sábado, 25 de noviembre de 2017

ESCAPARATE EN EL PASAGE VIVIENNE

















No es lo mismo pasear por esta galería 
que pasear por esta galería 
a la hora crepuscular, zamparse una bebida 
también crepuscular
y pararse ante el escaparate de viejas fotos: mujeres 
    frecuentadas,
con una brillante carrera sexual a sus espaldas:
                                                la primera
ofrece su catálogo envuelta en tules 
con dos globos que ocupan el día 
y el lugar:
            la que sigue
tiene un gesto de decir “aquí no duerme nadie”;
                                               otra
ha pactado muchas veces con su vida: hablo de sabiduría: 
    su deshabillé abierto hasta la cintura, su teléfono blanco: 
    lujosa como una cristalería: y no importa si todo eso es 
    simulación
como lo sabe cualquiera que pasea por aquí:
                                           la siguiente
intenta una magia que ya no tiene a su disposición: la falsa 
    juventud de quien, estando en el principio, 
no sabe que ya ha llegado al final;
                                   esa otra,
perecedera como su belleza, está protegida por un secreto
o da lo mismo
por sus ganas evidentes de exhibirlo:
                                     esta señora ya no es joven: 
sostiene la mirada como si la sangre de algún rey de Francia 
    le corriera alegre por sus venas: conoce el secreto de por 
    qué las cosas
son así: un pesimismo estratégico detrás de la cortina;

pero esta chica de cara indefensa
me recuerda mi primera decepción y posiblemente
mi primer fracaso, y alguien vuelve a decirme como entonces:
“ya no pienses más en eso”:
y yo en eso pienso siempre.



Santiago Sylvester (Salta, Argentina, 1942)

(de: "El que vuelve a ver",
2016)


IMAGEN: La galería del Pasage Vivienne, en París.





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