sábado, 27 de marzo de 2021

LA PINTURA A CARA DESCUBIERTA



 









"Agredidos" (2020).


 Entrevista de Eduardo Villar al artista Luis Felipe Noé (*)--Fuente: 

Revista Ñ – 31-10-2020

 

Son muchos –al menos seis– los títulos que acompañan las horas de Luis Felipe Noé en los días previos a sus tres inauguraciones en la primera semana de noviembre, detallados en estas páginas. A los de las tres exhibiciones, se suma “Menage à trois”, el proyecto/homenaje común de las galerías involucradas, y los de dos libros. Uno, El arte entre la tecnología y la rebelión, que escribió hace 50 años y se publicó hace semanas. Otro, La asunción del caos, que ahora mismo Noé procura terminar y que considera su “legado de pensamiento profundo”. Así de intensa es la rutina creativa de este artista de 87 años que hace semanas superó –con estoicismo y máxima discreción– la experiencia personal de atravesar el Covid-19. Continúa pintando y escribiendo en su casa-taller de San Telmo como si nada hubiera ocurrido.

Allí mismo, donde trabaja con sus asistentes en los últimos detalles de las muestras y en el embalado de las obras que se exhibirán en tres puntos de Buenos Aires, “Yuyo” Noé hace una pausa para recibir a Ñ. Apenas iniciada la charla, protesta levemente por la multiplicidad de títulos, que le parece un exceso de entusiasmo, y prefiere poner el foco en uno, 2020. El virus reina, el que reúne en Rubbers sus obras más recientes, realizadas todas este año, salvo una, durante la cuarentena. Dice: “Todo el mundo se queja del aislamiento pero yo lo he aprovechado para concentrarme y trabajar como nunca”.

–Me da la impresión de que las obras nuevas, pintadas en este este año tan dramático y oscuro, son paradójicamente muy luminosas, más que lo habitual en tu obra. Tienen un brillo especial, irradian luz…

–Mirá, ¿querés que te diga? (baja la voz) Voy a hacerme un poco de propaganda a mí mismo, total… Yo ya tengo 87 años, soy muy consciente de que puedo morirme en cualquier instante…

–Eso nos pasa a todos, Yuyo…

–Pero a los 87, mucho más. No le tengo ningún miedo a la muerte, más bien un poco de curiosidad: quiero ver qué carajo pasa cuando uno muere. Pero lo que sí quiero es terminar lo que me propuse escribir, quiero terminar mis proyectos. En cuanto a la pintura, no tengo proyectos sino que simplemente ya me sale. Y siento que ahora me sale… como un gran juego. Siempre he jugado en todo lo creativo. Mi texto del catálogo comienza con una frase de Goethe que me encantó, con la que me siento totalmente identificado, que decía: “Todo lo que yo pueda, quiero hacerlo jugando, sea lo que sea y mientras me dure la afición. Así jugué en mi juventud, inconscientemente, así quiero proseguir deliberadamente durante el resto de mi vida”. Bueno, yo también… En ese juego me siento cada vez más libre. Para no aburrirme… Yo nunca he entendido a los artistas que confunden personalidad con el repetirse siempre en lo mismo. Para mí, la personalidad es algo tan esencial… Es como vivir. Veo una foto mía de hace 30 o 50 años y parece otro tipo; no soy yo. Pero soy yo. Y lo mismo me pasa con mi obra. Alguno podrá creer que la de Rubbers es una exposición colectiva. Parece una colectiva, porque tengo variantes de juego…

“Soy. No sos”, una de las obras de los años 70 que se exhiben en la Galería Jacques Martínez.

–Es que en estas tres muestras está esa simultaneidad de momentos diferentes que sos vos y no sos vos. Porque es cierto, la persona que eras en los 70 no es quien sos hoy y al mismo tiempo sí.

–Es cierto eso cuando hablamos de obras de diferentes épocas. Pero otra cosa son las obras últimas, sobre todo las de este año, que también tienen variación entre sí. Me siento… No sé, puede parecer vanidoso… En este momento me estoy reconciliando conmigo mismo. En el sentido de que ahora veo mi trabajo y me digo… no está mal, no está mal…

–Antes te censurabas más…Ahora trabajás con más descontrol…

–Sí. Y además hay otra cosa… He perdido eso de sentirme un poco resentido por no tener un eco internacional muy grande… Ahora me importa tres carajos. Porque otra idea de Goethe con la que me identifiqué es que, más que su propia obra, le importaba estimular la obra de los demás y los procesos culturales. Tanto, que se me ocurrió en el Centro Cultural Borges iniciar esa serie que después se terminó porque era costosa, “Ojo al país”, y después el espacio “La línea piensa”, que yo propuse y ahora dirige Eduardo Stupía… Creo en el estímulo a los procesos culturales. Por ejemplo, el grupo al que yo pertenecí (Nueva Figuración, con Rómulo Macció, Jorge de la Vega y Ernesto Deira)…Bueno, fue un invento mío, no es para mandarme la parte pero es cierto. Si no se me hubiese ocurrido a mí proponerlo, no hubiera existido. Pero creo que los procesos no son individuales sino colectivos… No es lo mismo, cuando uno es joven, aparecer con una obra distinta con la que te tenés que enfrentar con los leones… Pero si te presentás en grupo, el que se va es el león. Se asusta. Siempre creí que era necesario decir: “esta es una nueva posición”. Y si aparecés solo, joven, con una nueva posición, te hacen mierda.

–Contanos del libro que estás escribiendo, La asunción del caos. ¿Es en el sentido de asumir?

–Sí, asumir el caos que todos constituimos. Yo había publicado un folletito cuando fue la exposición “Mirada prospectiva”, en el Museo de Bellas Artes. Fue un libro que no estaba en venta porque estaba hecho por el Ministerio de Cultura; no se podía vender. Entonces es un libro un poco como que no existió. La primera parte, que quedará bastante igual, se titulaba precisamente “Asunción del caos”. La segunda parte, que estoy reescribiendo con mucho trabajo, era “El caos como estructura”, lo que parece paradójico pero no quiere decir que el caos tuviera estructura sino como estructura de sí mismo, del que la asume. En eso estoy, concentrado escribiendo. Creo que va a ser mi legado de pensamiento profundo.

–¿Cómo manejas en tu rutina el tiempo para la pintura y el tiempo para la escritura?

–Mirá, diría que una me descansa de la otra… Aunque, la verdad, la pintura nunca me cansa, es siempre un descanso para mí. La escritura es otra cosa… Hay que precisar conceptos, tengo que leer mucho, dar referencias, es otro tipo de trabajo. En cuanto a la rutina, no tengo horarios pero alterno en el día, más o menos. Por lo general en la mañana trato de escribir y en la tarde pinto. Pero ahora la pintura la terminé.

–¿Qué dirías de tus pinturas nuevas, cómo las describirías, qué ves de nuevo en ellas?

–Cada vez más comienzo las obras como si fuesen obras abstractas. Comienzo y a mitad del cuadro –siempre me ha pasado eso, pero cada vez más–, me pregunto qué carajo estoy haciendo. Y ahí es como si el cuadro me hablase a mí y me dijera “yo quiero ser algo”. Entonces tengo que escuchar lo que quiere ser el cuadro. Y en la mitad de la obra me llega el título, que es más bien como un título de poesía, amplio, de juego. Y eso es una flecha para seguir adelante y se me va armando la consciencia de qué es lo que estoy haciendo. No digo que siempre, pero en el 99 por ciento de los casos es así.

–¿Qué es lo novedoso del proceso creativo, entonces?

–Antes partía de la mancha, luego me ha interesado más la relación de la línea con el color, la pintura. Después el acto pictórico en sí mismo, el color… Pero a partir de este siglo volví a darle mucha importancia a la línea. No la línea como en la época de Ingres y Delacroix, cuando el enfrentamiento era entre la línea representativa y el color. En la actualidad, cuando digo la línea no es la línea que representa algo, sino la línea que cada vez se ve más en los dibujos de los jóvenes, que es una línea abstracta. Ahora, es una línea también de color vibratoria y demás. De eso tomé conciencia clara a partir de mi retorno a la pintura en los 70. Pero más aun a partir del siglo XXI. Después de un accidente que tuve ya no pude levantar el brazo derecho, de manera que no podía pintar vertical. Partía mucho del dibujo, pero del dibujo libre, y eso 

me fue cambiando. Así como antes para mí había que superar la diferencia entre lo figurativo y lo abstracto, ahora había que superar la diferencia entre la línea y el color, y mezclarlos. Creo que en el último tiempo es como una actitud de juego, cómo se juega la línea con el color. Es como el jugador de póker, que va entendiendo cada vez más en qué consiste la cosa. Y creo que en ese sentido he madurado, en mi propia libertad. Solía asociar la expresión ser maduro con dejar de hacer pendejadas, y ahora creo que nunca fui más pendejo que ahora.

–La madurez te da soltura y libertad. Es lo que te permite dejar de censurarte.

–Sí. Además ya soy reviejo, un súper anciano, pero no me siento así. He oído muchas veces que los pintores son mejores cuanto más viejos. Siempre se cita los casos de Monet, Tiziano, Okusai y varios más. Veo a qué edades murieron ellos y eran unos pendejos al lado mío. Goya es otro caso, al final murió a los 82.

–Decís que empezás las pinturas como si fueran pinturas abstractas. Pero me parece ver que estas de 2020 son más figurativas que lo habitual en vos.

–Algunas sí, otras no. Hay cuadros de los que algunos me dicen “no parece tuyo” porque son más abstractos. El titulado “La teoría del color es teología” es una reflexión sobre la teoría del color. Otro viene de una frase de Novalis, “Juego de palabras, juego mágico de colores” que, salvo las partes escritas, es totalmente abstracto. Hay otro que se llama “Sin fonía”. Son tres cuadros claramente abstractos. Hay otros mucho más figurativos… Ya ves, entonces, por qué digo que parece una exposición colectiva.

 

(*) Luis Felipe Noé, nació en Buenos Aires en 1933. Pintor neo expresionista que en 1961 formó parte de la corriente llamada: Nueva figuración argentina. Estudió leyes en la Universidad de Buenos Aires e integró, durante un tiempo, el taller de pintura de Horacio Butler, donde comenzó su carrera artística.Su pintura es considerada fragosa, ornamentada y exuberante, donde el caos es una de las temáticas germinales y favoritas. Ha realizado más de 40 exposiciones individuales en prestigiosos museos y galerías nacionales e internacionales como: Museo Nacional de Bellas Artes, Caracas (1968); Centro de Arte y Comunicación, Buenos Aires (1992); Museo del Palacio Nacional de Bellas Artes, México (1996) y Centro Cultural Borges, Buenos Aires (1998). Noé ha recibido numerosos galardones, algunos de ellos son: Premio Nacional Di Tella (1963), Beca Guggenheim (1965 y 1966), Premio a la trayectoria artística de la Asociación Argentina de Críticos de Arte (1984), Gran Premio Fondo Nacional de las Artes, Buenos Aires (1997) y Premio Rosario a la trayectoria, Argentina (2000). Además de su dedicación a la pintura, realizó trabajos como crítico y teórico de arte en diversos diarios y revistas. Su obra forma parte de importantes museos y colecciones privadas de Argentina y del extranjero.




No hay comentarios:

Publicar un comentario