lunes, 18 de abril de 2022

VIRGEN DE PROA


 









ESCRITO A LA LUZ DE LA LUNA
Che fai tu, luna, in ciel? Dimmi, che fai, 
silenziosa luna?
Leopardi, “Canto notturno’’
 
Se apaga el día y ella me señala tu disco,
tu moneda labrada con una oscura efigie.
Desde edades ocultas a la vista
de azor de las palabras, ¿qué ves, callada luna?
¿Ves las tenues variantes de las nubes sobre los continentes
oscuros para ti, como los mares secos para nosotros,
o acaso, como un vago hilo que se advierte al soslayo,
la Gran Muralla que erigimos ayer, piedra tras piedra? 
¿Ve tu luz el despunte mareante de las rosas,
ves cómo se marchitan las dulces hijas de la tierra?
¿Ves al tiempo soñarnos, ves cómo barre el viento la ceniza?
Madre de la poesía
que todavía nos asedia desde tu luz, que nos inunda
cuando la noche llega apaciguada con sigilos y aromas
y el pavor de existir nos exalta y conmueve,
yo te miro brillar en mi pluma de plata
y alzarte sobre la ciudad repleta de basura y desdicha
y te pregunto por las cosas que no responde nadie
sino tu extático silencio. ¿Qué ves, luna, en los hombres?
¿No ves al más remoto enterrando a su padre
y echando flores vivas sobre ese cuerpo inerte
que ayer lo aconsejaba y auguraba el futuro?
¿No ves el mismo duelo desde que convergían los glaciares
y te alumbraba más brillante la Tierra Llena en tus sagradas
                           noches ?
¿No ves ahora como entonces la locura y el miedo
latiendo en un venablo, en una punta filosa, en un hechizo,
los convulsos rituales de unos seres vestidos
y el temblor de sus cuerpos desnudos que se rozan
cuando rojas se extinguen las hogueras
en el hondo refugio, mientras afuera aúllan
las ambulancias o los lobos bajo tu luz alucinante?
¿No ves al niño que te mira desde su cuna mínima
soñando con la teta blanca que saciaría su hambre pura,
no ves a la muchacha donde late ya el germen de otra vida
y al fracasado cazador de sienes entrecanas
que vuelve a contemplarte como a través de siglos,
acuclillado cerca de su gruta, pensando en lo que fue,
en su paso fugaz bajo tu rostro,
luna divina? Una mujer le ha dicho
que te mire, y allí ha quedado, solo,
absorto en tu hermosura inexplicable,
como si fuera tu perfecto disco la única faz capaz de consolarlo,
la única luz capaz de comprenderlo
suspendida también sobre el abismo,
como si fueras, luna variable y única, su única confidente
y compañera,
y sus ojos los únicos abiertos para verte.
  
(Del libro: Virgen de proa,
Editorial Pre-Textos, 2015,
Gentileza del autor)
 
 Alejandro Bekes
 


Alejandro Bekes nació en Santa Fe. Argen­tina. en 1959. Vive en Concordia, desde 1969.  Es autor de los cuadernos de poesía: Esperanzas y duelos, Camino de la noche, Premio Fray Mocho, 1989,  La Argentina y otros poe­mas, 1990  Abrigo contra el ser, 1993, País del aire, 1996, El hombre ausente, 2004, entre otros poemarios.  En 2006 publicó una antología de su itinerario poé­tico con el título Si hoy Fuera siempre (Valen­cia. Pre-Textos). Ha traducido una selección de la Poesía de Gérard  de Nerval (Córdoba. Colección Fénix. 2004), las Odas de Horacio (Lo­sada., 2005). Venus y Adonis de Shakespeare (Losada. 2007). Geórgicas de Virgilio (Losada. 2007)., Epodos de Horacio, entre muchas otras traducciones. Ha publi­cado los volúmenes de ensavos: Los caminos tor­tuosos (Logroño., AMg, 1998),  Lo intraducible. Ensayos sobre poesía y traducción (Premio Amado Alonso. Pretextos,  2010), más el dic­cionario de lingüística Breviario filológico (UNER, 2014), así como di­versos ensayos y artículos en revistas universi­tarias y volúmenes colectivos. Ha sido docente titular de la Universidad Nacional de Entre Rìos y de los Profesorados en Lengua y Literatura en Ciencias de la comunicación de la Escuela Normal de Concordia; entre otras altas casas de estudios. Co­labora con las revistas argentinas Fénix y Ha­blar de poesía; y Clarín de Oviedo (España).

 



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