martes, 21 de noviembre de 2017

LOS CASOS PARTICULARES

























(el tiempo pasa en todas partes)


Palabras hermosas sobre la humanidad fueron dichas aquí 
en el siglo XVIII: el barón d'Holbach, Voltaire, Diderot.
El filósofo era un reloj que se daba cuerda a sí mismo, y
      Madame D’Épinay discutió con sus pares de la Academia 
cuando las mujeres bordaban, criaban hijos 
y esperaban un sobresalto erótico en su boudoir.
Hermoso destino el de esta ciudad 
donde no hay abulia del conocimiento.

Por aquí también ha pasado el tiempo: hoy 
nadie mira a nadie, y no es aires de importancia: se trata 
     de un estilo, un dilema de la gestualidad: fijar los ojos 
     crea un desorden instantáneo: modales extenuados por la cortesía.

        Cruce usted una avenida, tome un café, 
compre un libro, una baguette, viaje en Metro, 
y la única mirada directa que recogerá, fiel 
al viejo desenfado de mirar a la cara,
será la de esa chica del cartel que usted conoce: ça change tout, 
sensation de ne rien porter*: un alarde difícil de pasar por alto.

De otra época llega este saludo.

*de un cartel publicitario para vender preservativos.



(la manía de cumplir años)

No es la cantidad, sino que llegan todos juntos: se hacen notar 
por presencia y ausencia: las ocasiones perdidas, el malgasto, 
también el beneficio de lo que ya ha pasado como un tren de 
carga hacia el oeste.

Qué puedo decir ahora de la soledad: que he aprendido 
a estar solo;
de los viajes, que he aprendido a viajar; 
de lo conversado, que he aprendido a conversar; 
y recuerda también que las palabras del amor 
pocas veces son palabras de amor: más bien gestos,
     sobrentendidos, bueno es comprenderlo para saber que 
     tampoco en esto
hubo desperdicio: lo que se ha ido
es porque debía irse, lo que ha quedado es el resumen: saberlo 
para que el oído no se confunda y pueda oír, 
para que el ojo no se confunda y pueda ver, 
para que la memoria no se confunda y recuerde que nada está 
terminado, que en todas partes hay desorden y es una 
suerte: de otro modo no valdría la pena moverse, 
negociar,
saludar al plazo que nos queda.
Hablar de los muchos años
puede terminar en celebración de uno mismo,
por eso me callo y sólo agrego que de los años
espero más años y además
que sea siempre de esta forma,
no de otra.



(dificultades de la convivencia)

No es necesario que estemos de acuerdo: lo extraño sería que lo estemos: el acuerdo inmejorable de los que no tienen opinión:

cómo buscar un asomo de verdad sin ser contradictorio: es posible

que yo tenga razón y que a la vez no tenga: hay un nudo no resuelto que no tiene solución: ejemplo, prometer felicidad
o lo contrario: casi nada se conjuga con el verbo ser: verbo 
    de uso aproximativo: ¿ser feliz? ¿no serlo?: lo más  
    probable
es estar en la confluencia: desalojado entre enraizados, 
    semilimpio y en el claroscuro.


                     Hay
un interés contradictorio en todo tiempo y en cualquier lugar: 
    cómo entonces tener razón 
o no tenerla
si la transformación está en la base: moverse 
es un premio
y ahí vamos enhebrando una idea tras otra 
como el pescador ensarta sus pescados en la lercha.
                    Buenas noches entonces: 
aquí termina el poema.
No hay cómo terminar con el litigio.



Santiago Sylvester (Salta, Argentina, 1942)



IMAGEN: Retrato de Madame D' Epinay (Francia, 1726-1783; escritora francesa y amante dll filósofo Jean Jacques Rousseau.





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