martes, 20 de julio de 2021

NOTAS AL DIÁLOGO SOBRE WITTGENSTEIN (Fragmento)


 










No me atrae particularmente la filosofia de Wittgenstein, pero tengo pasión por el hombre. Todo lo que leo sobre el me conmueve. Mas de una vez encontré rasgos comunes entre él y Beckett. Dos apariciones misteriosas, dos fenómenos de los que uno está contento de que sean tan desconcertantes, tan inescrutables. En ambos se da la misma separacion respecto a los seres y las cosas, la misma inflexibilidad, la misma tentación del silencio, el repudio final del verbo, la misma voluntad de entregarse a fronteras jamás presentidas. En otros tiempos hubieran sido atraídos por el Desierto... (Cioran).
 
 
¿Por qué interesa a Cioran el personaje Wittgenstein?  ¿Por el mito que lo rodea? ¿Porque de alguna manera representa una suerte de síntesis de nuestra época, o tal vez por ser una figura ética, algo así como un posible y deseable deber-ser? Una figura envejecida, inactual y, por eso mismo, poderosa; poderosa en su ocultamiento, en el alejamiento de su a-topia.
 
Nadie puede ser wittgensteiniano, ni nietzscheano, ni heideggeriano: ¡como si alguien pudiera ser más que ser! Su filosofìa es algo que se vive y no una posición. Su valor, diria Bataiile, es excrementicio; pertenece al desorden de la deglución, de la asimilación y de la sobrevivencia, y no al “orden” de un conocimiento desencarnado. Lo excrementicio es eso oscuro y prolifko de donde surge el “saber” y la “razon”, es el barro (biblico) que sostiene toda ascesis, la que es ascesis (mistica, erotica, filosófica o estetica) solo en relacion con el barro de que esta hecho el mundo: “AI filosofar hay que bajar al viejo caos y sentirse a gusto en el” dice Wittgenstein.
Wittgenstein: el arte del matiz, de ver lo invisible en lo visible y viceversa. El don de sacar a la luz lo que ya está en la luz, de ver la evidencia. Tal vez aqui este su misticismo más profundo. Los budistas dicen: cuando saco agua, saco agua; cuando como, como. Es lo más dificil. El análisis de los juegos-de-lenguaje es una ascesis
que en el zen se llama sikantaza: solo atencion.
 
Wittgenstein renunció a la idea de haber resuelto todos los problemas de la filosofía y volvió a la filosofía, a una filosofía posterior a la destrucción de la “filosofía” (a su regreso lo llamó investigaciones filosóficas, y la palabra adquiere aqui un tono sibilino; es como si dijera: después de mi “fracaso” filosófico vuelvo a una filosofía sin “filosofía”). ¿Qué paso con el “filosofo” Wittgenstein después del Tractatus, de la guerra y de los largos anos de vida solitaria y ascetica como maestro de escuela en
un pueblito aleman? Comprobó que ningún discurso podía enunciarse como único discurso-con-sentido: la unidad del lenguaje científico sobre la que había construido su primera obra se desmoronó dando lugar al surgimiento de una multitud de “juegos-de-lenguaje” erráticos y descentrados (lo que no significa carentes de peso histórico, de una jerarquía siempre relativa pero que en un determinado tiempo y lugar condensa un valor).
 
Si toda interpretación incide sobre el texto “originario” al abrir sobre él una perspectiva que, de alguna manera, siempre es un acto de fuerza, ¿es legítimo interpretar? SI no hubiera interpretación, ¿podría haber texto? Un texto sin interpretación
sería algo vacío repitiéndose a sí mismo hasta el infinito; como el
mapa borgeano que cubre lo real mediante una mímesis que por perfecta no puede acceder a la existencia. Mi “Dialogo sobre Wittgenstein” no apunta a una reproducción sino a una utilización. Siempre es así, aunque no se lo diga. Y toda utilización está cargada de presupuestos ontológicos del orden del para qué y del porqué: ¿qué se busca al interpretar? ¿Cuáles son los mecanismos puestos en juego en toda interpretación?
 
Quizás alguien piense que su interpretación tiene un carácter divino; como lo pensaba Hegel al decir que su Lógica era “el pensamiento de Dios antes de la creación del mundo” Pero el tiempo, al hacer de la filosofía de Hegel un acontecer histórico, ha desalojado a Dios de sus intrincadas y terribles paginas poniendo al desnudo el máximo delirio de la filosofía: creer en una presencia y una transparencia absolutas decibles racionalmente. ¿Cómo podría, eso, interpretarse?
 
Toda hermenéutica es hermenéutica-de-algo (de un texto, de un mundo). La interpretación que sirve de modelo es la del texto bíblico. En ella reconocemos una; inmovilidad sacra: la del libro transmitido por Dios (y aquí surgiría un primer problema; pues ¿cómo oyó y qué oyó el que oyó a Dios? Si solo oyó el murmullo que excede a la primera letra, según afirma Maimónides, ¿cuál es la garantía de que esa interpretación originaria -la de Moisés- no haya sido en un sentido estricto una interpretación sino un decir propio? De ser así, no habría texto originario sino la interpretación de una voz que con su sola primera letra ya habría dicho todo; pero entre esa letra y ese todo medió, como intérprete, un hombre. A partir de ese punto infundado todo cambió, pues mientras el texto permanecía inmóvil a causa de su carácter sagrado, la interpretación debía, a su vez, sumirse necesariamente en la locura de la libertad del hombre.
 
Este hecho paradójico hace sin embargo a la esencia; como si la letra apuntara al misterio o, más precisamente, al vacío, y fuera ese sostenerse en el vacío de la letra el que permite que se la vea en su infinitud, como una puerta de entrada a un espacio inabarcable y, en consecuencia, siempre desconocido. En el propio texto existiría un plus, un exceso de texto sosteniendo la hybris interpretativa, que le impediría a ésta cerrarse en algo estable y conocido. Ni el autor, ni el lector ni nadie, poseen la significación del texto que está allí, extremadamente finito y mísero pero a la vez absoluto. Plus quiere decir que la ley de todo texto (de toda filosofía, pensamiento y lenguaje) es la de ser-en-exceso. Siempre hay más; el texto siempre se desliza fuera de la interpretación; siempre transgrede los límites que tratan de fijarlo. El intérprete dice: “Hasta aquí se llega, no hay más alla” Pero se trata de una limitacion fallida de antemano porque el texto no depende de voluntad de autor ni de lector. Es él quien
proyecta más allá abriendo perspectivas desde las que más tarde o más temprano será de nuevo interpretado. La proliferación de negaciones, de asimilaciones, de correcciones, en una palabra, de interpretaciones, es una exigencia de la “cosa” misma y no un problema subjetivo. El más está afuera; la exigencia de interpretación es la de ser interpretado: en el fondo la propia “cosa” es la que impulsa al intérprete a decir lo indecible que, por su misma indecibilidad, permanece esencialmente abierto a lo interminable de la interpretación. Esta imposibilidad de clausurar el circulo expresivo, al borrar los extremos ontológicos del sujeto y de la cosa, del interprete y de lo interpretado, volviendo a eso que llamamos “interpretacion”, un misterio, es lo que impide la muerte del texto. El deslizamiento de la letra es el límite donde la letra reconoce su finitud dando lugar a un “estado sin conceptos”. Toda interpretación, sea del mundo, del Libro o de los libros, llega a un punto en que deja lugar a un acto. En este sentido entiendo la famosa imagen de la escalera utilizada por Wittgenstein: el extremo al que se llega, y desde el que se arroja la escalera, es un acto en el cual el decir se vuelve imposible por exceso de intensidad de ser.
 
El “problema hermenéutico” que plantea la obra total de Wittgenstein es en realidad un triple problema: el primero es el de establecer si la distinción entre lo que se puede decir con-sentido y lo que se debe callar es aplicable a los juegos-de-lenguaje; el segundo se refiere a las implicancias de la distinción de dos niveles en el decir: el de lo que se dice y el de lo que en realidad se quiere decir; el tercero se refiere al significado de la crítica a la idea de “representación”
 
De esta manera, el postulado según el cual no se sabe de qué se habla cuando se habla implicaría una distinción, en su espacio de validez, entre consciente e inconsciente y entre autenticidad e inautenticidad; allí habría alguien que sabe de lo que se trata en el habla y alguien que habla sin tener conciencia de la complejidad y el sentido de lo que se pone en acto cuando se habla; el primero, a su vez, asumiría la función “terapéutica” de hacer que el segundo adquiera conciencia de lo que dice cuando habla, produciendo una suerte de “revolución” espiritual en él. Se pone en juego así un mundo de valores que no son inocentes. Más bien habría que hablar de la no-inocencia de la inocencia: quien pretende asumir un discurso objetivo, no-valorativo, pragmático, científico o como se lo quiera llamar, de hecho ignora, o actúa como si lo ignorase, que todo discurso está investido ideológicamente; y en esto no hay eximición verbal de posiciones, ya que de nada vale declarar que se carece de preconceptos o de valores, que se está ubicado al ras de la tierra y que solo se describe lo que pasa, pues precisamente la “descripción de lo que pasa” constituye la historia del pensamiento, el que nunca terminará de describir un pasar que siempre está en transgresión de sí mismo.
 
Lo que separa a Wittgenstein de la lingüística es que su análisis del lenguaje es un análisis de las formas-de-vida del hombre. No se trata de estructuras significantes ni de semiología, sino de un funcionamiento situado: “El significado de una palabra es su uso en el lenguaje” “Llamará también juego de lenguaje al todo formado por el lenguaje y las acciones con las que está entretejido” (Investigaciones filosoficas, 43 y 7).
 
El lenguaje no se aprende. Ni un animal “originario” ni un niño aprenden a hablar: ¿Cómo un animal sin lenguaje-humano habría podido crear el lenguaje?  ¿Cómo un niño aprendería el lenguaje si no tuviese ya el lenguaje? (Y si lo tiene no puede aprenderlo: ¿qué puede significar en este sentido la expresión “aprender a hablar”?) Aquí es imposible una explicación causal. Así como ninguna abeja invento su danza para informarles a las otras abejas del lugar donde hay alimentos, de igual modo ningún pre-homínido inventó el lenguaje. La palabra donación apunta al hecho de la emergencia del lenguaje.
 
Chuang-tzu dice: “El propósito de las palabras es transmitir ideas. Cuando las ideas se han comprendido las palabras se olvidan. ¿Cómo encontrar un hombre que haya olvidado las palabras? Con ese me gustaría hablar”. Si pensáramos que las palabras son una señal que apunta hacia algo (“el dedo que apunta a la luna no es la luna”, dice un maestro budista), ¿qué sucedería con ese algo, con esa luna, si cayesen las palabras? También el algo caería en cuanto palabra, dejando avanzar otro algo que ya no es luna ni algo, algo sin categoria, sin meta-física. Según Heraclito, lo que estaba en Delfos no decía sino que hacía señales. Ninguna palabra en su acepción esencial dice (así como tampoco una piedra dice).Todo decir (tanto el “vasto vacío”, el “conócete a ti mismo” o el “soy el que soy”) está más acá, en lo que llamamos hombre; pero siempre a su vez hay más que el decir: siempre el decir no-puede-decir. Tal vez el mu del zen sea lo más próximo, como el aletazo de ese halcón, o esa hoja o ese bichito.
 
Una cosa son los juegos-de-lenguaje en cuanto tales y otra el análisis o la descripción de su funcionamiento. Es distinto como son los juegos-de-lenguaje y el hecho de que sean (distinción referida al “mundo” en el Tractatus). ¿O en el caso de los juegos-de-lenguaje no es aplicable tal distinción? Del lenguaje-dice- “no podemos proponer teoría alguna. No puede haber nada hipotético en nuestras consideraciones. Toda explicación tiene que desaparecer y solo la descripción ha de ocupar su lugar” (/, F., 109). “Debes fijar en tu espíritu que el juego de lenguaje es, por así decirlo, algo imprevisible. Entiendo por esto: no es algo fundado. Ni razonable (ni tampoco no razonable). Esta allí, como nuestra vida (De la certeza, 559). Considerar el lenguaje una donación no es una idea explicativa ni descriptiva (quedaría, además, por establecer si una descripción no presupone una explicación): no explico por qué es una donación sino que digo que es una donación (explicar presupone un afuera desde el que se explica, pero en relación con el lenguaje ¿cuál sería ese afuera?). El que sea una donación correspondería a “lo místico” del Tractatus.
 
“La filosofia expone meramente todo y no explica ni deduce nada. Puesto que todo yace abiertamente, no hay nada que explicar”; pero ese “yacer abiertamente” plantea problemas, pues en caso de ser así no se entendería el trabajo analítico de Wittgenstein: siempre estuvo todo-abierto, pero no obstante el hombre insiste en describir-explicar ese todo, precisamente por su abertura, por su incolmabilidad (alrededor de este espesor de lo dado se articula el des-encuentro de Wittgenstein con el psicoanálisis). ¿Se puede solo exponer, sin que la exposición no implique algo más, sin que la exposición no esté sostenida-por y apunte-a algo? ¿La descripción no pone en juego una ontología?
“Lo que acaso este oculto no nos interesa”; el “acaso” plantea una duda: puede haber algo oculto; y de darse este caso efectivamente es casi incomprensible que a uno no le interese: puede decirse, por el contrario, que si a la humanidad algo le interesó a través de toda su historia fue eso “oculto”. Respuesta: si, pero, en la medida en que lo oculto está oculto no puede haber eso oculto, y cuando deja de estar oculto, ya no esta oculto; pueden existir infinidad de cosas, pero mientras no aparezcan no existen ¿para quién existiría esa existencia que no existe? (a Freud: ¿por qué decir que estos hechos expresan una cosa-oculta llamada inconsciente? lo que hay es lo que hay no: n + 1 + 2 -f 3..., ¿por qué presuponer que hay un i, constante e indecible, que causa de n, n + 1, etc.? (Este presupuesto es metafísico.)
 
Hay un oculto que puede dejar de estar oculto y hay otro oculto que por definición no podría dejar de estar oculto, que sería inconmensurable en relación con el hombre, así como podríamos decir que el teorema de Godel es inconmensurable en relación con una tortuga. Este oculto-inconmensurable no puede ser objeto para el hombre, porque no es objeto. No obstante puede suscitar efectos, no como determinación sino como misterio, como el denominado deus absconditus.
 
“Para los hombres, lo eterno, importante, está cubierto con frecuencia con un velo impenetrable. Sabe que allí abajo hay algo, pero no lo ve” (texto escrito por Wittgenstein en 1949). Sigue existiendo lo “importante”, que es “lo eterno”, lo que “no se ve”, es decir lo oculto. Sin embargo en las Investigaciones filosoficas (435) dice que "no hay nada oculto”, que “no hay nada escondido”. Evidentemente está hablando de dos cosas distintas: en los juegos-de-lenguaje no hay nada oculto, hay lo que hay; lo oculto (“lo eterno, lo importante”) es indecible, pero se muestra, diría el Tractatus. El misticismo de Wittgenstein: el mostrar, en tanto iluminación abrupta al termino de una ascesis que es el ascenso por la escalera que menciona el Tractatus.
 
“Se puede pensar sin hablar?” (Investigaciones filosoficas, 327). El canto budista “pensamiento que es no pensamiento”,¿qué significa? Precisamente pensamientosin-palabra. ¿Pero es posible vivir, experimentar, esta frase dicha? Un pensamiento sin palabras es el pensamiento detenido en éxtasis: la palabra pensamiento señala algo a lo que llamamos pensamiento, pero la palabra pensamiento no es el pensamiento; no hay pensamiento.
 
Digo rio, pero de pronto eso inaprensible, a lo que de alguna manera señalo con la palabra rio, avanza y suprime la palabra: lo que queda es eso; diria: eso-absoluto, lo no-rio, lo que sucede sin nombre, ahora, en mi (pero ahora y mi también son palabras). Cuando se extinguen las palabras se da “pensamiento que es no pensamiento”: eso a lo que llamamos pensamiento en cuanto no se produce la nada sino que se produce éxtasis (tambien esta es una palabra que no es la cosa: la cosa “extasis”). En lugar del pensamiento lo que queda es el pensamiento que es no pensamiento; en lugar del dedo que apunta a la luna solo queda la luna, sin dedo y sin luna!
 
En il linguaggio e la norte, Georgio Agamben se refiere a la significacion del pronombre en un sentido que aquí nos interesa destacar: “El pronombre se sitúa [... ] en los límites de la posibilidad del lenguaje: ello significa, de hecho, la pura esencia en sí, primero y más allá de cualquier determinación cualitativa”; este “descubrimiento”, realizado por el gramático alejandrino Apolonio Discolo en el siglo II d.C. “tuvo una Importancia determinante para la lógica y la teología medieval”; los pronombres “son lo más próximo a la esfera de la trascendencia”, pues “el pronombre es la parte del discurso en la que se efectúa el paso del significar al mostrar: el puro ser, la substantia indeterminata que ello significa y que, como tal, es en si insignificable e indefinible, se vuelvo significable y determinable mediante un acto de indicacion. Por esto los pronombres permanecen nulli e vuoti". En nuestra época, Roman Jakobson introdujo la nocion de shifters, que “indican, en todo acto de palabra, su pura instancia, [y] constituyen (como Kant lo habia comprendido perfectamente atribuyendo al Yo el estatuto de lo trascendental) la estructura lingüística originaria de la trascendentalidad. “El abrirse a la dimension ontológica (el ser, el mundo) corresponde al puro haber-lugar del lenguaje como acontecer originario, mientras que la dimension óntica (los seres, la cosa) corresponde a lo que, en esa apertura, es dicho y significado”. En la metafísica, concluye, “el tener-lugar del lenguaje (que el lenguaje sea) es olvidado en favor de lo que es dicho en la instancia del discurso”.
El desarrollo del Tractatus, dice Cacciari (Krisis, p. 101), “lleva a comprender la doctrina del significado y el análisis de la estructura de la lógica como límite de la expresión de los pensamientos” (subrayo pensamientos pues se trata del lugar que decide el sentido del enunciado: más adelante dice: “Lo místico es precisamente la experiencia del mundo como todo limitado” (y si esto es asi es porque hay más allá del límite). Lo místico surge “cuando el enigma desaparece, cuando el problema cientifico de la forma de la proposición y de la lógica está completamente resuelto”: “En consecuencia, no solamente el conocimiento de los límites del formalismo, sino el conocimiento del formalismo como limite, caracteriza la conclusión mística del Tractatus” (p. 103). Si lo que se puede decir con sentido son “las proposiciones de la ciencia natural” (Tractatus, 6.53), entonces “lo místico es limitar las proposiciones de sentido a las de la ciencia natural (lo místico, entonces, como el plus del límite: lo mostrable[¿como podría decirse, por ejemplo, una pasión?]). Sin lo místico, “el formalismo tendería siempre a convertirse en todo, a presentarse como verdad, a eliminar de sí todo limite”; y “en el momento mismo en que lo místico pone los
límites que la lógica ha formalizado, existe también el no-sentido de arrojarse contra tales límites”; de este “asalto a los límites del lenguaje” no es posible ninguna deduccion: “este solamente es mostrable" (esto lo dijo el propio Wittgenstein en su carta
a Russell del 19 de septiembre de 1919: “Su punto esencial [del Tractatus) está en la teoría de lo que puede ser expresado a través de proposiciones-es decir, a través del lenguaje- (y, lo que es lo mismo, pensado) y lo que no puede ser expresado a través de proposiciones sino mostrado. Considero que éste es el problema cardinal de la filosofía”). “Místico, en cambio, es la claridad con la cual se advierte lo no-decble que abraza el lenguaje”. En este sentido hay que interpretar la frase “Nada es más que música; y también lo que dijo Rilke refiriendose a la poesia de Trakl: “Un par de de líneas marcan el límite de lo infinito indecible: así están hechos estos versos Son setos vivos en una tierra en la cual la parte delimitada se une continuamente a una llanura tan grande que no se puede imaginar sus confines”.
 
En Del Inicio, Cacciari retoma, de manera más sucinta, el problema de lo místico en Wittgenstein, oponiendo “las célebres e incomprendidas ultimas proposiciones del Tractatus” a la teología de Hegel. La proposición “Dios no se revela en el mundo”(6.432) niega que la revelación se produzca en el mundo, pero no niega la revelación. Dios -dice- no se revela en el cómo es el mundo sino en el hecho de que sea (6.44), en el sentir místico (6.45) de que el mundo sea: “Es en lo Místico (entendido como un
sentir) y no en una relación causal cualquiera (como el mundo es), la cual siempre es un dominio de la ciencia de la naturaleza, que Dios se revela. Pero este revelarse no es un expresarse discursivamente sino un mostrarse. Lo inexpresable no es simplemente un arcano, así como Dios no es simplemente irrevelable. Lo inexpresable a pesar de todo se muestra: es lo Místico” (p. 228). (Lo místico no es ≪algo-ente sino un estado espiritual -éxtasis- suscitado por el hecho -en este caso absoluto- de que el mundo sea). No se trata de un simple sentir el mundo (todos sentimos, de una u otra forma, el mundo), sino de sentir que es; esto es lo místico en cuanto produce un efecto espiritual. Este punto no queda claro en la investigación de Cacciari: lo inexpresable no es lo místico; lo místico es el estado-espiritual producido por lo Inexpresable; de ahí la proposición “Sentir el mundo [...] es lo místico”; yo subrayo; lo místico es una forma de sentir; es la palabra que se usa para expresar el estado particular producido por el sentimiento de que el mundo sea. Segun Cacciari
este conjunto de proposiciones superan cualquier teodicea (como Dios pensado, demostrado; racionalmente), y, ademas, “toda pretensión de fundar la articulación de la Revelacion, de deducir el cómo del mundo”. Considera lo místico como: una región ontológica le permite a Cacciari sostener que si Dios se revela idéntico a “lo que el sentir Místico muestra: que el mundo es” (pero esto no es así, sino a la inversa: el hecho de que el mundo sea suscita el estado místico -de éxtasis-), entonces se vuelve super fina la distinción entre el cómo y el es del mundo, y, por lo tanto, se pregunta “¿Cómo podemos plantear una separación absoluta entre las dos dimensiones?” (mas no se trata de separación absoluta, por lo siguiente: 1) el mundo es y es “independiente de mi voluntad” (6.373); 2) este hecho puede producir al menos dos actitudes: a) buscar su forma, o el cómo es este mundo que es; b) hacer sentir el éxtasis suscitado por el hecho de que el mundo sea; pero la base, tanto en un caso como en el otro, es el mundo-dado. El “dass” de lo Místico “no puede ser discursivamente mostrado, en cuanto no puede mostrar una causa, no puede hacerlo entrar la ciencia de la naturaleza [... ] solo puede indicarlo: eso, que es, se da, es gibt”. Para Hegel no hay separacíon entre el cómo y el es (de ahi que “la impensabilidad
de esta separación [en cuanto absoluta] está en la base del pensamiento teo-lógico hegeliano. Solo estableciendo desde el“Inicio”la separacion Dios-Revelacion “podemos pensar perfecta la distincion entre Dios y mundo” sin concebir a Dios como “pura inmediatez, /facticicidad”, pues esto último llevaría nuevamente a la dialéctica hegeliana hacer Dios = que el mundo sea - como es el mundo.
 
En Infanzia e storia, Giorgio Agamben llama experiencia al hecho de que “el hombre no sea siempre hablante, que haya sido y sea aún infante” y agrega que “la experiencia, en cuanto límite trascendental del lenguaje, excluye que el lenguaje pueda presentarse a sí mismo como totalidad y verdad”, por que “si no fuese por la experiencia, si no fuese por la infancia del hombre [...] el lenguaje se pondría como el  lugar en que la experiencia debe volverse verdad”. Luego introduce el tema de Wittgenstein;
“Lo que Wittgenstein, al fina] del Tractatus, pone como límite místicodel lenguaje [... ] es simplemente la infancia del hombre. Lo inefable es en realidad la infancia. A la imposibilidad del límite Wittgenstein lo llamó lo “místico”; la determinación
y la significación no pueden cubrir todo; el no-todo es esencial; el límite señala, por una parte, lo significado (el mundo), y por la otra el plus-de-significado: lo místico. El límite no-es determtnable: se trata de una fantasia (real) siempre evanescente e inestable]. La experiencia es el mysterion que todo hombre instituye por el hecho de tener una infancia” (p. 49); y el misterio se vincula con la muerte (“morir, teleutan, y ser iniciado, teleisthain, es, segun Plutarco, la misma cosa”): “incluso el elemento que todas las fuentes concuerdan en considerar como esencial, y del que deriva el nombre mismo de misterio (de mu, que indica estar con la boca cerrada, un quejido), es decir el silencio, es lo que todavía no ha encontrado una explicación satisfactoria.
 
 
 
(del libro: El abandono de las palabras
Ed. Letra Viva, 2010)
 
Oscar del Barco

 


Oscar del Barco. Nacido en 1928 en Bell Ville, Córdoba, Argentina, ha realizado una infatigable y polimorfa labor como ensayista, poeta, editor, investigador y docente. Tradujo e introdujo tempranamente en la Argentina a Artaud, Bataille, Sade, Blanchot, Derrida, Barthes, Kristeva y Althusser. Fue militante del partido communista hasta su expulsión en 1963. Estuvo exiliado entre 1975 y 1983 en México, donde formó parte del grupo editor de la revista Pasado y presente. Durante los años de su exilio dirigió el centro de investigaciones filosóficas de la Universidad Autónoma de Puebla. Es autor de libros de poesía, como InfiernoDijoEspera la piedraPartituras, y de ensayos como El abandono de las palabrasEl otro Marx y Exceso y donación . Es un intelectual cuya obra prácticamente no conoce límites; ha escrito sobre política, filosofía, historia, antropología, poesía, pintura. Su obra fue reunida por la Biblioteca Nacional, bajo el nombre de: “Escrituras” (2012).
 
 


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