viernes, 17 de mayo de 2019

VENDRÁ LA MUERTE Y TENDRÁ TUS OJOS




















No hay palabra/que pueda poseerte/o contener. Recibes/como la tierra los golpes,/de ellos haces vida, aliento/que acaricia, silencio./Eres reseca, como el mar,/ como el fruto de un escollo,/y no dices palabra/y ninguno te habla.
(Fragmento)



Eres como una tierra
que nadie dijo jamás.
No esperas nada
sino la palabra
que surgirá desde el fondo
como una fruta entre las ramas.
Hay un viento que te alcanza.
Cosas secas y mortecinas
te estorban y andan en el viento.
Miembros y palabras antiguas,
tiemblas en el verano.

***

Tienes rostro de piedra esculpida,
sangre de tierra dura,
has venido del mar.
Todo recibes y escrutas
y rechazas de ti
como el mar. En el corazón
tienes silencio, palabras
engullidas. Eres oscura.
Para ti el alba es silencio.

Y eres como las voces
de la tierra -el golpe
del balde en el pozo,
la canción del fuego,
el ruido sordo de una manzana;
las palabras resignadas
y oscuras en los umbrales,
el grito del nene -las cosas
que no suceden nunca.
Tú no cambias. Eres oscura.

Eres la bodega cerrada,
con piso de tierra
donde entró una vez
descalzo el chico
y que recuerda siempre.

Eres la habitación oscura
que se recuerda siempre,
como el patio antiguo
en que se abría el alba.

***

Eres la tierra y la muerte.
Tu estación es la sombra
y el silencio. No hay cosa
viva que esté más
remota de ti que el alba.

Cuando parece que despiertas
eres solo dolor,
lo tienes en los ojos y en la sangre,
pero tú no sientes. Vives
como vive una piedra,
como la tierra dura.
Y te visten sueños
movimientos sollozos
que ignoras. El dolor,
como el agua de un lago,
teme y te circunda.
Son círculos en el agua.
Tú los dejas desvanecer.
Eres la tierra y la muerte.



Cesare Pavese


(Traducción: Jorge Aulicino, 
-Edición no bilingüe-)


Cesare Pavese. Poeta  y novelista italiano (San Stefano Belbo, 1908). Estudió filología inglesa en la universidad de Turín y, tras su licenciatura, se dedicó por completo a traducir a numerosos escritores norteamericanos, como Sherwood Anderson, Gertrude Stein, John Ernst Steinbeck y Ernest Miller Hemingway, así como a escribir crítica literaria. Fue uno de los fundadores de la editorial Einaudi, en la que permaneció como editor hasta su muerte. Sus escritos antifascistas, publicados en la revista La Cultura, lo condujeron a la cárcel, donde escribió sus propias obras. Durante la II Guerra Mundial formó parte de la Resistencia antifascista. La narrativa de Pavese trata, por lo general, de conflictos de la vida contemporánea, entre ellos la búsqueda de la propia identidad, como en La luna y las fogatas (1950), considerada como su mejor novela. En cambio, su más bello y escalofriante poema es, quizá, Vendrá la muerte y tendrá tus ojos (1951). Más tarde, en el año 1957, se creó un premio literario con su nombre para honrar su memoria. Algunas de las mejores y más conmovedoras páginas de Pavese se encuentran en su diario, que fue publicado póstumamente, en 1952, bajo el título El oficio de vivir. Pavese se suicidó en una habitación de hotel de Turín después de haber recibido un premio literario por su libro El bello verano (1950); Uno de los motivos más sólidos de su suicidio es el breve romance que tuvo el poeta con la actriz estadounidense Constance Dowling (foto), al que ella le pone fin, regresando a su país; fue el segundo fracaso importante de Pavese, en sus relaciones amorosas. Pero fue Dowling la musa trágica del último libro de Pavese: Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. Unos meses antes, en el "Oficio de vivir", había escrito: "Uno no se mata por el amor a una mujer. Uno se mata porque un amor, cualquier amor nos revela nuestra desnudez, nuestra miseria, nuestro desamparo, la nada...En el fondo, en el fondo, ¿acaso no he apresado al vuelo esta extraordinaria aventura, esta cosa inesperada y fascinante para volver a lanzarme sobre mi viejo pensamiento, sobre mi antigua tentación: para tener un pretexto para pensar de nuevo en eso¿ Amor y muerte, esto es un arquetipo ancestral". 


IMÁGENES: Cesare Pavese y la actriz sin duda inolvidable y ya olvidada, Constance Dowling.




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