jueves, 19 de diciembre de 2019

7 DE SETIEMBRE







































(a las 11)


Qué mar o río
                           es éste o ése de rozamientos en un fluir
                       que a la vez se extasía
         y que en una nada de ribera nos suspende en su mismo
                                                                           éxtasis, de cuyo enigma,
al parecer, apenas si la hora emerge en unos grumos con ramillas
                                   en filigrana todavía?
          
                          Mas se trata de algo así
                   como la trama gracias a la cual por momentos oímos
                                                            al propio tiempo cruzando su tejido
      en ese éter en que pronto, pero con intermitencias, habrá de ser urdido
                                                                        el imposible
                                           perdurando de unos tonos de rocío
aunque a través de las profundidades que alzará, expectativamente, el día
                                                                                                   y aunque con figuras
                                                                      para, se dijera, oportunamente, inscribir
                                                                                 el vértigo que dibujan
              algunas de las hebras en tren de desprenderse, o poco menos, de sí...
                                                                                              y medidas
                                              también, para, presumiblemente, cadenciarles sus latidos
al propio anhelo casi trasvelándose, o fuera, si se quiere, de eso que hasta ritma
                                                                                 el despliegue de los confines...


(a las 17)

                              La duración ya no susurra o lo hace, quizás, sólo para sí,
                                              aunque el anhelo de su discurrir
debe de darse, ahora, en aquel estupor al que muy apenas flava
                                                   y al que apenas simultáneamente irisa
                                                 la iluminación del abismo...
Oh setiembre que subes azoradamente, a la vez, y de qué aquí?...
                                                  de qué memoria u olvido
                                                             del cielo
                               o de aquella ilusión que con éste respiraba cuando así
                                                              lo empezabas a abrir
                                                        a unas almas de fresias, todavía
                                           en ascenso de los limbos... :
aquélla que aún hoy, hoy, vuelve contigo a ese oro que suspira
                                      en cambiantes desde las simas
                                                    del infinito...

(Inéditos, escritos hacia fines de los 60’ 
y los años 70’, publicados, en la edición de la:
"Obra Completa",  Universidad del Litoral,
Santa Fe,  2015)

Juan L. Ortiz





Juan Laurentino Ortiz , (Entre Ríos, Puerto Ruiz, Gualeguay, 1896 -Id.,  Paraná, 1978). Poeta argentino. Al poco tiempo de su nacimiento, la familia se traslada a las selvas de Montiel. La naturaleza de su provincia marcó al niño que años más tarde la convertirá en un elemento esencial de su poesía. Se lo considera un poeta mayor de la lengua española y figura fundamental de su país, en el mismo plano singular y secreto en el que se ubica la influencia de Macedonio Fernández. Eso fue mientras vivió; después ya se convirtió en un mito. Vivió su infancia en el medio rural de la provincia de Entre Ríos.  Estudia en la Escuela Normal Mixta de Maestros de Gualeguay. Temprano adhiere al ideario socialista; hace vigorosos discursos y comienza a escribir en la prensa gráfica.  Realizó estudios de Filosofía y vivió un corto tiempo en Buenos Aires. Allí participó de la bohemia literaria de los años 20 y se vinculó a los ambientes políticos e intelectuales del anarquismo. A instancias de Salvadora Medina Onrubia, durante su estadía en Buenos Aires empezó a colaborar en La Protesta y Crítica; de regreso a Gualeguay, escribió para medios del Litoral. Su primer libro, El agua y la noche, de 1932, vio la luz gracias a la ayuda de Carlos Mastronardi, César Tiempo, Cayetano Córdova Iturburu y Ulyses Petit de Murat. Aunque integró movimientos políticos ―entre otros un comité de solidaridad con la República española durante la guerra civil que dividió a España entre 1936 y 1939, vivió aislado del ambiente cultural de la capital argentina. Volvió pronto a su provincia. Celebró la revolución rusa del año 17 y la liberación de París; denunció el asesinato de García Lorca y los horrores del nazismo; padeció la cárcel durante el golpe del 55; y en 1957 fue invitado a visitar China y la ex Unión Soviética encabezando una delegación de intelectuales argentinos. Sus libros también fueron alcanzados por la barbarie de la última dictadura teniendo como destino trágico la hoguera. En Gualeguay, trabajó como empleado público y llevó una vida retirada que no le impidió ejercer una notable influencia estilística sobre las jóvenes generaciones. Se inició bajo la influencia de la poesía intimista posterior al modernismo para después evolucionar hacia acentos más personales, entre los que destaca un sentimiento cósmico del paisaje y un humanitarismo solidario. Juan L. Ortiz había leído muy bien a los simbolistas belgas, a Maurice Maeterlinck; a Rainer Maria Rilke, a Juan Ramón Jiménez, a Mallarmé,  a T.S. Eliot, entre otros, de su frondosa biblioteca. Sus atmósferas son siempre delicadas; el paisaje es sutil, etéreo, leve. La vida pasa por los versos como una pluma: la verdad parece ocultarse siempre más allá del poema, en una zona donde las palabras son sólo un indicio del “resplandor”, aun en la "miseria", aun en las "injusticias" y su compromiso social. Su estética puede ser considerada “impresionista” (en el sentido que el mundo llega al artista en forma de percepciones), con influencias de la poesía china y japonesa; y asimismo de Ezra Pound, a quien tradujo.  Apartado de los círculos literarios, su obra tuvo escasa difusión y se publicó de manera dispersa en varios poemarios (El agua y la noche, El alba sube, El ángel inclinado, La rama hacia el Este, El álamo y el viento, El aire conmovido, La mano infinita , La brisa profunda) que en 1971 se reunieron en tres volúmenes bajo el título En el aura del sauce, junto con otros dos libros no publicados hasta entonces: El Gualeguay y La orilla que se abisma.  Desarrolló una activa labor con la poesía extranjera traduciendo a Paul Éluard, los poetas chinos, Guisseppe Ungaretti y Ezra Pound. La revolución fue una idea permanente en Ortiz, un motivo que organiza y da sentido, pero no por ello puso en lugar secundario sus inquietudes filosóficas y estéticas magistralmente transformadas en uno de los cuerpos líricos más auténticos de las letras latinoamericanas. En 1942 se radicó en Paraná hasta donde llegaban, a manera de una peregrinación laica, amigos entrañables, estudiosos de su poética y poetas de todas las edades pero, y sobre todo, lo visitaban los jóvenes atraídos no sólo por la calidad de su poesía sino por la transparencia de su conducta. En Juan L. Ortiz, poesía y vida son por completo inseparables. Tanto que de su ética surge su estética y su estética profundizará su ética. Juanele, como comenzó a llamárselo en los círculos literarios de la capital (cosa que a él le causaba gracia: todos sus amigos le decían “Juan”), fumaba en largas boquillas de caña y publicaba sus poemas, de versos extensos, en libros de tipografía minúscula, cuidando hasta el extremo todos los aspectos de la edición.  Su obra adquirió mayor visibilidad, cuando la Universidad Nacional del Litoral publicó su Obra completa, enriquecida con poemas no incluidos en ‘En el aura del sauce’ y con artículos y comentarios, aparecidos en diarios, revistas, y cartas. Original, la obra de Juan L. Ortiz, sigue fluyendo en el cauce del tiempo. Su literatura se volvió un símbolo de la libertad y consistencia que un proyecto estético puede asumir, incluso en condiciones de austeridad y distancia de los centros culturales. Faro y emblema de un grupo de creadores que incluía a Juan José Saer, Marilyn Contardi, Alfredo Veiravé, Hugo Gola y Mario Medina; el poeta gualeyo celebraba la amistad y el río, en sus poemas. Juan Laurentino Ortiz falleció el 2 de septiembre de 1978, en Paraná.


IMAGEN: Juan Ortiz frente al río Gualeguay, fotografía de Esteban Pablo Churtalón, extraida del Tomo 3 de En el aura del Sauce, Ed. Biblioteca Popular Constancio  C.C. Vigil, Rosario,1970.
(El escaneo de la Foto tiene los mismos defectos que tiene la impresión original).




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