y poético. El bolsillo le permitió asumirse como mecenas del trío Flopa-Manza-Minimal (cuyo primer disco produjo), y trabó amistad con figuras talentosas como Palo Pandolfo, Hilda Lizarazu, María Gabriela Epumer y Gabo Ferro. Y se insertó en un comando poético llamado Los Verbonautas, compuesto por Palo Pandolfo, Karina Cohen, Horacio Nocera, Hernán, Osvaldo Vigna y, ocasionalmente, Pipo Lernoud. Hasta que su vértigo dispendioso puso en cero su cuenta corriente.

(Miguel Grinberg)



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