jueves, 10 de junio de 2021

De: NAS BRAÇOS DA EXÍGUA LUZ (1976)


 



















“FEMME À L’OMBRELLE”, 1886 (*)


La Revolución nace del paraguas de Monet,
no por azar, sino porque era un día de lluvia. O mejor,
las nubes que cubren la parte superior de los dos lados
de la tela vuelven inevitable y evidente la aparición del
paraguas

en manos de la mujer. Es que en alguna parte, por detrás
         de aquello que se ve
y es claro, una sombra próxima, y de cuya transparencia se
hace eco
el poema, concentra las diversas tensiones convergentes en
la proximidad
de lo temporal. ¿Por qué razón, se preguntaría a propósito,
         aquella mujer
está allí, en espera de la lluvia, batida por los vientos y desgarrada
por los arbustos? También la impresión, que tengo en mi
         frente, poco
transmite del color original. Sólo un brillo, sobre todo
        cuando únicamente
entreabro la ventana, no dejando entrar un exceso de luz,
        se suelta y bate
en la pared, sobre la tapa de la escribanía en que escribo, y
        momentáneamente
reproduce aquella figura solitaria - ahora que este adjetivo
inesperado, aquí surge lógicamente solicitado por el poema.
Finalmente, la propia pared se identifica con el horizonte:
hacia donde me dirijo, en cierta manera sin la esperanza
en un próximo regreso.
 
(De: “Antología”, Visor, 2003)
 
Nuno Júdice  (Algarve, Sur de Portugal, 1949)

(Traducción: Vicente Araguas)
 
 
 
A Revolução nasce do chapéu de chuva de monet,
não por acaso, mas porque estava um dia de  Chuva. Ou antes,
as nuvens que cobrem a parte superior dos dois lados
da tela tornam inevitável e evidente a aparição do chapéu de
          chuva
nas mãos da mulher. É que algures, por detrás daquilo que se
          vê
e é claro, uma sombra próxima, e de cuja transparência se faz
         reflexo
o poema, concentra as diversas tensões convergentes na proximidade
do temporal. Por que razão, perguntar-se-ia a propósito,
       aquela mulher
está ali, à espera da chuva, batida pelos ventos e rasgada pelos
arbustos? Também a impressão, que tenho na minha fente,
      pouco
transmite da cor original. Só um brilho, sobretudo quando
apenas entreabro
a janela, não deixando entrar um excesso de luz, se solta e
     bate
na parede, sobre o tampo da secretaria em que escrevo, e
    momentaneamente
reproduz aquela figura solitária - agora que este adjectivo,
inesperado, aqui surge logicamente solicitado pelo poema.
Por fim, a própria parede se identifica com o horizonte:
para onde me dirijo, de certo modo sem a esperança
num próximo regresso.
 
 
 (*) Pintura de Monet, Femme à l'ombrelle, 1875.


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