sábado, 22 de junio de 2019

CUALQUIER MOMENTO ATENTAMENTE





CUALQUIER MOMENTO ATENTAMENTE

consentido
es ahora: el ahora

del baobab, el ahora
de la polilla;

el ahora perpetuo,
inadvertido,

de toda Vida.
Amortiguado, seco, mortecino,

despavorido, ardido, desistido.
Caído con estilo

(sin huida), eternamente
colmado.



EKAGRATA*


El que mira la vela
no respira: el aliento
pasa por él, abierto
y distendido.
                     No recela
del tiempo entero, uno, no partido
en pasado y futuro.
                     Diligente
presta atención:
                          el mundo discrepante
está puro y unido,
                             renacido,
en este instante.


*Ekagrata: En la India, fijación de la vista para la concentración de la mente en un punto, imagen u objeto.



EL OJO FACETADO

de la abeja conoce la incidencia
de la luz’. Otro tanto
el ojo de la mente. Es decir,

si está despierto. Los sistemas
del entresueño
—oscurantistas— son

cerrados. Por ejemplo,
la aplastante evidencia
de lo aparente. Es lo que el ojo

de la mente
atraviesa despierto:
todo es mente. No

la idea de la piedra
sino la piedra —extensa,
pesada,

temporal, conductora de calor,
preciosa o tosca, táctil,
asentada o rodante. Su patente

ser así
es sólo el programado correlato
de conocer así, prensivamente, en

dependencia
del aparato. Pero ¿soy
el aparato?

¿O sólo el autoengaño inveterado
del ojo facetado
de la abeja?



YA NO VOY A OCUPARME

de la flor del ciruelo,
de la lluvia que cae en el jardín,
de las hojas de jade que palpitan
en el agua de jade.

Me quedo con la impávida ventura
de la taza de té,
con la fresca humedad
de la camelia dibujada.

Ayer es un ciruelo lancinante,
una lluvia que cala el corazón,
un deslumbramiento de jade
que fluye, irreparable,
por el río de jade.

Me vuelvo hacia las formas impasibles
de las flores antiguas del papel,
al amor temperado del laúd,
a la rama de incienso de los clásicos.


(De la edición de AH: Poemas completos,
2018)

Hugo Padeletti (Argentina; Santa Fe, 1928 - Buenos Aires, 2018)



IMAGEN: Boabab, árbol africano de 2000 años de longevidad.




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